Un destino difuso -
Capítulo 48
Capítulo 48:
“¡Nada papá, está clarísimo! ¡Amalia va a tener un hijo mío!”
Valeria no pudo esperar más y rapó el celular a Uriel, preguntando emocionada.
“Explícame, hijo, como supieron, ¿Está confirmado?”
“Si, está confirmado mamá, Amalia, sospechaba, se mandó hacer el examen y esta mañana se lo confirmaron”.
“¡Ay, hijo, felicitaciones!, pásame a Amalia”
“Aló, Valeria, ¿Cómo estás?”
“¡Feliz, hija! Te felicito, me has dado una maravillosa noticia, tienes que cuidarte mucho, alimentarte bien para que el bebé, salga sano y fuerte”.
Amalia no pudo disimular la gracia que le hacían las palabras de su suegra. Ya estás hablando como una abuela, te prometo que me cuidaré, tendrás un nieto o una nieta muy rozagante.
“¡Qué bueno, Amalia!, así será cielos mediante. Gracias Valeria, ahí te paso a Martín”.
“Estoy muy contenta, hijo mío, cielos quiera que todo salga bien en el embarazo, que no le pegue mucho malestar. Cuídala mucho mi amor”.
“Tenemos que celebrar, es un hermoso acontecimiento y no podemos pasarlo por alto”
“¡Claro mami! Vamos a planificar, a ver a donde podemos ir, celebraremos con una bonita cena o un buen almuerzo; ¿Te gusta la idea?”
“Si, me parece bien hijo, cuadra con tu padre, cielos te bendiga”
“¿Aló, papá?”
“Sí, Martín, felicitaciones de nuevo para los dos. Esta semana sacaremos una tarde para pasar a saludarlos y planificamos la salida para celebrar”.
“Está muy bien, papá, los esperamos. Hasta luego, abrazos a mamá”.
Al terminar la llamada, las dos parejas cruzaron miradas divertidas e hicieron bromas sobre la reacción de los futuros abuelos.
Al terminar el almuerzo, los hermanos se dirigieron a la oficina con el fin de revisar algunos papeles pendientes y las chicas a disfrutar alguna de las películas que tenían en agenda.
“Martín, habíamos acordado una reunión con la Chata para mañana, ¿Tú le mandaste mensaje?”
“Si, yo le mandé mensaje el fin de semana con el chofer del taxi. Le dije que nos veíamos mañana para almorzar en el Hotel Ítalo, hice reservación en un privado, además es un lugar bastante discreto; ¿Te parece bien?”
“Sí, me gusta ese lugar, ¿Le dijiste que trajera de una vez las facturas para arreglar cuentas? Así nos evitamos ir este mes al barrio”.
“Sí, claro, eso fue lo primero que le dije”
“Bueno, vamos a ver que noticias nos trae. ¡Ojalá sean buenas!; ¡Este problemita me tiene harto!”, dijo.
“Papá me comentó que en las zonas, la gente está pagando bien; los nuevos muchachos le han inyectado energía a la labor de cobro, y ha disminuido la protesta de la gente”.
“Así debe ser Alejandro, que nos faciliten el trabajo, para no vernos obligados a ponernos brutos”.
“Bueno compañero, terminemos de revisar estos papeles, porque estamos un poco atrasados, y hay que llevárselos al contador mañana; tiene que ir poniendo la contabilidad al día para el cierre de año”.
Al día siguiente, cuando los hermanos Cruz llegaron al lugar pautado, ya la Chata los estaba esperándolos en el reservado.
“¡Cómo estás Chata, nos ganaste!, te felicito, eres puntual”
“¿¡Cómo están ustedes, señores!? Sí, hace unos cinco minutos que llegué, no quería hacerlos esperar”.
Alejandro hizo una seña al mesonero para que les pasara la carta, después de deliberar sobre el menú elegido, les sirvieron sus respectivos aperitivos, y entraron en materia. Alejandro tomó la iniciativa.
“Estás muy elegante Chatica, fuera de tú contesto y sin tu bata de trabajo, ¡Te ves muy diferente!”
