Un año para divorciarme -
Capítulo 88
Capítulo 88:
Hugo se mantuvo toda la mañana trabajando en la oficina, tenía muchísimo trabajo o simplemente no lograba concentrarse en lo que hacía, por lo que tenía que volver a comenzar de nuevo, todo se debía a la invitada que había llegado un par de horas antes y se encontraba en la sala de reuniones.
Cuando llegó al trabajo esa mañana se encontró con la terrible noticia de que su esposa, o exesposa próximamente, tenía una reunión con los ejecutivos de la empresa para solicitar una cooperación.
Usualmente Hugo se encargaría de este tipo de trabajos, pero como había decidido mantener distancia le dejó la decisión al resto y aseguró no querer tener participación en dicho acuerdo.
Debido a eso, Hugo no salió de su oficina en toda la mañana, no quería encontrarse a Sara por casualidad en alguno de los pasillos de la empresa, pero el saber que ella estaba ahí, tan cerca, no le permitía concentrarse en el trabajo.
Después de un largo monólogo y convencerse de que no había razones para esconderse decidió salir a almorzar, suspiro de alivio al conseguir salir de la empresa sin encontrar a Sara, pero su buena suerte se vio interrumpida cuando al sentarse en el restaurante se percató que en unas mesas de más adelante se encontraba su infierno personal, hecho a medida y en tacones.
Ella lo vio de inmediato y le regalo una radiante sonrisa, de esas que hacen que el sol se vuelva opaco con tanto esplendor, luego precedió a acomodar detrás de la oreja un mechón de cabello sin apartar la mirada de Hugo, volvió a sonreír, pero esta vez le dio una pequeña mordida a su labio inferior, derrochando sensualidad.
Hugo no lo soportó más y se paró de la mesa con un sonoro empujón de la silla, todos los presentes lo miraron y avergonzado le pidió a Alejandro cambiar de asiento, quedando así de espaldas a su adorado tormento.
Había muchas cosas en la vida de las que Sara disfrutaba, correr, beber una copa de vino con sus amigas, escuchar música… pero nada le había provocado tanta satisfacción como ver a Hugo sonrojarse y perder el control.
Esa mañana había ido a la empresa con la esperanza de verlo, pero el muy cobarde se había escondido, gracias a la increíble Nadia tenía todos los pasos que él iba a dar esa semana, así que le fue muy fácil provocar otro encuentro casual.
Cuando Hugo intercambio asiento con Alejandro y le dio la espalda, ella también se puso de pie y caminó hasta su mesa, no podía dejar de sonreír.
“Buenos días, Señor Moretti, que milagro verlo por aquí”.
“No creo que sea un milagro Sara, en todo caso sería una desgracia, y ahora si no te molesta me encantaría disfrutar tranquilamente de mi almuerzo”.
“No creo que esas sea formas de hablarle a su esposa Señor Moretti”.
“Exesposa”. Le rectifico él.
“No recuerdo que el divorcio fuera oficial hasta ahora. Así que sigo siendo tu esposa”.
“Solo por ahora, no tengas prisa, estoy seguro de que en un par de horas te avisaran de que nuestra separación es oficial”.
La sonrisa del rostro de Sara se borró al comprender lo que él quería decir y sintió algo romperse en su pecho, pero alzo la cabeza y recuperándose le habló.
“Veo que es usted muy feliz con esta noticia Señor Moretti, pero no creo que se pueda deshacer de mi tan fácilmente”.
Sara no espero respuesta, ni se despidió, simplemente le dio la espalda y se puso a andar contoneando las caderas con sensualidad. Salió del restaurante y los ojos le comenzaban a picar, tenía enormes deseos de llorar, pero los aguantó, le envió un mensaje a Nadia.
[No sé cómo vas a hacer, pero el papel del divorcio debe desaparecer y no llegar nunca al registro civil].
Nadia leyó el mensaje y se lo reenvío a Alejandro con una carita llorando y la simple frase:
[Mi vida depende de ello]
Hugo regresó a la empresa media hora más tarde y de peor humor, nadie podía hacer carne a más de 10 metros sin tener que escucharlo gritarle, a todo le encontraba defectos y con nada parecía satisfecho.
Alejandro temió por su vida si algo le sucedía al papel de divorcio, pero decidió apostar lo todo a una última jugada.
Entró a la habitación con ritmo estable, con una tasa de café en la mano, pero cuando estaba llegando a la mesa fingió tropezar y todo el líquido cayó encima de los documentos que allí estaban.
“No entiendo cómo puedes ser tan inútil” le gritó Hugo.
Alejandro intentó secar los papeles pero Hugo le gritó con más fuerza y le dijo que saliera.
Al cabo de una media hora Hugo salió de la oficina y Alejandro se aseguró de quedar solo y aprovechar su oportunidad, pero para su terrible suerte, el papel del divorcio no estaba entre los arruinado y tampoco estaba en la oficina, eso solo quería decir que Hugo ya lo había enviado.
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