Un destino difuso
Capítulo 78

Capítulo 78:

“Cenamos y nos retiramos, yo también estoy cansado, hoy fue un día ajetreado”.

Odín, que estaba prestando atención a la. conversación, comentó:

“¿Cerraron siempre el negocio de la venta de los gimnasios?”

“Si Odín, estábamos cansados con eso, ya no nos era rentable, así hemos venido saliendo de otros comercios que nos quitaban tiempo”, dijo Uriel.

“Los muchachos se están concentrando en la importación de vehículos y partes automotriz de un concesionario japonés. Vamos a concentrarnos en ese negocio y en la joyería, esta por razones sentimentales, son muchos años con ella”.

“Me parece bien pensado Uriel, ya es hora de ir recogiendo y organizando las cosas. Todos mis negocios en este momento están legales. Reconocí legalmente a mi hija, mis abogados ya saben qué hacer, dado el momento”, explicó.

“Y también fortalecí la tienda de telas de Alba; ya tiene capital suficiente para abrir otras dos si así lo quiere”

“Si amigo esa es la actitud. Tenemos que dejar el camino despejado a nuestros nietos”.

“Mira Alejandro, ya comenzaron a servir”, le dijo suavemente Fabiana a su esposo acercándose a él.

“Hmm… huele delicioso, ¡Mi esposa tienen hambre!” dijo jugándose con Fabiana.

Odín, extrañado al observar el mal manejo de los platos, gritó:

“¡Pero mira lo que están haciendo esos mesoneros! ¡Son unos torpes! Enseguida los hombres que vigilaban y estaban a cargo de la seguridad, comenzaron a disparar y se formó un momento de absoluta confusión, nadie sabía lo que estaba pasando”.

La gente solo atinó a Correr de un lugar a otro, tratando de resguardarse de las balas que iban y venían sin control.

En la mesa de los Cruz, todos sacaron sus armas para tratar de defenderse de unos cinco hombres que se vinieron encima de ellos, atacándolos sin piedad.

Fabiana por primera vez hizo uso de su propia arma para disparar al individuo que apuntaba directo a la cabeza de su esposo, salvándole de una muerte inminente.

Odín, al percatarse del peligro en que se encontraba su hija, por haberse convertido ahora en el blanco de las represalias; sin siquiera pensarlo, se interpuso entre ella y las balas que le disparaban con furia sus enemigos.

Uriel se defendió heroicamente, hasta caer abatido a los pies de Alba y en el rostro de Valeria; que se había en la mesa de los Cruz, todos sacaron sus armas para tratar de defenderse de unos cinco hombres que se vinieron encima de ellos, atacándolos sin piedad.

Fabiana por primera vez hizo uso de su propia arma para disparar al individuo que apuntaba directo a la cabeza de su esposo, salvándole de una muerte inminente.

Odín, al percatarse del peligro en que sé encontraba su hija, por haberse convertido ahora en el blanco de las represalias; sin siquiera pensarlo, se interpuso entre ella y las balas que le disparaban con furia sus enemigos.

Uriel se defendió heroicamente, hasta caer abatido a los pies de Alba y en el rostro de Valeria; que se había alcanzado a resguardar debajo de la mesa, dado que no estaban armadas.

Y, antes de que le dispararan nuevamente a Alejandro; sorpresivamente, dos de los mismos hombres que estaban disfrazados de mesoneros; remataron a los atacantes de los Cruz. Quedando de repente todo el ambiente, en absoluto silencio.

Mesas volteadas, sillas rotas, cortinas rasgadas, flores pisoteadas y alimentos regados por todo el piso; además de armas, sangre y cadáveres, fue el dantesco escenario en que quedó convertida la fiesta de bodas de Martín y Amalia Cruz.

Los recién casados que estaban dentro del edificio, afinando detalles de último momento, con el encargado de la fiesta al percatarse que la música había sido reemplazada por un ensordecedor estruendo de armas de fuego; corrieron para ver lo que pasaba, pero al alcanzar la puerta de salida, ya todo había terminado.

Esperaron unos segundos, para estar seguros de que no corrían peligro, y salieron para encontrarse con una verdadera pesadilla.

