Un juego peligroso -
Capítulo 27
Capítulo 27:
Las lágrimas se negaban a parar mientras empaquetaba mis cosas y recogía mis cosas. Me había dado un largo baño calmando mis sentidos aun así después de todo las lágrimas seguían sintiéndose por mis ojos mientras pensaba en ello una y otra vez. Si él hubiera visto a Eden besándome, podría haberse enfrentado a mí. Podría haberle dicho todo lo que él era el que me asustó, yo no era el que lo besó.
Caleb tenía en la cabeza que yo era una infiel y que le había engañado. En lugar de enfrentarse a mí, optó por acumular la rabia en su interior y hacerme daño de una manera que nadie jamás podría. Yo le quería y por eso me duele más.
El hecho de que no confiara en mí es lo que más me duele. Salí de su ático y pulsé el botón del ascensor. Cuando la puerta se cerró mis ojos se posaron en el camino hacia su ático.
Era la última vez que estaba en su casa.
Todo había terminado entre nosotros.
Seguramente le diré que se ha equivocado y que no he hecho doblete con él, pero nunca volveré con él y no sentí ningún remordimiento por pensar tal cosa. El taxi estaba justo fuera del edificio mientras el conductor me ayudaba a meter mi equipaje en su maletero y finalmente me llevó de vuelta a mi apartamento.
Ya había recuperado mi apartamento de la policía hacía tres semanas pero Caleb se negaba a dejarme quería que me quedara con él pero ahora ya no tenía sentido vivir con él.
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Abrí la puerta de mi apartamento y miré a mi alrededor, el apartamento oscuro. Encendí las luces y vi que todo estaba desordenado. La última vez fue cuando me peleé con el ladrón y desde entonces no había vuelto. Caleb había enviado a Jenny a recoger mis cosas y mi ropa.
Un suspiro escapó de mi boca ya que no me sentía realmente feliz de volver por fin a mi casa. Era el lugar al que pertenecía, pero aún así, me sentía vacía y triste mientras cerraba la puerta y me dirigía de nuevo al dormitorio y tiraba las sábanas sucias, me dejé caer en la cama demasiado cansada para encontrar una nueva mientras dejaba que el sueño se apoderara de mí.
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Era fin de semana mientras limpiaba el polvo de mi apartamento y mantenía mi mente distraída de todos los temas. Había conseguido enmarcar la foto de mis padres mientras la colgaba orgullosa en la pared y la miraba con cariño esperando si hubiéramos podido pasar un poco más de tiempo juntos.
La vida era cruel. No se detuvo para nadie ni favoreció a nadie. Yo me salvé mientras ellos se ahogaban. Todavía no recuerdo muchas cosas pero a veces me preguntaba cómo se ahogaron. ¿Nadie de ellos sabía nadar?
¿Wy se ahogó el barco?
Estaba sentado en el sofá con una taza de café en la mano cuando sonó el timbre y enarqué las cejas pensando quién podría ser. Cuando me dirigí a la puerta, miré por la mirilla y me encontré con Eden.
La sangre se me escurrió de la cara al instante al recordar lo que Caleb me dijo anoche. Me veía como una p$ta y pensaba que estaba con Eden por dinero. Aunque no era cierto, no conseguí abrir la puerta y hablar con Eden. En el fondo, sentía que le culpaba de lo que había pasado entre Caleb y yo.
Si no me hubiera besado, Caleb no se habría llevado una impresión tan equivocada.
«¿Estás ahí?» Oí su voz, pero preferí quedarme muda.
Llamó y volvió a pulsar el timbre, pero al cabo de unos minutos suspiró y murmuró algo en voz baja mientras se alejaba. Oí sus pasos alejarse y eso me hizo sentir culpable.
Perdona, Eden, por hacerte sentir culpable. Pero no estoy en condiciones de enfrentarme a ti. Podría arremeter contra ti por besarme y podría acabar contándote lo que me hizo Caleb. Pero entonces, siento que podrías correr hacia él enfadada y eso causaría más problemas.
No recibí llamadas ni mensajes de Caleb, pero en cierto modo me alegré de que no intentara ponerse en contacto conmigo. Necesitaba distraer mi mente de todo. Encendí la televisión, pero sólo conseguía aburrirme soberanamente. Al levantarme del sofá, mis ojos se posaron en el reflejo del mío en el espejo.
Mis ojos tenían ojeras y mi pelo estaba hecho un desastre. Tenía un aspecto totalmente diferente.
¿Es lo que te hace el amor?
Si es así, entonces no lo quiero.
Margaret me llamó y me preguntó si quería salir con ella, pero simplemente le dije que no me apetecía. Me pasé dos días aislándome del mundo y lo peor era que no podía quitármelo de la cabeza.
