Presa entre tus brazos
Capítulo 155

Capítulo 155:

La marcha nupcial se escuchó de nuevo.

Sophie entró con una radiante sonrisa en los labios, Dante suspiro, recordó el día que conoció a esa rubia, pensó que se divertirá con ella, que sería una más de tantas, y ahí estaba siendo la completa dueña de su corazón.

Los novios salieron de la iglesia, los invitados soltaron decenas de palomas blancas deseándole a los novios felicidad por siempre.

Más tarde en el salón de fiestas toda la familia y amistades se ya se encontraban reunidos.

El salón estaba decorado bellamente, hermosas glicinias en color blanco y lila colgaban del techo, detrás de la mesa de los novios había un gran cuadro de rosas blancas y también lilas, las chicas habían escogido todo juntas, consideraban que un salón decorado todo en blanco era aburrido.

Nicole se cambió el vestido, se puso un vestido en color perla, ajustado al cuerpo, tenía algunas transparencias y estaba bordado con finas piedras, en la iglesia llevaba un peinado recogido, ahora llevaba el cabello suelto con ondas y una tiara de pedrería.

Sophie también se había cambiado, ella optó por un vestido blanco, con escote en la espalda por lo que se dejó el cabello recogido.

Los orgullosos novios las observaban.

Se sentían felices por la familia que tenían.

“Quién diría hermano que este par de chicas nos atraparían, brindemos por nuestra familia y la felicidad que nos espera a su lado”

Dante sonreía ampliamente.

“Brindemos”

Bruno alzó su copa.

En su corazón cabía de alegría, por fin los malos tiempos habían terminado.

Bailaron el vals con las chicas.

Nicole también bailo con sus padres.

Era un gran día, después salieron hacia su luna de miel en Bali, también Ja tomarían juntos, iban sin preocupaciones, pues los niños tenían muchos abuelos que cuidaron de ellos con gusto.

Ya no había nada que interrumpiera su felicidad, esperaban poder vivir muchos años para disfrutarlos juntos.

Habían sucedido tantas cosas desde que se conocieron, decidieron tan sólo recordar las buenas, todas las experiencias y las personas quedaban por siempre guardadas en su corazón.

Bruno y Nicole disfrutaban de su luna de miel.

A Dante y a Sophie casi no los habían visto, habían recorrido gran parte de la bella isla, les parecía estar completamente en otro mundo; maravilloso y pacífico.

“La isla de los cielos, ahora sé porque la llaman de ese modo”, dijo Bruno parado en la playa

Estaba observando las hermosas aguas turquesas.

Estaba descalzo sobre la suave arena, aquel lugar era un paraíso en la tierra.

Nicole jugaba en el agua, se le figuró una niña pequeña, recogía algunas conchas, cuando tenía varias las devolvía al mar.

“¿Qué haces?”, preguntó divertido.

“Observando estás pequeñas conchitas, todas tienen algo diferente”

Bruno la observó.

Él las vio todas absolutamente iguales.

Se acercó a ella y besó su cuello, mientras una coqueta sonrisa se dibujaba en sus labios.

“¿Qué te parece si dejamos para mañana nuestro viaje a Ubud?”

Le preguntó esperando que aceptará su propuesta.

“¿Qué planes tiene usted para hoy Señor Leone?”, contestó con una sonrisa, haciéndose la desentendida.

“En realidad muchos, pero todos ellos implican estar dentro de nuestra habitación, tan solo usted y yo Señora Leone, esto sería por mucho, mucho tiempo”.

“Uhmmm perfecto con esos argumentos usted me ha convencido totalmente”.

Regresaron a su habitación tomados de la mano.

El deseo del uno por el otro en lugar de disminuir, había crecido, conocían muy bien la manera de prodigarse placer mutuamente.

Bruno conocía cada parte de su perfecto cuerpo, cada curva, cada línea, podría describir una a una a la perfección aún con los ojos completamente cerrados.

No había nadie más para él ni para ella, eran dos almas unidas hasta la eternidad.

Con Nicole pasaba lo mismo, el cuerpo de Bruno le parecía perfecto, todos esos músculos que sólo ella podía acariciar, ese perfecto abdomen bien trabajado, era increíble como disfrutaban el uno del otro.

Todo ese placer que podían llegar a sentir al estar juntos.

Era como si flotaran dentro de un intenso remolino que los absorbía, hasta que explotaban en millones de partículas que se esparcían por todo el lugar.

Dante y Sophie también disfrutaban el uno del otro, eran tal para cual, dos locos totalmente enamorados disfrutando de sus cuerpos.

Un mes después regresaron a casa.

Fueron recibidos por sus familiares y amigos, les organizaron una comida en el jardín dé la casa de Bruno y Nicole como bienvenida.

Pasaron una tarde agradable, estaban felices de estar de regreso con sus hijos, Dante y Bruno habían aprendido a tolerar a Shelsy, sobre todo por el pequeño Leandro, sabían que había cambiado y que estaba dedicada a su hijo, además el pequeño era idéntico a su padre.

Emma y Noah, días después viajaron a Italia a visitar a su hija.

Esperaban encontrar a una Sondra más consciente y madura, se sorprendieron al saber que estaba estudiando enfermería.

Le reducirían la condena por buena conducta, el médico del lugar era joven y atractivo, se había enamorado de ella en cuanto la conoció.

Ella le contó todo lo que había hecho, a él no le importo su pasado, le interesaba quien era ahora, se casarían en cuanto ella saliera de ese lugar.

“Papá, mamá, ¡Qué gusto! Pensé que jamás me perdonarían”

Sondra no pensó que algún día sus padres la visitarían.

“Sabes que te amamos hija, y nos da un gusto enorme que hayas rectificado tu vida, a tu hermana le dará gusto saber que estas bien, siempre nos ha pedido que te visitemos”

“Espero algún día pueda perdonarme, le hice mucho daño y estoy arrepentida, a ustedes también les pido perdón, lo necesito para continuar con mi vida, sé que he sido cruel y egoísta, por mi mal actuar les cause mucho daño a todos”.

Sus padres le contaron lo sucedido con Leandro, Sondra se entristeció, él no se merecía terminar de esa manera, siempre había tratado de ayudar a los demás, era un buen hombre.

Mientras tanto en un manicomio ahí mismo en Milán, un hombre tenía que estar siempre atado a una camisa de fuerza.

No podían soltarlo porque intentaba hacerse daño, hablaba todo el día con su hijo, después recordaba que lo había matado y gritaba arrepentido.

Vivía dentro de un bucle, vivía una y otra vez ese día, la mayor parte del tiempo permanecía sedado.

Quién iba a decir que terminaría sufriendo exactamente como había hecho sufrir a Rina.

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