Un destino difuso -
Capítulo 47
Capítulo 47:
“He estado esperando el resultado de unos exámenes, para confirmar algo que ya sospechaba desde hace unas semanas. ¡Y me dio positivo!”, dijo casi gritando y con una bella expresión de complacencia en su rostro.
“¡Huy!…, ¡Tiene que ser algo muy bueno!, dado el tamaño de tu alegría… ¡Me da mucho gusto, verte así!”
“¡Claro que es algo muy bueno, amiga!, ¡Voy a ser madre!”
“¡Hay qué alegría!… ¡Me parece mentira… no puedo creerlo!… ¡Ven dame un abrazo, lo necesito!”
Fabiana, con movimiento rápido, salió del agua y corrió en dirección a Amalia con los brazos abiertos.
“Ven acá querida”, le dijo.
“Te felicito amiga, tu alegría es mi alegría, me gozo mucho por la buena noticia. Me alegro por los dos; por Martín y por ti. ¡Hay que emoción, un bebé en casa!”
Luego en complicidad comentó:
“Te lo tenías calladito… de verdad que me estás dando una gratísima sorpresa”.
Ambas se abrazaron efusivamente, dando saltitos y meciéndose de lado a lado, como dos colegialas que han aprobado la preparatoria.
Fabiana, halando de la mano a su amiga, busco donde ubicarse de la manera más cómoda posible, y urgiéndola con la mirada, le dijo:
“¡Ven Amalia, cuéntamelo todo!”
“¡Nada amiga!, ¿Qué quieres que te cuente…? ¿Cómo se hacen los bebés?”, le dijo riéndose con desenfado.
“¡Ayn no! Agarra seriedad… ¡De esa materia, tengo lecciones todas las noches!”
Añadió sin poder contener una carcajada.
“¿Cómo fue que se decidieron a encargar?”
“Ay, Fabiana, ¡La culpa la tiene tu padre!”
Al oír la excusa, Fabiana no pudo menos que continuar riendo a mandíbula batiente, inclinándose para tomarse el estómago a dos manos.
“¡No me digas que Odín te embarazo!”
Al ver la actitud de Fabiana, Amalia no tuvo otra salida que acompañarla en su festín.
Fue una conversación muy divertida para las jóvenes mujeres.
“¡No seas loca, Fabiana!, ¿Qué te pasa…?”, dijo entre risas.
“Digo que fue culpa de tu padre, porque él fue quien con su comentario del otro día; desató en los hermanos Cruz. La fiebre de ser padres. ¿Cómo la ves?”
“Ay sí, amiga, ¡Qué locura!, así está Alejandro, con esa insistencia… pero te confieso que aunque adoro los niños, no estoy aún motivada a tener uno propio; mis intereses a corto plazo eran muy diferentes y además pensar en esa responsabilidad me agobia”.
Fabiana no se atrevía a abrirse a Amalia y contarle cuáles eran sus verdaderos miedos, por temor a ponerse en evidencia y ser malinterpretada; porque si venía al caso, Amalia estaba en igual condición.
“¿Qué dice Martín, cómo recibió la noticia?”
“Pues amiga, no he tenido ocasión de decirle todavía, porque apenas hace un rato que llamé al laboratorio para que me informaran el resultado, y fue entonces que me enteré de que mi examen había salido positivo. Sin embargo, ya sospechábamos que estábamos embarazados”, dijo Amalia con emoción.
“Se pondrá loco de contento cuando oiga que ya no es una sospecha, sino una realidad, empezará a hacerle fieros a Alejandro porque él le gano y va a ser el primero en darle un nieto a los abuelos”, comentó.
“Ah, sí, ese Martín es muy tremendo… Valeria se va a poner feliz, porque ella sí quiere nietos desde hace tiempo; pero nosotros estábamos como tú un poco reacios a asumir esta responsabilidad. Porque no creas… yo estoy muy contenta pero también un poquito preocupada”
“No, Amalia, no tienes nada de que preocuparte, tu marido te quiere y llevas una buena relación con él, ustedes son una pareja estable. Por otro lado, cuentas con mi ayuda incondicional… ya tienes en mí una nana para tu bebé”.
