Un destino difuso -
Capítulo 79
Capítulo 79:
Enfermeras entraban y salían sin apenas tomarlos en cuenta, la espera no podía ser más desesperante.
Al borde del colapso, Alejandro se aventuró a preguntar por Fabiana a uno de los médicos que se estaba despojando de su traje y de sus guantes, por demás ensangrentados, como quien ha terminado una extenuante jornada.
“Disculpe, doctor, usted puede darme noticias de la señora que están operando. La embarazada… Fabiana Cruz..”.
El galeno, comprendía claramente el dolor de este hombre, en su larga carrera; mil veces, había escuchado esta pregunta, cargada de angustia, pero a la vez de esperanza.
Sin embargo, sabía que por su propia salud mental, no debía involucrarse con ninguno de los dramas que veía a diario.
Y solo atinó a responder secamente:
“La están terminando de suturar. En un momento saldrá el médico de guardia. Él es el encargado de darle noticias”.
“Pero doctor, por favor, ¿Cómo está ella?”
“No puedo decirle nada más, por favor espere… disculpe, debo retirarme”
Su madre y su suegra, corrieron hacia él, ávidas de noticias.
“¿Qué te dijo el médico?”
“¿Cómo están mi hija, y mi nieto?”
“¡No dijo nada!”, respondió Alejandro, con un gesto de absoluta desolación.
“Solo que la están terminando de suturar. Debemos esperar un rato más, hasta que salga el médico encargado”.
“¡Oh cielos, qué tortura!”
“¡Calma, Alba, todo saldrá bien, ya lo verás!”
En la medida que pronunciaba estas palabras, tomó a Alba por el brazo con gesto suave, hasta lograr llevarla a prudente distancia de donde estaba su hijo.
“Debemos darle ánimo a Alejandro. Estoy asustada, nunca lo había visto así, vivo acostumbrada a ver en él, a un hombre recio, que no se amilana ante ningún problema, que no le tiembla la mano ante ninguna decisión por grave que está sea”, dijo.
“Te confieso que me desconcierta esta nueva fase de su comportamiento..”.
En todo ese tiempo de agonía, Alejandro podía dar fe de cuantos pasos media de largo y de ancho la sala de espera de la emergencia de aquel hospital.
Su carga emocional le impedía permanecer sentado por más de dos minutos emocional le impedía permanecer sentado por más de dos minutos.
Al rato Valeria, tratando de hacer menos penosa la espera, y haciendo acopio de todas sus fuerzas, osó preguntar:
“¿Alguien quiere tomar café?”
Sus hijos le devolvieron una mirada interrogante, como sí no supieran de qué les estaba hablando.
Por lo que la madre de Fabiana aclaró:
“Ella les está preguntando, si quieren ir a tomar café, algo dulce nos hará bien a todos”.
“¡Estoy deshidratado! Pero no me movería de aquí, por ninguna cosa en el mundo..”.
“¡Igual yo, mamá, hasta no saber noticias de Amalia!”
“Bueno, quédense ustedes, Valeria y yo iremos a comprar algo de beber”.
Mientras las mujeres se dirigían a la cafetería del hospital, comenzaron a hacer una catarsis de las emociones que minaban sus estados de ánimo; no se consideraban en libertad, de expresar toda esa vorágine de sentimientos, en presencia de los hombres; porque conocían perfectamente el dolor y la preocupación, que los embargaba en este momento.
Pero para ellas, era urgente, hacer una liberación de los insoportables recuerdos de los acontecimientos que acababan de vivir, y que lograban perturbar sus mentes y afectar su equilibrio nervioso.
Además, Valeria estaba invirtiendo todas sus fuerzas para contenerse por no alterar más a sus hijos, sobre todo a Alejandro, que estaba desmoronado, pero ella no sabía que sería de su vida sin la presencia de Uriel.
Eran demasiados años juntos, y aunque había sido una vida dura a su lado, ella lo había amado con todo su corazón.
Con los últimos acontecimientos la mujer se encontraba en shock, pero estaba segura de que cuando entrara de nuevo a su casa todo su mundo se vendría abajo.