No se veía a nadie en ple, en ese momento no se sabía quién estaba vivo o quién estaba muerto; la imaginación exacerbada de los observadores, pudo más que la realidad.

Pocos segundos después, pudieron percatarse mejor en qué circunstancias habían quedado.

Las mujeres comenzaron a llorar histéricas, los hombres que estaban armados, aún permanecían con las armas en sus manos.

Muchos invitados con el terror dibujado en sus rostros fueron saliendo de debajo de las mesas, de detrás de los paravanes y de las columnas que adornaban el lugar.

Martín y Amalia corrieron hacia las mesas donde estaban ubicados sus parientes.

“¡Amalia!”, grito a todo pulmón una voz femenina.

“¡Mamá, estás bien!”

Las dos mujeres se fundieron en un fuerte abrazo, dando gracias por la vida.

“¿Y papá y los demás?”

“¡Aquí estamos hija, parece que todos estamos vivos! ¡Los asesinos se concentraron en la mesa de los Cruz!”

Amalia no esperó más explicación, solo corrió en busca de su esposo, quien trataba de calmarse y consolar a su madre, que lo abrazaba con frenesí en medio de una crisis de llanto y desesperación.

Alejandro, al límite de la angustia, estaba retirando el cuerpo de Odín de encima de su esposa, quien se hallaba malherida; mientras Alba, de rodillas, dando gritos, trataba de reanimarla.

Todo este cuadro de dolor y muerte superaron las fuerzas de Amalia, que sintió cuando su fuente se rompía y un dolor intenso la hizo doblarse sobre la mesa que permanecía en pie, como testigo mudo de aquella tragedia.

Para ese momento ya se oían las sirenas de las ambulancias y de la policía que se acercaban a toda prisa, alertados vía telefónica por los directivos del club.

Las primeras en ser atendidas, fueron las dos mujeres en estado de gestación. El estado de salud de Fabiana era crítico para ese momento.

Así como Santiago, que recibió dos tiros en el pecho y uno de los hombres de Odín con heridas en el abdomen y la pierna Izquierda.

Los demás heridos eran en su mayoría pequeñas cortadas, rasguños y contusiones, pero sobre todo ataques de histeria, crisis de nervios y mucha confusión por lo sorpresivo del ataque.

Los paramédicos revisaron rápidamente a los caldos, certificando el deceso de cinco mesoneros, dos agentes de seguridad, así como los cuerpos de Odín y de Uriel.

Lo que fue considerado por la policía, como una masacre sin precedentes en los últimos tiempos.

Ya en el hospital:

Después de una valoración urgente, Fabiana fue llevada directamente a quirófano del servicio de maternidad; para ser intervenida, mientras Amalia fue conducida con premura, a sala de parto.

Alejandro estaba desolado, era la primera vez en su vida que daba rienda suelta a todo su dolor llorando como un niño.

Lamentaba profundamente la muerte de su padre, y era incapaz de calcular las implicaciones que esto pudiera traerle; fuera de lo que, para él, era desde ya, una pérdida irreparable.

Pero, en ese instante de su vida, nada tenía más valor para él que la vida de Fabiana y de su bebé.

Martín no difería mucho de la condición en la que se encontraba su hermano, consideraba la muerte de su padre, una terrible tragedia que venía en menoscabo del grupo familiar.

Pero le desgarraba el alma, ver al que consideraba su héroe, en una condición tan disminuida. Jamás pensó que Alejandro pudiera llegar a romperse, desmoronándose de la manera lastimosa en que se encontraba.

Él mismo estaba muy asustado y triste, lo único que mantenía en pie a Martín, en este momento era la fe de que pronto tendría noticias de que su esposa y su bebé se encontraban bien.

En medio de su propio dolor, Alba y Valeria, viendo el precario estado de ánimo de Alejandro, se acercaron para consolarlo; sin palabras, solo con un gesto, con un abrazo; el objetivo, era que sintiera la presencia de alguien que lo apoyaba y comprendía su profundo dolor.

El tiempo transcurrido, en aquella antesala de la emergencia del hospital, se hizo eterno para aquellas almas angustiadas; sedientas de noticias sobre el estado de salud de sus seres queridos.

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