Un destino difuso -
Capítulo 10
Capítulo 10:
Y después recordó que había ido a la cocina a presentar a su esposa.
“Mira Julia, esta es mi esposa. Te la encargo, ve adiestrándomela en las artes culinarias”.
Y terminó bromeando.
“¡Digo por si acaso hace falta alguna vez!”
Julia se volteó sonriendo y mirando a Alejandro le dijo:
“¡Tú y tus cosas muchacho!”
Luego, dirigiéndose a Fabiana con una amplia sonrisa, exclamó:
“¡Bienvenida, Señora Fabiana, es un placer conocerla! Veo que Alejandro no mentía, eres muy bella”
Fabiana, devolviéndole la sonrisa por cortesía, le dijo:
“El gusto es mío, pero por favor llámeme solo Fabiana”
Julia, dirigiéndose a ambos, dijo por toda respuesta:
“El almuerzo está listo, solo díganme donde los sirvo”.
“Aquí en el patio Juli, el día está hermoso”
Se dirigieron hacia el patio, instalándose en una de las mesitas, disfrutando de la excelente vista que regalaba el verde fresco de la grama.
Fue entonces cuando observando mejor pudo divisar como a una cuadra de allí, un área para piscina.
La finca era hermosa, Fabiana no podía negarlo, tal vez si hubiera llegado a ese lugar en circunstancias distintas lo estaría disfrutando realmente.
Después de comer el delicioso almuerzo, Julia era una excelente cocinera, se retiraron patio adentro.
“Fabiana, voy a enseñarte las tierras que circundan la casa y los lugares por donde puedes pasear sin correr peligro”
Y, después, a manera de advertencia, le dijo:
“Y, a menos que vayas conmigo, cerciórate bien cuando lo hagas, que no hayan soltado a los perros. Aunque tienen un excelente entrenador; Hugo es un hombre diestro en su cuidado y los mantiene a raya..”.
Era mejor recordarle a Fabiana que los perros eran bravos, no quería que se repitiera lo que había sucedido la última vez, no fuera que los animales desfiguraran el rostro de su esposa y se viera obligado a esconderla por pena.
Además, estaba seguro de que su mujer no quería volver a verlos, pero de todos modos no estaba de más decírselo.
“No, no quiero verlos. Esos animales son unos monstruos, son demasiado agresivos, casi me destrozan”.
“No, no tienes por qué temer, en realidad es más intimidante su apariencia que su carácter, Además, solo se les da libertad en horarios específicos y en la noche. Poco a poco los iras conociendo, ya verás cómo te vas haciendo amiga de ellos”.
Y ante la mirada incrédula de Fabiana, él terminó diciendo:
“Son cariñosos cuando te conocen, te lo aseguro.
“Hablas de libertad para los perros… ¿Y para mí?, ¿Cuál es mi horario? ¿Cuáles son mis límites?”
“Fabiana, no tienes horario. ¡No exageres! Tienes plena libertad de recorrer lo ancho y lo largo de esta finca, excepto donde hay restricción, claro”.
Solo dentro de la finca…
Eera como si estuviera presa.
Continuaron caminando y llegaron al área dedicada al disfrute y el esparcimiento al aire libre.
Fabiana pudo apreciar en todo su esplendor el lugar que había alcanzado a divisar desde la cocina.
Era un lugar en verdad hermoso del que hacía parte la amplia piscina con borde infinito que parecía ser alimentada por una ingeniosa cascada artificial por el lado norte, y por el lado sur colindaba con un yacusi.
A lado y lado, por los laterales, la adornaban dos pebeteros que eran activados para iluminarla en la noche.
También tenía instalada una cocina campestre con su respectiva parrilla y asador para carnes, muy bien equipada.
Toda la zona estaba rodeada de palmeras y vegetación que estaban estratégicamente distribuidas, para dar una sensación de oasis, frescor y sombra.
“Ya ves, Fabiana, al fin y al cabo no la pasarás tan mal. Aquí tienes para que te entretengas. Este es un excelente lugar para descansar”.
Y añadió con sarcasmo:
“Pero no te preocupes, no siempre estarás sola, estarás deseosa de conocer mi círculo de amigos; nos encanta estar aquí y pasarla bien. ¿Te gusta?”
‘¡Huao!’, pensó Fabiana.
¡Pero claro que le encantaba! Era sencillamente un sitio paradisiaco.
Pero se limitó a decir:
“Sí… está aceptable”.
“Es más, también contamos con una buena caballeriza. En algún momento te llevaré a conocerla, solo que es un área restringida. Van allí solo las personas autorizadas; pero dada la ocasión te buscaré un caballo para que pasees un rato por la hacienda”.
Fabiana pensó que Alejandro no parecía comprender por todo lo que ella estaba pasando, pero era mejor llevar la fiesta en paz, como dice el dicho, por ahora…
No tenía la menor intención de provocario.
Le seguiría la corriente y observaría… conocería el movimiento de la casa, a sus empleados… y poco a poco iría trazando un plan, porque ella amaba su libertad y no pensaba vivir encerrada toda la vida, ni atada a un matrimonio sin amor y por obligación.
Pensando en eso, decidió responder:
“Gracias Alejandro, este lugar es bueno, lo disfrutaré cuanto me sea posible. Y sí, también me gustan mucho los caballos, me identifico con ellos”.
“¡Igual que a ellos, me gusta la libertad!”, pero al final no se contuvo y le lanzó una pullita.
“¿Y en cuanto a mis límites? ¿Puedo salir?”
“¡Ya te dije que puedes salir cuanto se te antoje! Excepto a las áreas restringidas, que son el a la de la casa donde está mi oficina y las caballerizas; a menos que yo te lleve personalmente”.
“Tú sabes a lo que me refiero… Alejandro, dijo ella enfática pero calmada.
“No, Fabiana, no te quieras pasar de lista. Por ahora, eso no es posible”
“¿Estoy secuestrada?”
“¡Claro que no lo estás! ¡Eres parte de un trato y nada más! A nadie qué esté secuestrado se le da el trato que tú estás recibiendo aquí. ¡No hablemos más del asunto!, respondió Alejandro con voz un tanto alterada.
Fabiana se arrepintió un poco de haber ido tan lejos.
Pero si no era así, ¿Cuándo iba a poner en claro su situación?
¡Seguro que Alejandro no se iba a tomar la molestia de ponerla al día!
Por lo pronto alguna luz había conseguido y cada que tuviera la oportunidad lo haría. Porque en este escenario de cosas ella era su único abogado y protector; nadie más defendería su causa.
“En otro momento te seguiré dando el tour por la hacienda. Ahora tengo otros compromisos. Y, de esa forma, Alejandro sintió que había cumplido con sus labores de esposo por ese día, y creyéndolo suficiente, se deshizo de ella”.
Devolviéndose sobre sus pasos, se encontraron con Amalia, que se dirigía hacia la piscina; envuelta en una salida de baño.
“Hola, ¿Cómo están?”
Dirigiéndose a Fabiana y tocándole el hombro, le dijo:
“Te invito a echarte un chapuzón ¡El agua debe estar deliciosa, la tarde está muy linda!”
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