“¡Sí, es verdad, estás muy linda!”
“¡Tú no digas nada, Martín, no tienes derecho a opinar, estás embarazado!”
“Gracias a los dos por su gentileza”, comentó la Chata muy divertida.
“Y enhorabuena, Señor Martín, me alegra esa buena noticia, ya era hora de que se convirtiera en todo un padre de familia”.
“Eso le había dicho yo siempre… pero no me hacía caso”, dijo Alejandro, mofándose.
“¡Mira quién habla, parte dos!, el más resbaladizo de la familia..”.
En medio de risas, la Chata añadió:
“No se preocupe, Señor Martín, que a él le llegará su turno”.
“Bueno, déjenme quieto ya, entremos en materia”, dijo Martín, haciéndose el serio.
“Aja, Chata, cuéntanos, ¿Cómo sigue las cosas en el barrio?”
“Bien Señor Alejandro, los tres muchachos que ustedes mandaron hicieron la diferencia entre una situación que se presentaba caótica, y que hubiera sido verdaderamente desastrosa, y la paz que vamos a comenzar a disfrutar de ahora en adelante”.
“Esa noticia nos quita un peso de encima Chata, pero explicate”, urgió Martín.
“La banda de los lobos es vengativa, y se las dan de bravucones, además estaban muy enojados por la muerte de uno de sus jefes. Porque en síntesis, este hombre pagó los platos rotos de un imbécil que se metió en problemas; como yo, les había narrado en días pasados”, explicó.
“Tenían amedrentado al señor Leo, con la amenaza de destruirle su supermercado, a mí también me tenían en la mira, y además continuaron matando muestras mascotas; en una campaña de psicoterror”, continuó.
“De hecho, en esos días evitamos salir, en cumplimiento de lo que ustedes ordenaron, a fin de no exponernos y agrandar el conflicto”
La Chata recordaba que habían sido días de mucha preocupación.
“Los hombres que ustedes nos mandaron, nos organizaron estratégicamente, crearon grupos para montaries vigilancia por turnos; las veinticuatro horas del día”, recordó.
“Desde luego, ellos desconocían la presencia de sus hombres, entre nosotras; por eso se confiaron y vinieron a cumplir su amenaza de destruirle el negocio a Don Leo. Pero tremenda sorpresa se llevaron cuando cayeron en una encerrona”, dijo con gusto.
“¡Qué bien chata, como quien dice: vinieron por lana y salieron tranquilados!”
“Exactamente, Señor Alejandro, los atacantes eran un grupo de diez elementos. Uno entro al negocio, seguramente a chequear que cantidad de personas había en ese momento dentro del establecimiento, los otros se habían repartido en grupos de a tres a lo largo de la cuadra”
Ella miró por un momento a Alejandro muy seriamente.
“Me imagino que para tener un radio de acción más grande y atacar también la peluquería. En el momento que, el que estaba adentro, salió para darles la orden de ataque creyendo que en el negocio solo estaba Don Leo y dos de sus clientes; los nuestros los neutralizaron”, explicó ella satisfecha.
“Los lobos corrieron para no dejarse atrapar, pero nosotros los superábamos en número y les habíamos trancado todas las salidas”
La Chata sonrió.
“Cada uno de los chicos que ustedes mandaron, lideraron un grupo de cinco, para una suma total de quince hombres. En la trastienda del negocio teníamos cinco, al norte de la calle otros cinco, y al sur los restantes”
Hizo una pausa y luego continuó:
“Fue muy buena estrategia porque no tuvieron escapatoria. En medio de los disparos salieron tres de ellos heridos; uno en un brazo y los otros dos en las piernas, pero sin mayores consecuencias. Los de nosotros salieron ilesos porque estaban bien atrincherados”.
En ese momento el mesonero empezó a traer los platos que se habían seleccionado del menú.
El relato se detuvo por un momento y la conversación giró en torno a los aromáticos y bien decorados platillos que se exhibían ante sus ojos.
“¡Mmm! ¡Esto huele divino!, me despertó el apetito”, exclamo la Chata.
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