Sus mil secretos -
Capítulo 1522
Capítulo 1522:
Mientras Aaron exigía agresivamente una respuesta, Dylan cerró los ojos, inseguro de cómo debía responder al incesante bombardeo de preguntas difíciles de su hijo.
«¡Dilo! ¿Por qué…?”
‘‘¡Porque es tu hermanastra! Tu hermana de otra madre». La pregunta inconclusa de Aaron murió en sus labios al oír la respuesta.
Atónito, miró sin comprender a su padre.
¿Qué… qué has dicho?
Estaba completamente desconcertado.
Esto es absurdo. ¿Cómo es posible?
“Aaron, Arielle es tu hermana de otra madre. Es la hija que me nació de mi amada mujer’’, volvió a explicar Dylan con el ceño fruncido, pero sus ojos nunca se apartaron de los de Aaron.
En realidad, hacía tiempo que quería contárselo a Aaron, pero le disuadía el hecho de que su hijo pudiera no ser capaz de aceptarlo. Por eso esperaba retrasarlo hasta que mejorara su relación con Arielle. Nunca se le había pasado por la cabeza que el secreto saliera a la luz en tales circunstancias.
“No puede ser. Es imposible’’. Aaron palideció ante sus palabras. Sintió que su mundo se volvía del revés, como si hubiera caído en un oscuro abismo y su vida llegara pronto a su fin. La desesperación y el abatimiento más absolutos se apoderaron de él, haciendo que su cabeza palpitara sin cesar.
Una angustia instantánea se apoderó de Aaron.
La realidad que le acababan de transmitir era mucho peor que descubrir que su propio padre sentía algo por Arielle.
¿Cómo podía ser Arielle mi hermana? ¡Qué ridículo!
‘‘Es verdad’’, volvió a recalcar Dylan, sabiendo que Aaron no le había creído la primera vez.
“Son todo mentiras. No te creo. No intentes engañarme». Aaron respondió despectivamente antes de ponerse como loco y salir corriendo.
Observando su espalda mientras se marchaba, Dylan no podía comprender la enorme reacción de Aaron.
¿No es maravilloso tener una hermana mayor? Hay una persona más que le querrá a partir de ahora. ¿Por qué no puede aceptar el hecho de que tiene una hermana?
Aaron se sintió tan desesperanzado en aquel momento, como una bestia varada que no tuviera forma de escapar de la cruda verdad de la vida. Ni una sola vez se le había ocurrido que la única mujer a la que deseaba tanto perseguir era su hermanastra.
Esto es una broma. ¿Por qué ha tenido que pasarme esto a mí?
Se sentó en el coche y enterró la cara en las palmas de las manos, llorando profusamente. Las lágrimas seguían brotando de sus ojos antes de filtrarse entre sus dedos y fluir hasta el suelo.
“No puede ser. Esto no puede ser así. Definitivamente no eres mi hermana…’’ bramó mientras salía del hospital a toda velocidad.
Siguió acelerando como si ésa fuera la única forma de aliviar su insatisfacción, su furia y la desgarradora desesperación que surgía del fondo de su corazón.
Mientras tanto, Dylan retiró la mirada y se dirigió hacia Vinson, para darse cuenta de que éste tenía el brazo herido.
Le dio un golpecito en el hombro y le dijo en voz baja: «Te han disparado en el brazo. Deja que el doctor te opere y te saque la bala’’.
Al fin y al cabo, en el hospital militar había otros quirófanos y salas de urgencias.
Al oír las palabras de preocupación de Dylan, Vinson volvió a llorar. “Lo siento, papá, por no haber cuidado bien de Sannie’’.
Aunque Dylan estaba enfadado con él por faltar a sus deberes de marido, no pudo reprocharle nada a Vinson al ver las heridas de bala en el brazo de éste.
En lugar de eso, le dijo: ‘‘Lo has hecho muy bien’’.
A juzgar por sus heridas, Dylan podía imaginar aproximadamente lo peligrosa que era la situación en aquel momento. Vinson tenía que conducir y proteger a Arielle mientras esquivaba las balas por ella. Dylan no podía quejarse, teniendo en cuenta que Vinson había reducido los posibles daños al mínimo.
Luego, hizo señas a un doctor para que llevara a Vinson al quirófano. Sin embargo, éste se mostró inflexible y dijo que no se movería ni un milímetro hasta que la operación de Arielle hubiera concluido con éxito.
Dylan no tuvo más remedio que dejarle en paz.
Se quedó mirando la puerta, preocupado y preguntándose cómo estaría el estado de Arielle.
De repente, el p$netrante timbre de su teléfono rompió el silencio. Dylan escaneó la pantalla y contestó a la llamada.
“¿Qué? ¿Qué… acabas de decir?». Se tambaleó unos pasos hacia atrás.
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