Un destino difuso -
Capítulo 55
Capítulo 55:
“Me dejas verdaderamente anonadado, simplemente no sé qué decirte”.
“No digas nada, Alejandro, deja que el tiempo haga lo que tiene que hacer; no presionemos las circunstancias. Te pido sencillamente que me comprendas y no me obligues darte más allá de lo que ahora puedo”.
“No te preocupes, haré acopio de todas mis fuerzas y voluntad para revertir el daño que te hemos hecho. Sabré esperar”.
Alejandro quedó en silencio, nunca espero que la reacción de Fabiana fuera tan tajante. No sabía o no se había querido dar cuenta de la realidad de los sentimientos de su esposa hacia él. Su confesión lo dejó frío, desarmando y sin argumentos, realmente con un gran vacío.
Él reconocía que era un hombre egoísta y que nunca le importó nada, que no fuera su propio beneficio tal como le había visto actuar a su padre.
Pero ahora las cosas tenían un matiz diferente, por alguna razón que no entendía muy bien, las cosas empezaban a cambiar dentro de él, era una sensación nueva y desconocida, pero lo extraño era que se sentía bastante bien.
Fabiana, por su parte, agradeció al cielo esta pequeña oportunidad de poder desahogar un ápice de su dolor de ese volcán que amenazó con desbordarse en más de una oportunidad.
Que la asfixiaba y la hacía sentirse miserable.
Después de un buen rato de silencio pactado tácitamente, respetando cada uno los pensamientos del otro.
Alejandro tomó la iniciativa de invitar a su esposa a caminar un rato por la hacienda en compañía de sus queridos perros, con la intensión de empezar a limar asperezas, compartir como amigos y cambiar de ambiente.
Hugo se sorprendió de verlos juntos, a esa hora del día y más aún, que se pudiera sentir ese aire de camaradería entre ambos.
Muy dentro de sí, se alegró sanamente de que ese sentimiento comenzara a aflorar entre esta pareja; porque a pesar de todo, él apreciaba y respetaba a Alejandro y deseaba que Fabiana, por fin, comenzara a ser feliz; al lado de su esposo, como correspondía. Exhausta por el esfuerzo de la búsqueda.
Valeria se había sentado a descansar y a saborear un cafecito para subir los ánimos; cuando oyó el sonido de las llaves abriendo la puerta de entrada de su casa.
Los pasos que se acercaban eran para ella muy familiares.
“Uriel, ¿Cómo te fue?”
“Bien Valeria, tenemos problemas para satisfacer a los clientes con las piedras que quieren para sus anillos, porque no tenemos suficiente inventario. Estamos haciendo otros contactos, pero hay mucha competencia. Tenemos que esperar a ver como solucionamos este déficit”, le explicó Uriel a su mujer.
“Desde que fundamos ese negocio hemos complacido a los clientes y tratamos de ser cumplidos y responsables con las entregas, pero la pérdida que tuvimos hace meses nos ha perjudicado bastante”.
“Menos mal que tú eres un excelente vendedor y terminas por complacerlos con otras opciones”
“Si, eso sí, es raro que yo pierda una venta o que el cliente salga de mi negocio insatisfecho. Mi lema siempre ha sido: cliente satisfecho vale por dos”.
“¿Deseas un cafecito? Está recién hechecito..”.
“Sí, mi amor, gracias, me viene bien”
Valeria atendió a su esposo, muy atenta, estudiando su estado de ánimo, para ver si se podía arriesgar a preguntar lo que necesitaba saber.
“Uriel, quiero hacerte una pregunta..”.
“Sí, dime, de que se trata”.
“¿Tú sabes algo sobre el paradero de la mamá de Fabiana?”
“¿Mmm…? ¿A qué viene la pregunta? ¿Por qué estás ahora interesada en eso?”
“Bueno… porque me extraña que Fabiana no tenga comunicación con su madre, y pensé que de pronto tú estabas enterado del motivo..”.