Era como una dr%ga que detestaba y amaba al mismo tiempo.
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Por fin era lunes por la mañana y mi cerebro y mi corazón luchaban entre sí. Mi cerebro me decía que me resignara y que no fuera más por allí mientras que mi corazón me decía que debía tener más confianza y enfrentarme a él porque yo no había hecho nada malo.
Así que como siempre había hecho caso a mi corazón, me preparé para el día y llegué a Theller International.
Sería la primera vez que me encontraría con él después del incidente y, aunque sentía que el corazón me iba a estallar, apreté el botón del ascensor hasta el piso treinta y dos con mano temblorosa.
Cuando la puerta se abrió, sentí un subidón de adrenalina que me decía que debía salir corriendo, que aún tenía la oportunidad. Pero no pude.
Como persona vergonzosa que era, mi corazón palpitó cuando le vi hablando con una mujer sonriéndole. Seguía afectada porque aún le quería. Hace una semana, no podía quitarme las manos de encima, pero ahora parecía como si ni siquiera me conociera.
Al entrar, sus ojos se posaron en mí y esbozó una sonrisa falsa.
«Buenos días Srta.. Carter. Usted es como de costumbre», miró a su reloj de pulsera.
«Tarde», dijo y me puse delante de él.
«Buenos días Señor Theller. Lo siento», dije y él sonrió.
«Ya pides perdón al principio del día. Me pregunto qué otras palabras habrá guardado para el resto del día», se dio la vuelta mientras la señora que estaba a mi lado se reía. Bajé la mirada y caminé tras él hacia su camarote.
«Tráeme mi café y hazme saber mi horario del día», dijo y yo asentí mientras me dirigía a la máquina de café para traerle su café. Dos tipos estaban de pie cerca de ella con expresión agria.
«¡Oh, vamos!», gruñó mientras golpeaba la máquina.
«¿Qué pasa?» pregunté y me miraron.
«No funciona».
Suspiré mientras miraba la máquina y volví al camarote de Caleb.
«Señor, la máquina de café no funciona», le dije y ni siquiera se molestó en levantar la vista.
«¿Qué espera que haga Srta.. Carter? ¿Arreglar la máquina? Le pedí que me trajera café y tiene que entender que será usted la que se encargue de lo que hay que hacer. Si la máquina no funciona entonces informe al equipo y tráigame café de la propia cafetería», dijo con tono gélido.
«De acuerdo, señor» murmuré y cerré la puerta tras de mí mientras me dirigía al ascensor apresurándome a traerle el café.
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«Señorita Carter ayúdeme a enviar un regalo a alguien especial», le oí mientras me ponía a su lado sosteniendo mi cuenta.
«Muy bien señor,» le dije.
«El regalo debe ser perfecto y debe hacer sentir a la que lo reciba lo especial que es», dijo y yo me sentí rara pero me negué a mostrar ninguna emoción mientras buscaba un regalo por internet pues ya sabía que era ella.
«Haz esto. Envía una pulsera de Tiffany a la señorita Hailey Davies», dijo y al instante el nombre de la mujer me trajo los recuerdos de aquella noche.
Conseguí abrir la tienda online de Tiffany mientras le entregaba mi ficha. Navegó por la página web y parecía confuso.
«Es realmente confuso. Las mujeres son difíciles de complacer. Dime, si hubieras sido tú, ¿qué habrías elegido?», me preguntó mientras me devolvía la ficha y yo volví la vista hacia él para encontrarme con que ya me miraba fijamente.
«¿Qué tal este? Es una pieza costosa y grande. Estoy seguro de que habrías elegido ésta», me preguntó mostrándome una pulsera de treinta mil dólares e hice una mueca interior ante lo que acababa de decir. Sigue pensando que soy una cazafortunas.
«El que quieras, seguro que a ella también le gustaría», le dije y él asintió.
«Muy bien, envíale esto y asegúrate de escribir una nota bonita. Ya me conoce y debería hacerle sentir que fui yo quien lo eligió para ella. ¿Le parece bien? ¿Puede hacerme este favor, Srta.. Carter? Verá, estoy intentando cortejar a Hailey y una mujer sólo sabe lo que le gustaría a otras mujeres. Espero de verdad que pueda ayudarme en esto por ser mujer -sonrió y lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza. Sus ojos se iluminaron y sonrió mostrándome sus dientes perfectos.
«¡Perfecta!», comentó.
«¿Quiere algún otro trabajo Señor Theller?» Le pregunté y negó con la cabeza. Aproveché la oportunidad para salir de su habitación. Pero en cuanto salí, perdí la cabeza, me entró un ataque de nervios y corrí al lavabo.
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