¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? -
Capítulo 88
Capítulo 88:
La voz de Lise era aguda y llena de urgencia, lo que indicaba que estaba al borde del pánico.
«Ven al hospital ahora mismo. Acaban de llevar a mamá al quirófano».
Katelyn sintió una repentina opresión en el pecho, pero sus ojos delataron un destello de escepticismo. Esta misma mañana, Sharon había tenido energía suficiente para presentarse en su puerta, gritándole. ¿Cómo podía estar en el hospital de repente?
Sharon siempre había estado pendiente de su salud, acudiendo a revisiones periódicas todos los años. Aparte de una presión arterial ligeramente elevada, se suponía que estaba sana.
Katelyn consiguió mantener la voz firme. «Debes de haberte equivocado de persona. Ya he dicho que ya no somos familia».
«¿Cómo puedes ser tan indiferente en un momento así? ¿No te das cuenta de que podrías perder tu última oportunidad de ver a mamá?». Lise apretó con fuerza el teléfono y sus palabras salieron entre dientes. «A pesar de los agravios del pasado, ha sido tu madre durante más de veinte años. ¿De verdad puedes perder esta última oportunidad de verla?».
El tono de Lise era excepcionalmente serio, nada parecido a una broma.
Frunciendo el ceño, Katelyn preguntó con severidad: «¿Qué está pasando exactamente?».
Lise cerró los puños y recitó sus frases ensayadas. «Después de salir de tu casa, mamá empezó a quejarse de dolor en el corazón y luego se desmayó. Los médicos dicen que está grave y que quizá no despierte. Tienes que venir, podrías arrepentirte para siempre».
¿Dolor de corazón? La confusión aumentó. Sharon nunca había tenido problemas de corazón. ¿Cómo podía tener problemas cardíacos de repente?
Justo entonces, el ruido de fondo del lado de Lise se hizo audible.
«¿Quién es el familiar de Sharon Bailey? Necesitamos que alguien firme unos documentos urgentemente. El estado de la paciente es crítico».
Lise se apresuró hacia delante, sus pasos se aceleraron y su voz se llenó de lágrimas.
«Doctor, por favor, haga todo lo posible por salvar a mi madre. No puedo perderla».
«No se preocupe, hacemos todo lo que podemos».
Al oír esto, Katelyn apretó involuntariamente los puños, imaginando a través del teléfono la frenética y agitada escena que se vivía a las puertas del quirófano. Lise no se inventaría algo tan grave.
Una punzada de preocupación oprimió el pecho de Katelyn y la impulsó a preguntar: «¿En qué hospital estás?».
Entre lágrimas, Lise respondió: «Hospital Renan. El médico ha dicho que mamá podría no sobrevivir».
«Vale, iré enseguida».
Katelyn terminó la llamada, sumida en sus pensamientos. ¿Cómo podía Sharon desmayarse de repente y acabar en el hospital? Y conociéndola, ¿por qué iba a ponerse en contacto con Katelyn de inmediato, a menos que necesitara algo o estuviera tramando otro plan?
Todas estas suposiciones se basaban en la premisa de que sólo se trataba de otro plan. Pero ¿y si era real?
Katelyn cerró los ojos, recordando el afecto que Sharon le había demostrado una vez. Aquellos días se desarrollaron ante ella, el tiempo anterior a que su identidad como rica heredera se viniera abajo, cuando era la joya de la corona de Sharon. El dolor y la desilusión que siguieron eran innegables. Sin embargo, el amor que Sharon le había demostrado no podía deshacerse simplemente por esos acontecimientos.
Su infancia había estado llena y moldeada por ese afecto. Tras una profunda reflexión, sus emociones se apoderaron de ella. Perder la oportunidad de ver a Sharon -posiblemente por última vez- sería un arrepentimiento para toda la vida.
Vincent, sentado a su lado, había oído la llamada.
«¡Iré contigo!» dijo Vincent.
Katelyn, sacada de su ensueño, miró a Vincent con preocupación.
«No, aún te estás recuperando. Puedo arreglármelas solo. Cierto o no, entenderé la realidad una vez allí».
Mientras tanto, en el hospital de Renan, Lise terminó la llamada con una sonrisa de oreja a oreja. Percibía el cambio en los sentimientos de Katelyn y confiaba en que su naturaleza la llevaría hasta ellos.
En ese momento, un hombre se paró junto a ella, buscando aprobación con ojos ansiosos.
«Señorita Bailey, ¿ha sido convincente mi actuación?»
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