Sus mil secretos
Capítulo 1558

Capítulo 1558:

El corpulento hombre sonrió mientras se frotaba la mejilla, que le escocía por la feroz bofetada de Sonia. Murmuró en tono elocuente: «Eres una fiera, ¿Eh? Espera a que te dé una lección’’.

Sonia trago saliva nerviosamente, arrepintiendose inmediatamente de su decision anterior de golpearle. Enfurecerlo solo empeoraba la situacion.

Cuando el hombre se acercó lentamente a Sonia, ella retrocedió instintivamente.

Para su sorpresa, chocó contra un sofá. El hombre agarró a Sonia por el hombro y le arrancó un grito de horror, pero ella no pudo zafarse de su agarre.

Desgraciadamente, no tenía adónde ir. Para horror de Sonia, el hombre utilizó su mano libre para taparle la boca y empujarla al sofá. Luego la inmovilizó sin piedad con su cuerpo antes de que pudiera incorporarse.

Sonia gritó y agitó las extremidades. Al principio, sus acciones desconcertaron a su secuestrador, pero poco a poco éste se fue imponiendo. Con una mano le sujetaba las muñecas mientras la inmovilizaba con las piernas y con la otra tiraba del vestido.

Sonia inmediatamente entró en pánico y gritó: «Ayu…».

Apenas acababa de pronunciar la palabra cuando el hombre se abalanzó sobre ella y le tapó la boca. Luchó por liberarse de él e intentó arañarle la cara con las uñas, pero él le agarró la mano con facilidad y se la retorció, apretando más a Sonia contra el sofá.

“Cállate o sufrirás aún más», amenazó mientras lanzaba a Sonia una mirada amenazadora.

Le presionó el brazo con tanta fuerza que la frente de Sonia se llenó de sudor frío.

De repente, levantó la mano y le dio una bofetada en la mejilla.

Una huella roja apareció al instante en la cara de Sonia. Incluso le brotó sangre de la comisura del labio partido. La mejilla y los labios se hincharon dolorosamente y Sonia dirigió una mirada furiosa a su secuestrador.

El hombre sonrió con suficiencia ante su desdichado estado.

“Jajaja. Esta es la venganza por tu bofetada de antes’’.

La abofeteó de nuevo, y el impacto hizo que la cara de Sonia se girara hacia el otro lado. Sintió el sabor de la sangre en la boca y la mitad de la cara le dolía. Aun así, cerró los ojos y respiró hondo antes de burlarse: «Supongo que no tienes miedo a morir».

El hombre presionó los dientes y siseó: «Cállate».

No esperaba que fuera la hija de un general y no una rica heredera.

Como tal, perder la vida era una clara posibilidad.

Cuando ese pensamiento cruzó su mente, el secuestrador se paralizó de repente. ¡Olvidé decirle a mi jefa su identidad!

Se apresuró a golpear la cabeza de Sonia contra la pared.

Justo antes de desmayarse, Sonia exclamó roncamente: «Harvey…».

Cuando el secuestrador se dio cuenta de que había enmudecido, soltó inmediatamente a Sonia por miedo a matarla. Luego, sacó su teléfono e hizo una llamada.

Mientras tanto, una preocupada Lorraine se frotaba las sienes sentada en el asiento trasero de un coche en marcha. Le preguntó a su subordinado en el asiento del copiloto: «¿Crees que Sonia decía la verdad?».

Seguía intranquila porque el bolso era demasiado importante para ella. Aunque al principio pensó en pedir al chófer y a su subordinada que recogieran el bolso, al final decidió hacerlo ella misma, no fuera a ser que hubiera más contratiempos.

Su subordinado respondió: «No quiero ser pesimista, Lorraine, pero es difícil saberlo. Son ricos, pero su bolso también es muy caro. ¿Cómo iba a dejarlo en su casa?».

“Pero no se preocupe, Señora Lorraine. Si nos ha engañado, le daremos una lección tan dura que deseará morir’’.

Después de todo, la inmigración ilegal también era un delito grave.

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