“No, en realidad nunca me interesé por eso, porque era algo que no me competía”
“Es raro, porque tú eres inquisidor en todo lo que haces, siempre exiges que todo compromiso o negocio en el que te involucras quede suficientemente claro”.
“Si es cierto, esa ha sido mi política desde siempre, pero en este caso, el trato era con Odín, y Fabiana era su hija, por lo tanto, consideré que todo estaba suficientemente aceptable”, dijo.
“Aunque ahora ya me metiste el gusanito de la duda y más que duda curiosidad; déjame preguntarle a Odín la próxima vez que nos veamos sobre la vida y el paradero de la mamá de Fabiana”.
“Pues sí, Uriel, puede que no tenga ninguna importancia, pero como tú dices, solo por curiosidad; sería bueno saber quién es la madre de Fabiana y conocerla, para saber quién compartirá el placer de ser abuela de nuestros nietos por parte de Alejandro. Porque espero ansiosamente que sea pronto”.
“Tengo que ser cuidadoso cuando le pregunte a Odín, porque él es delicado y muy celoso de su privacidad. Nunca me he atrevido a hurgar en sus asuntos”
“Yo creo que Odín no creyó necesario poner en evidencia ese episodio de su vida y como tú no le preguntaste nada al respecto… pues simplemente lo obvio”.
“Si eso creo”, respondió Uriel.
Valeria estaba contenta con el resultado de su gestión, había salido mejor de lo que esperaba.
Ese fin de semana fue diferente para Fabiana, se preparó para tener una cita con su esposo, algo que
para ella era irreal. Desde tempranas horas del día, Alejandro le había recordado el compromiso, pero no hubiese sido necesario porque ella lo tenía bien presente.
Se sintió nerviosa todo el día, sentía como si fuera la primera vez que fuera a verse con un pretendiente que le interesara.
Estaba incómoda y desconcertada porque conscientemente no entendía que le estaba pasado y la verdad no quería sentir lo que estaba empezando a sentir.
Comenzó a prepararse temprano, sentía ilusión de ponerse linda.
“¿Pero para quién?”, se preguntó.
“¡Pues para mí misma!”, se respondió inmediatamente.
Llamó a María, la mucama, para que le ayudara a escoger y preparar la ropa que se iba a poner.
Se probó varios vestidos, coqueteando delante del espejo y pidiendo la opinión de María.
“Hay señora, usted me pone en un aprieto, no sé qué decirle… todo ló que usted se pone le luce muy bien”
“Gracias María, eso lo dices porque me aprecias, y porque quieres infundirme seguridad”
“¡Se lo digo porque es la verdad, señora! El espejo no miente, mírese usted misma y juzgue lo que ve..”.
Por fin se decidió por un traje de dos piezas, rojo con chaqueta negra, de corte elegante que le venía a la perfección.
Se maquilló de manera sobria y recogió su cabello con una peineta que hacía juego con su traje; complementaba su atuendo con unos delicados zapatos negros de medio tacón.
Alejandro llegó a buscarla a la hora prevista y después de trajearse elegantemente, salieron de la hacienda.
“Estás demasiado bella Fabiana, me llenará de orgullo ser la envidia de los caballeros con los que nos tropecemos en el camino. Contigo a mi lado pararemos público”.
“No exageres Alejandro. Pero yo también debo decirte que luces muy elegante”.
“Estuve buscando en internet las películas que estaban de estreno para esta semana, aquí está la lista, escoge la que prefieras, mientras vamos de camino”, dijo.
“Aquí hay dos que han ganado Óscar, ambas se ven interesantes..”.
“¿En dónde las están pasando amor?”
“Esta que es de guerra, en el cine Olimpia y la otra que es de acción, en el cine Metropolitano”
“Vamos al Metropolitano, porque está cerca del hotel Montaña y ahí hay buen restaurante donde podemos cenar a gusto”.
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