¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? -
Capítulo 90
Capítulo 90:
Katelyn miró detrás de ella, desprevenida.
Sharon, enfundada en el atuendo verde pálido del hospital, salía lentamente del quirófano. El rítmico pitido del dispositivo de infusión marcaba su laborioso viaje. Su rostro, demacrado y dolorido, reflejaba la gravedad de su reciente operación.
Lise abrió los ojos alarmada al ver a su madre.
«¡Mamá!»
Corriendo hacia la camilla, Lise parecía totalmente ansiosa. Se agarró al brazo del médico más cercano y le preguntó con lágrimas en los ojos: «Doctor, ¿cómo está mi madre? ¿Cuándo se despertará?».
El tono del médico era firme, pero tenía una nota de gravedad. «La operación ha ido bien, pero su estado sigue siendo muy grave. Es esencial que esté tranquila durante la recuperación. No vuelva a alterarla. Cualquier estrés adicional podría poner en peligro su recuperación, y podríamos no tener otra oportunidad.»
Katelyn, observando la escena, sintió un atisbo de duda. Una sutil inquietud se apoderó de ella, insinuando que podía haber algo más en las palabras del médico de lo que parecía a simple vista. Tenían que asegurarse de que Sharon estuviera siempre tranquila, y nadie podía alterarla…
Decidida, Katelyn se acercó al lado de Sharon y la examinó de cerca. A pesar de la palidez de su piel, los labios de Sharon mostraban un leve rubor.
A tan corta distancia, Katelyn notó el leve movimiento de las pestañas de Sharon, una clara señal de que alguien estaba fingiendo.
Cuando se dio cuenta de la farsa, la expresión de Katelyn se tensó.
Se percató del elaborado montaje de Lise y comprendió que las advertencias de la doctora formaban parte de un plan cuidadosamente elaborado.
Lise se secó cuidadosamente los ojos con un gesto demasiado dramático antes de lanzar una mirada a Katelyn.
«Katelyn, ¿podrías quedarte aquí y esperar a que mamá se despierte? Le alegraría mucho el día si te viera aquí cuando abra los ojos».
¿«Alegrarle el día»?
repitió Katelyn, con un tono de incredulidad-. ¿No te parece ridículo? Lise no tenía vergüenza. Estaba dispuesta a decir cualquier cosa para conseguir lo que quería».
Con un suspiro que pareció despojarla de toda esperanza, Lise añadió: «Ha habido tantos malentendidos entre mamá y tú. Una madre y una hija no deberían guardarse rencor. Si pudierais hablarlo, todo iría bien. He estado buscando el momento adecuado para que os reconciliéis, y ahora me parece perfecto».
Sus ojos estaban decididos. No podía dejar que Katelyn se marchara hoy. Si lo hacía, todos sus esfuerzos serían en vano. Sin que ella lo supiera, Katelyn ya había renunciado a marcharse. Su interés se había despertado y estaba ansiosa por ver qué pasaba a continuación.
Sin mediar palabra, Katelyn siguió a la camilla hasta la sala cercana. En el interior, Sharon estaba rodeada de avanzados equipos médicos, cada uno de los cuales monitorizaba en silencio su estado. La pantalla mostraba lecturas estables y saludables.
Katelyn esbozó una sonrisa irónica. Pensó que eran ilusos, que estaban absortos en sus propias ideas, que creían que ella no se daría cuenta de nada. ¿De verdad creían que no se daría cuenta? Para aumentar su engaño, incluso habían llegado a utilizar equipo médico, haciéndose parecer absurdos en el proceso.
Lise siguió a Katelyn a la sala, sin dejar de interpretar su papel. «Me pregunto cuándo se despertará mamá», dijo Lise, con una voz cargada de simpatía insincera.
Katelyn se sentó en silencio, con los ojos fijos en Sharon. Esperaba el momento en que se descubriera la treta de Sharon.
Lise, irritada por la indiferencia de Katelyn, se mordió el labio, tratando de contener su frustración. No era el momento adecuado para que Sharon se despertara; necesitaban al menos media hora más para que su plan cuajara.
Katelyn, con una mirada decidida, metió la mano en el bolso y sacó un llavero con un peluche: un pequeño zorro con una gran cola tupida. Se acercó a la cama de Sharon con el juguete en la mano.
Lise la observó, insegura de cuál sería el siguiente movimiento de Katelyn. Con una sonrisa socarrona, Katelyn rozó la nariz de Sharon con la cola del zorro.
En una fracción de segundo, Sharon abrió los ojos de golpe y estornudó, rompiendo el fingimiento.
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