“Ay Alba, tengo una necesidad enorme de estar sola, para poder soltar ese caudal de lágrimas, que tengo contenido en mi pecho”, comentó.
“Este desenlace, era algo que yo estaba esperando, era solo cuestión de tiempo. Mil veces se lo advertí a Uriel; mil veces le rogué que abandonáramos todo este estilo de vida”
Se le trancó la voz.
“Le dije que anhela la paz más que todo el oro del mundo; pero nunca quiso hacerme el menor caso, y hoy cosechamos, en el matrimonio de mi hijo menor; la recompensa a su terquedad”
“Conmigo se repite tu caso, Valeria, el poco tiempo que compartí mi vida con Odín, fue de zozobra, de temor permanente; y como le expliqué a Fabiana hace unos días que pudimos sentarnos a poner en claro las interrogantes Que teníamos cada una”, dijo.
“Ella no entendía por qué, aparentemente, yo no hice nada para salvarla del destino que su padre había trazado para ella. Y de porque mantuve, oculté la existencia de su padre, esquivándola y dándole evasivas. Cuando su curiosidad la llevaba a preguntarme por él. Me reprochó la mentira en la que la mantuve sumida”, explicó.
“Pero yo, no pude impedir que Odín se la llevara aquel día cuando la secuestró, porque estaba amedrentada por sus amenazas de atentar contra la integridad física de Fabiana o la mía. Conociéndolo, como creí firmemente, que lo conocía; nunca puse en tela de juicio sus amenazas”, continuó.
“Y nunca le hable a ella, de su padre, porque él me lo impidió bajo amenaza”
Alba se retorcía las manos de ansiedad.
“Ahora me doy cuenta, que toda esa maldad contra nosotras, no solo era una forma de ejercer su control, sino que buscaba mantenernos a salvo. Sobre todo a su hija, a quien no quería exponer a ser víctima de posibles represalias de sus peligrosos enemigos”, suspiró.
“Hay yo concluí esto. Si no, dime Valeria, ¿Cómo es que no dudó en ofrendar su vida para salvar la vida de su hija?”, dijo con un sollozo.
“Piensa… si no hubiera sido por su valentía de interponerse entre las balas y Fabiana, la que estuviera muerta en este momento, sin duda fuera mi hija”
Alba se limpió una lágrima que resbaló de su ojo.
“Y a pesar de todo este desastre, por lo menos en este momento, tenemos la esperanza de que su juventud y su fortaleza triunfen, y podamos seguir contando con su querida presencia; el destino sería muy injusto, si me la quitara ahora que vuelvo a tenerla a mi lado”.
“El comentario que me haces a cerca de Odín, tiene sentido. La clase de hombres, como ellos, nunca se llegan a conocer en realidad y en momentos cruciales son capaces de hacer cosas impredecibles, como el heroico desprendimiento de Odín, que nos dejó sin palabras”.
“Así mismo es, querida Valeria, creo que la mayor sorprendida soy yo, que siempre lo creí un ególatra sin remedio. Pero como dice la canción: sorpresas te da la vida..”.
Una vez de regreso a la sala de espera de la emergencia, cargadas con café y agua mineral, encontraron a Alejandro solo, pero con una expresión más positiva en su rostro.
“¿Qué paso? ¿Dónde está Martín?”, interrogó Valeria.
“Tuvimos buenas noticias, mamá, Amalia ya salió de sala de partos, está estable; tuvo una nena que llevaron al a la de incubadoras, por un tiempo mientras maduran un poco más sus pulmones; pero también está bien”, dijo.
“Martín está feliz por ellas, se retiró a hablar con el médico para tener más detalles”.
“¡Bendito sea el cielo! Una luz en tantas tinieblas. ¡Cómo me alegro por ellos!”
“¿Y qué se sabe de mi hija?”
En ese momento, se abrió la puerta de la emergencia y la enfermera preguntó:
“¿Familiares de la señora Fabiana Cruz?”
Alejandro, literalmente de un salto, estuvo al pie de la enfermera.
“¡Yo soy su esposo!”
“¡Sí nosotros, somos su familia!”, gritó Alba.
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