Por siempre tuya -
Capítulo 82
Capítulo 82:
Roel se lanzó hacia mí, pero logré lanzarlo al suelo con mis piernas.
Seth intentó atacarme, pero evadí su golpe y con un giro le di una patada en las costillas, haciéndolo caer al suelo.
Me acerqué a él y coloqué mis manos alrededor de su cabeza, girándola y escuchando cómo se quebraba su cuello al instante.
Roel estaba a punto de atacar a Susana, así que me lancé sobre él, colocando mis brazos alrededor de sus costillas y presionando hasta escuchar cómo colapsaban.
Luego, me levanté y con un golpe en el cuello, le fracturé las vértebras.
“¡Susana, corre sin detenerte por nada! Ve hacia esa dirección y llegarás a mi manada. Al primer guardia que veas, dile que Luna Alania te envió y que te lleven con Elena. Cuéntale lo que vimos sobre Julius y la daga. ¡Anda, corre!” le ordené.
“¿Y tú qué harás?” me preguntó.
“Mataré a Julius” le respondí con una sonrisa y corrí hacia la colina.
Comencé a correr, tratando de contactar a Hansen a través de nuestro enlace mental.
Aun me sentía muy débil y mi velocidad no era la mejor, pero tenía que llegar.
Tenía que salvarlo.
No podía perder al padre de mi bebé.
“¡Hansen! ¡Por Dios, contéstame! ¡Hansen!” grité desesperada mientras seguía corriendo.
…
En la Colina Antigua…Principio del formulario
“¡Aquí estoy, Hansen! Lástima que esta será la última vez que me veas, porque voy a matarte y terminar con tu vida de una vez por todas” dijo Julius con desprecio.
“No sabes el gusto que me dará matarte, Julius” respondió Hansen.
“Por cierto, es una lástima que no podrás ver nacer a tu pup” continuó Julius riéndose.
El rostro de Hansen cambió, lleno de furia y venganza.
“Te juro que si les hiciste algo, te vas a arrepentir” dijo con determinación.
“Demasiado tarde. Para este momento, lo único que tendrás a tu lado será el cuerpo sin vida de Luna embarazada. Si no es mía, no será de nadie” espetó Julius con frialdad.
Eso fue lo último que Hansen escuchó de Julius antes de gritar furioso:
“¡Ataquen!”.
Sus guerreros lo siguieron, y la batalla se desató con ferocidad.
“¡No tomen prisioneros! Esto termina aquí. ¡Ataquen, que no quede ninguno vivo! Pero dejen al alfa, ese lo mataré yo” ordenó Julius a sus hombres.
Corrí como si mi vida dependiera de ello, solo escuchando los gritos, los aullidos y los gruñidos de los lobos en combate.
Al llegar a la colina, me encontré con una escena desgarradora.
Era una guerra, con sangre y cuerpos sin vida por todos lados.
Mi corazón se detuvo por un momento.
“¡Hansen! ¡Por Dios, dónde estás?” repetía desesperadamente, buscando a mi mate, a mi lobo, a Marcel.
“¡Alania! ¿Eres tú, amor mío? ¿Estás bien? ¿Cómo es posible?” me respondió Hansen a través de nuestro enlace mental.
“Pude escapar. Es una larga historia, pero estoy bien. Estamos bien. ¿Dónde estás? No puedo verte” le respondí.
“¿A qué te refieres con que no puedes verme?” preguntó preocupado.
“Estoy aquí, en la colina, buscándote” le dije con seriedad.
“Alania, escúchame bien. Huye, corre hacia la manada, a nuestro territorio. No puedes estar aquí. Si Julius te ve, te matará. Por Dios, no te arriesgues, ni a nuestro pup. ¡Vete!” me dijo con voz autoritaria.
“¿Acabas de usar tu voz de alfa para ordenarme?” le pregunté furiosa.
“Hazme caso y vete. Terminaré esto. Ya vi a Julius y voy a acabar con él de una vez por todas” dijo Hansen.
“¡Hansen, no! ¡No, por favor! Aléjate de él. ¡Julius… Hansen? ¿Hansen?” exclamé, pero él no me respondió.
Cerró nuestro enlace, me bloqueó.
Debo decirle que Julius tiene la daga.
Lo va a matar.
Miré hacia la batalla, tratando de localizarlo, y fue entonces cuando vi a Marcel.
Caminaba hacia Julius, quien estaba luchando contra uno de nuestros guerreros en medio de aquel caos.
No podía quedarme aquí sin hacer nada.
“Diosa, dame la fuerza que necesito” dije en mi mente y me lancé a la batalla.
Cuando localicé a Julius, caminé decidido hacia él, matando y destrozando a todo lobo que se interponía en mi camino.
Marcel era grande, más alto que un alfa normal, y sabía que solo necesitábamos estar cerca de Julius para destrozarlo.
Solo necesitaba una oportunidad y sería todo.
A escasos 2 metros de él, me vio después de matar a uno de mis guerreros. Su lobo se lanzó sobre mí, mordiendo mi pata trasera.
Salté y caí sobre él, mordiendo su hombro y arrancando un buen pedazo de carne.
Marcel era implacable.
Quería matarlo por habernos alejado de nuestra luna y de mi pup, Arko, que sangraba sin parar y respiraba agitado.
Ambos nos lanzamos de nuevo, y nuestras garras se encontraron.
Julius me hizo un corte profundo en las costillas, solté un aullido de dolor, pero Marcel le correspondió mordiendo su pata delantera.
Julius perdió el equilibrio y tuvo dificultad para caminar.
Ese fue el momento que estaba esperando para acabar con su vida, pero de repente se transformó en su forma humana.
Yo hice lo mismo.
No quería que dijera que me estaba aprovechando en mi forma lobuna. Me acerqué lentamente a él mientras daba la espalda y se dirigía hacia donde había dejado su ropa.
Cuando estuve cerca, sacó una daga y me hizo un corte en el brazo.
Di un brinco hacia atrás para protegerme, pero la herida no sanaba y seguía saliendo sangre. Miré a Julius confundido, y fue entonces cuando comenzó a hablar.
“Eres un estúpido. ¿Pensaste que pelearía contigo sin tener una ventaja? Qué ingenuo fuiste, Hansen. Esa herida te irá debilitando. Verás, esta no es una daga común. Es muy especial, posee magia negra que te va quemando por dentro, consumiendo tu alma y tu vida lentamente. Es una agonía y un dolor que deseo a mis enemigos” dijo Julius mirando a Hansen.
“Con esta daga maté al príncipe Maxon, y ahora es tu turno” dijo Julius sonriendo.
Mi vista se estaba volviendo borrosa, mi cuerpo se sentía débil. Intenté transformarme en Marcel, pero no podía.
Julius dio un paso hacia adelante y se acercó a mí. No pude evitarlo ni defenderme.
Cuando estuvo cerca, me dijo:
“Esto es por robarme a la mujer que amo. Ahora yo te estoy robando la vida que pudiste disfrutar a su lado” y con eso, enterró la daga directamente en mi pecho.
Sentí como si algo me quemara por dentro.
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