“Gracias, amiga, no esperaba menos de ti. ¡Qué bueno mi pequeño va a tener dos mamás!”
“¡Claro que sí, de paso, aprendo para cuando me toque el turno!”
“Bueno, pues vamos a comenzar desde ya, a cuidar a la futura mamá… ¿Quieres beber algo?, yo traje jugo de guanábana y unas empanaditas de espinaca con ricota, que me preparó Julia; están deliciosas y son horneadas, no te van a hacer daño”
“¡Ah, qué rico!, si dame, apenas comí un bocadillo esta mañana y ya tengo hambre”.
“Pues ahora, mi querida señora… no puede seguir haciendo las mismas gracias, porque ahora, eres responsable por ti y por mi sobrinito, por lo tanto, ¡A comer se dijo!”
“¡Ay no!, ¡No quiero engordar como una vaca!”
“¡Claro que no, amiga, sigues con tu rutina de ejercicios, siempre y cuando no tengas contraindicaciones; haces una dieta balanceada y ¡Ya está! ¡Vas a ser una barrigona muy linda!”
“¡Ay, no me asustes! ¡Ya me imagino, no cabiendo por ninguna puerta!”
“Huy no seas exagerada, Amalia. ¡Aja! ¿Y si son gemelos?”
“Ay, Fabiana, ya no hablemos del tema, me vas a traumatizar; ¡Dejemos la conversación de ese tamaño!”
Fabiana, haciendo caras y sonriéndole, respondió:
“Bueno… otro día le sacamos más punta a la charla, porque ahora es que nos queda tela que cortar, y tiempo de sobra”.
Llegada la hora del almuerzo, las chicas se dirigieron en dirección a sus habitaciones a prepararse para bajar a la mesa.
A punto de subir la escalera, coincidieron con sus esposos que venían llegando. Amalia corrió muy efusiva, a colgarse del cuello de su amado.
“Martín, mi amor, salió positiva la prueba, ¡Vamos a ser padres! ¡Abrázame!”
Martín, un poco desconcertado, pero sonriente, abrazó con ternura a su mujer.
“¡Ay que alegría, por fin la pegamos, cariño!”
Martín dirigiendo la mirada a su hermano le comentó:
“Si oyes Alejandro, ¡Vamos a ser padres!”
Alejandro, con rostro de sorpresa y también de agrado, dio unos pasos hacia la pareja y los abrazó.
“¡Felicitaciones! ¡Esto tenemos que celebrarlo!, deja que lo sepan mis papás, no los vamos a sacar de aquí, sobre todo a mamá, que aunque no diga nada por prudencia, sueña con ser abuela”, dijo.
“Pero subamos para que estas señoras se vistan, nos vemos en el comedor, ya van a ser las tres de la tarde, la reunión se prolongó, pero todo fluyo bien. Ahora hay motivo de doble celebración”.
Ya en la habitación, Alejandro, abrazando a Fabiana, le dijo al oído:
“Nos dejamos ganar, amor, tenemos que seguir haciendo la brega. Ojalá que no tengamos que acudir a ningún tratamiento médico porque eso nos retrasaría mucho..”.
Terminó reflexionando como para sí mismo.
Por toda respuesta, Fabiana se soltó suavemente de sus brazos y comentó:
“Voy a bañarme, Alejandro, tengo frío, estuve muchas horas en la piscina”.
“Ve cariño, tranquila, yo sé que a ti no te entusiasma mucho este tema”.
Ya en el comedor, los noveles padres, acordaron llamar a Uriel y a Valeria para soltarles la bomba.
“¡Aló, papá!, habla Martín”.
“¡Ajá Martín! ¿Qué pasó?, ¿Olvidaron algo?”
“¡Sí, papá!, ¿Esta mamá contigo?”
“Si, aquí está, ¿Pero, dime, qué pasó?”
“Algo muy bueno, acabo de enterarme ¡Que van a ser abuelos!”
“¿Cómo? ¡Repíteme! ¡No te entiendo muy bien!”
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