Capítulo 8:

A la mañana siguiente se despertó sintiendo un gran peso encima.

Bruno seguía dormido.

Él le había colocado un brazo y una pierna sobre ella, su rostro descansaba sobre su pecho, trató de alejarse con cuidado.

De pronto Bruno abrió sus ojos y se le quedó viendo fijamente.

La tomó por la cintura, ella sintió su calor.

Se preguntó qué es lo que pretendía con aquello.

Comenzó a besarla de una manera tierna y a la vez apasionada, sin pensarlo ella respondió a sus besos.

Nicole no podía negar que le gustaban besaba realmente bien.

Él empezó a recorrer su cuerpo con sus manos, intentó resistirse, pero le faltaban fuerzas, sus caricias se sentían realmente bien.

Empezó a quitarle la ropa muy lentamente.

Ella lo ayudó a desvestirse.

Pensó que su cuerpo era una sinfonía de puro músculo, un metro noventa de puros músculos, ella los recorrió con sus manos.

Él besó sus pechos con desesperación, para después comenzar a bajar hacia su v!entre.

Ella comenzó a temblar al pensar en lo que estaba por hacer.

Se sentía tan mojada, tan húmeda.

De pronto pegó un brinco al darse cuenta de que si estaba mojada en realidad, ¿Qué diablos estaba pasando?

Abrió los ojos y vio a Bruno parado frente a ella con un vaso de agua en la mano, que manera tan despiadada de despertarla en el momento menos oportuno.

“¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué has hecho esto?”, Preguntó molesta.

“Me levanto temprano todas las mañanas y con tus g$midos no me dejabas dormir, pensé tendrías una pesadilla, tan solo fui bueno y te ayude a librarte de ella”.

Nicole se puso tan roja como un tomate.

Agradeció que él no supiera lo que estaba soñando, se burlaría de ella, era un patán que estaba dispuesto a hacerle la vida imposible.

“Me daré un baño, cuando salga espero que tengas mi desayuno listo, te informo que soy alérgico a las fresas”.

“Genial, ahora tengo que cocinar para él ¿Qué será lo que me pedirá después? Le pondré un montón de fresas”.

“¿Dijiste algo?”, Preguntó Bruno desde el baño.

“No, nada”

Sonrió interiormente al imaginario todo hinchado por el efecto de las fresas.

Se puso un short corto y una playera de tirantes.

Deseaba sentirse cómoda.

Luego bajó a la cocina.

Allí se encontró con la chica rubia de limpieza, se estaba preparando un café, al verla hizo un mohín con la boca.

“¿Podrías mostrarme dónde están las cosas en está cocina? Por favor”

Pidió amablemente.

La chica la recorrió con la mirada de arriba abajo antes de irse.

“Vaya, creo que tendré que arreglármelas sola”

Sonrió, trataría de no hacer caso para no complicarse.

Busco en las gavetas y después en la nevera algo para cocinar.

Se puso sus audífonos, al ritmo de la música comenzó a cocinar.

A diferencia de su hermana, a ella siempre le gustó cocinar, su nana fue su mejor maestra, le enseñó muchas cosas.

Por ella adquirió el gusto por la jardinería, siempre le decía que a las plantas si se les habla bonito, se ponen bellas y florecen.

Preparó unos huevos benedictinos, unas tostadas, café y jugo de naranja.

Al voltear, vio a Bruno recargado en la pared observándola.

No sabía que tiempo llevaba ahí.

Ella lo ignoró, puso el desayuno de ambos en la mesa, se sentó y comenzó a comer.

“Vaya no creí que te gustará cocinar, lo haces realmente bien”

No pudo evitar elogiarla.

Su comida sabía realmente bien,

“Gracias”, Contestó secamente.

Terminaron de comer en silencio, después Bruno se fue y ella se quedó limpiando la cocina.

La casa era realmente grande, de estilo victoriano.

Fue heredada a Bruno por sus abuelos, los muebles y la decoración eran en madera en su mayoría, pintada en colores claros.

El piso estaba decorado con hermosos tapetes que combinaban con el color de las paredes.

Nicole salió a recorrer el jardín.

El diseño era simplemente perfecto.

Ella se acercó a unos enormes rosales, eran preciosos, el jardinero al verla tan cerca, le advirtió que no podía cortar ni una sola rosa, si lo hacía Bruno se pondría furioso.

“Esos rosales fueron sembrados y cuidados por la abuela del Señor Bruno, por eso son tan preciados para él”.

“Entiendo, no se preocupe, no los dañaré”.

En ese lugar la vida era muy diferente a la que ella estaba acostumbrada a llevar en Nueva York.

La casa estaba rodeada por mucha naturaleza, estaba ubicada en el valle del río Hudson, justo a las afueras de Riverdale, en una zona residencial, en el siglo diecinueve las personas más ricas de Manhattan construían sus residencias ahí, en el siglo veinte fue poblada por judíos, irlandeses e italianos, entre ellos los abuelos de Bruno.

Se sentía tan distinta al estar en ese lugar.

Estaba acostumbrada al bullicio de la gran ciudad, vivía con sus padres en Upper East Side, cerca de Central Park, entre edificios, museos y restaurantes, cerca de la Quinta Avenida, así que solo convivía con la naturaleza cuando iban a la villa de sus padres en Catskill, era uno de sus lugares favoritos, su nana y ella hicieron del jardín un lugar maravilloso.

Subió a la habitación a bañarse, ya era tarde y tenía que preparar la cena, Bruno aún le tenía prohibido salir de la casa, por lo que había pasado todo el día en el jardín.

Preparó un Rosbif con ensalada y puré de papas,

Luego bajó a la cava por un vino tinto.

Pensó que en ese lugar había más vinos que en una vinatería, se decidió por un Malbec.

Durante la cena, Bruno estaba muy serio.

Noto que la miraba de vez en cuando, ceno en completo silencio, después se marchó a su despacho.

Nicole limpio todo, cuándo se dirigía hacia la recámara, escucho tina suave música proveniente del despacho de Bruno, se acercó con curiosidad.

Justo en ese momento él abrió la puerta.

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