Capítulo 168:

Katelyn se mantuvo en silencio a un lado, asegurándose de no interrumpir a Vincent.

El salón estaba suavemente iluminado, el suave resplandor delineaba la silueta de Vincent.

Sus ojos, fríos y penetrantes, mantenían una precisión sin pestañear mientras se concentraba en su reunión en línea. Ella esperó en silencio, con su presencia como telón de fondo tranquilo.

El aire entre ellos se llenó de una paz inesperada, aunque nadie hablara.

Cuando por fin terminó la reunión, Vincent se quitó los auriculares y se dio cuenta de que Katelyn se había quedado dormida en el sofá.

Estaba acurrucada, con el ceño fruncido. Un mechón de pelo había caído sobre su pálido rostro, recordándole a los glamurosos carteles de cine. No sabía cuándo había llegado Katelyn ni cuándo se había quedado dormida a su lado.

Con suavidad, se acercó a ella y le tendió la mano, pero luego la retiró, con cuidado de no despertarla tras una larga noche.

Con cuidado, se inclinó para levantarla, deslizando el brazo con cuidado por debajo de sus rodillas.

La manipuló como si fuera un frágil tesoro, asegurándose de no perturbar su sueño.

Por suerte, Katelyn permaneció dormida mientras él la tumbaba suavemente en la cama.

La luz del dormitorio seguía encendida, proyectando un suave resplandor. Vincent estaba de pie a un lado, con los ojos recorriendo suavemente el contorno de las facciones de Katelyn mientras dormía.

Fuera, la lluvia lloviznaba sin cesar, mezclándose con el suave susurro de las hojas.

El árbol que había junto a la puerta se mecía con el viento, y su sombra parpadeaba intermitentemente sobre la pantalla. Vincent apartó la mirada, ensimismado.

Katelyn, sumida en un sueño profundo y poco frecuente, se despertó a las siete de la mañana, con el reloj interno aún en hora.

Se frotó el cuello rígido, tratando de reconstruir los acontecimientos de la noche anterior.

Recordaba haber esperado a Vincent durante su reunión y haberse quedado dormida en el sofá, para encontrarse ahora en el dormitorio.

Salió de la cama y, al pasar por la cocina, la saludó el tentador aroma de la comida.

Sobre la mesita, Katelyn encontró una nota escrita con letra fuerte y en negrita:

«He hecho el desayuno. Cómetelo cuando te despiertes, Vincent».

Las pocas palabras, aunque sencillas, trajeron una cálida sensación al corazón de Katelyn.

A menudo se saltaba comidas cuando estaba enfrascada en el trabajo, lo que le provocaba continuos problemas gástricos.

En los tres años de matrimonio, Neil nunca había cocinado para ella ni le había recordado que comiera a su hora. Vincent, sin embargo, mostró un nivel de cuidado que ella no había conocido antes.

La cuidaba como un verdadero amigo.

Con la nota en la mano, Katelyn sintió una oleada de gratitud. En ese momento, sintió que la fría barrera de su corazón empezaba a ablandarse.

Fue como si un glaciar se hubiera fundido en refrescante agua de manantial.

Vincent parecía distante y reservado, pero sus acciones revelaban una amabilidad sorprendente.

En cambio, Neil, aunque educado por fuera, era profundamente egoísta y despreocupado.

Katelyn se fijó en las hendiduras del sofá, señales de que alguien había estado allí recientemente. Estaba claro que Vincent había pasado la noche en el sofá.

No podía imaginarse cómo Vincent había podido dormir allí cómodamente.

Sentada a la mesa, comió un tazón de avena.

Era normal, pero Vincent le había añadido bayas y nueces. Desde que empezaron a colaborar, Vincent se había desvivido por ella. Ahora, Katelyn sentía que era hora de devolverle el favor.

Dejando a un lado sus pensamientos, decidió ir a trabajar y pensar en cómo demostrar su gratitud.

Se maquilló ligeramente y se puso ropa informal. Justo cuando estaba a punto de salir, sonó su teléfono. El nombre de Aimee apareció en la pantalla. En cuanto Katelyn contestó, la voz ansiosa de Aimee llenó la línea.

«Kat, ¿has visto las últimas noticias? Vuelves a estar en ella, y no es bueno para tu caso de divorcio».

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