¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora?
Capítulo 107

Capítulo 107:

No tenía sentido cuando Neil afirmó que sus acciones estaban motivadas por la venganza. Estaba claro que solo estaba inventando excusas para evitar dejar a Katelyn.

La expresión de Neil se volvió fría, su mirada aguda.

«¿Cómo puede ser eso? A partir de este momento, Katelyn es mi archienemiga. Haré todo lo que esté en mi mano para hacerle la vida imposible».

La mirada de Lise era una mezcla de emociones. Dudó antes de hablar: «Pero no creo que esto sea bueno para ninguno de los dos».

Un destello cruel brilló en los ojos de Neil mientras apretaba los dientes. «Me da igual. Lo único que quiero es que Katelyn pague un precio muy alto».

Aunque Lise quería disuadirlo aún más, contuvo sus palabras al oír su determinación.

Tenía que encontrar la manera de acelerar la separación de Neil y Katelyn.

Mientras tanto, Katelyn, sin éxito en conseguir que Neil firmara el acuerdo, se quedó pensativa en casa. Llamó a Aimee y decidieron ir juntas a un bar.

Aimee eligió el bar más animado de la ciudad.

La vida nocturna se animaba a partir de las nueve de la noche. El aire estaba cargado de alcohol y nicotina. La pista de baile estaba llena de jóvenes que se movían enérgicamente al ritmo de la música ensordecedora.

Era como un parque temático diseñado para adultos.

Para salir por la noche, Katelyn llevaba un vestido largo negro que dejaba al descubierto su espalda, complementado con sus labios brillantes y unos tacones altos, que le daban una figura despampanante. Atrajo muchas miradas de admiración y algunos curiosos destacaron su belleza.

Su mesa estaba en el segundo piso, con una buena vista de todo lo que había abajo.

Aimee agitó su vino y miró a Katelyn, que parecía sombría.

«¿Qué te pasa, chica? Pareces muy deprimida».

Al mencionar sus problemas, la expresión de Katelyn se agrió. Se volvió para observar la pista de baile, con un tono frío.

«Todo es culpa de Neil. Se echó atrás en el último momento y no firmó el acuerdo de divorcio. Ahora tengo que encontrar un abogado mejor que se encargue de mi divorcio».

Katelyn estaba decidida a divorciarse. Con esa declaración, echó la cabeza hacia atrás y se terminó el vino de un trago. Aimee sonrió con satisfacción y enarcó una ceja.

«¿Crees que Neil ha cambiado de opinión porque se ha dado cuenta de que eres a quien quiere de verdad? A lo mejor no soporta dejarte marchar, pero es demasiado orgulloso para admitirlo, así que se ha inventado esa estúpida excusa», bromeó.

Katelyn torció la boca, disgustada, y se frotó los brazos, tratando de calmar la piel de gallina.

«Sinceramente, me dan ganas de arrancarme los ojos sólo de recordar que una vez amé a ese hombre».

Lo que decía era cierto.

Los momentos que había pasado con Neil habían sido los mejores de su vida, pero ahora estaban manchados de arrepentimiento. Lamentaba los años de juventud desperdiciados en un hombre indigno de ella.

Aimee estalló en carcajadas ante las duras palabras de Katelyn, recostándose cómodamente en su asiento.

«Me encantaría ver la cara de Lise ahora mismo; seguro que echa humo».

Todos sabían lo que Lise pensaba. Esperaba poder ser la esposa de Neil después del divorcio. Mientras Neil y Katelyn siguieran casados, Lise seguiría siendo una amante.

Katelyn volvió a llenar su copa, el vino tinto brillante resplandecía como un elixir hechizante bajo la luz. Miró el vino en su copa con una expresión despreocupada e indiferente en su bello rostro.

«No me importa lo que piense. Sólo espero que acabe con esa escoria el resto de su vida. Una escoria y un rompehogares son la pareja perfecta».

Uno traicionó a su mujer haciendo caso omiso de las normas morales, mientras que el otro, plenamente consciente del matrimonio, siguió con la aventura y alardeó de ella.

Se merecían el uno al otro, sembrando la miseria por doquier.

Justo cuando Katelyn terminaba de hablar, una voz enfurecida interrumpió detrás de ella: «¡Katelyn Hailey!».

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