Un año para divorciarme -
Capítulo 68
Capítulo 68:
Cuando Martin intentó dar golpes a Hugo, Emily se paró en el medio de los dos.
“Podrías parar de hacer el ridículo” le gritó a Martin.
“Hugo acaba de llegar y ya se marcha. Además, quien te crees para entrometerte en mi vida. Escúchame bien Bianchi, que sea la primera y última vez que te apareces en mi casa y montas una escena”.
Cuando Emily termino de hablar le dedico una mirada de disculpas a Hugo y entró a la casa azotando con fuerza la puerta.
Martin se quedó en silencio pensando mejor las cosas y se pasó las manos por el cabello frustrado, quiso decirle algo a Hugo, pero este levantó la mano impidiendo hablar y luego comenzó a caminar alejándose de él.
Martin conocía bien a Hugo, y sabía que cuando estaba enojado lo mejor era estar lo más lejos posible de él, así que optó por no insistir y dejarlo marcharse.
A pesar del golpe que recibió temprano en la mañana, el humor de Hugo fue bastante bueno el resto del día trabajo sin descanso adelantando todo el trabajo que podía, mientras que el pobre Alejandro corría de un lado a otro para cumplir las órdenes de su jefe.
Hugo había ordenado que todo tenía que salir perfecto y de no ser así le pidió que se olvidará de su trabajo porque a partir de ese día tendría que limpiar los baños del edificio completo, a Alejandro esta amenaza no le hizo nada feliz, así que llevaba todo el día puliendo detalles para que el plan fuera perfecto.
Había pasado cinco días desde la última vez que Sara recibió un ramo de rosas o algún mensaje de Hugo, pensó que debería sentirse feliz, ya que su esposo por fin se había rendido, pero la realidad estaba lejos de ser esa.
Sara observaba constantemente su teléfono esperando algún empalagoso mensaje que nunca llegaba, los últimos días había comenzando con los preparativos de cuatro restaurantes más uno de ellos era fuera de la cuidad así que esa noche debía tomar un vuelo.
Sara y Nadia fueron juntas hasta el aeropuerto y abordaron el avión, el vuelo duraría sólo un par de horas y luego al bajar alguien las recogería y las llevaría al nuevo restaurante. Las aeromozas pasaban constantemente ofreciéndoles comida y bebidas, pero Sara no tenía apetito, en cambio Nadia tenía un poco de sed, así que bebió un jugo de mango y a los pocos minutos le entró mucho sueño y se quedó dormida.
Sara observó a su compañera descansado y no vio nada sospechoso, era normal que Nadia estuviera fatigada, llevaban muchos días repletas de trabajo, así que ella decidió cerrar los ojos también e intentar descansar.
Estaba profundamente dormida cuando el avión aterrizó y solo escuchó la voz de una de las azafatas.
“Si señor, ambas están dormidas. Pueden subir”. Sara prestó atención a lo que decía y su sexto sentido le dijo que corría peligro, así que abrió un poco los ojos y se aseguró que estaba sola.
Se levantó de su asiento y fue hasta el de Nadia, pero por más que la movió y la llamó Nadia no se despertó, unos minutos después cuatros hombres robustos entraron.
Una parte del cerebro de Sara le decía que escapara pero la otra le impedía abandonar a Nadia, al final Sara se quedó y lucho contra los hombres, se le daba muy bien las artes marciales, así que podía defenderse bien, pero no era una pelea justa cuatro contra uno, cuando ya estaba lo bastante cansada uno de los hombres la inmovilizó y la cacho sobre su espalda, como a un saco de papas, colgando boca abajo Sara vio como cargaban a Nadia y se la llevaban también.
Comenzó a gritar y a pedir auxilio tan alto como pudo, pero el hombre que la cargaba le advirtió.
“Guarda silencio si quieres volver a ver a tu amiga”. Sara obedeció por temor a que algo le sucediera a Nadia.
La sacaron del aeropuerto por la puerta trasera, donde una camioneta les esperaba, Nadia fue llevada en otro carro así que Sara la perdió de vista y comenzó a sentirse muy ansiosa.
“¿Quién eres? ¿Quién te contrato? Te pago el doble de lo que te ofrecieron. No, te pago 10 veces más lo que te dieron por secuestraron solo tienes que soltarnos a mi amiga y a mi”
El hombre no dijo nada y Sara se sintió aún más nerviosa.
“¿A dónde me llevas? ¿Fue mi familia quien te contrató? Habla de una maldita vez”.
“Lo siento Señora Sara, pero no puedo decir nada, ya usted pronto lo descubrirá”.
La camioneta se detuvo y le abrieron la puerta, Sara vio que estaba en otra pista de aterrizaje, pero en frente de ella lo que había era un helicóptero. Los hombres la empujaron y la obligaron a subir.
Media hora más tarde todavía Sara no veía nada más que agua a su alrededor, de pronto uno de los hombres se acercó con una jeringuilla en la mano.
“Lo siento señora, son ordenes”.
Sara intentó defenderse pero fue en vano, pronto sus ojos se cerraron y no pudo escuchar nada más.
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