Monica -
Capítulo 40
Capítulo 40:
POV: Alonzo.
“No lo parece, estas comprometido”
“Eso fue un error, Isabel llegó a Los Ángeles a firmar un contrato y me visitó en mi oficina”
“Y caíste en su red, lo admito ella es muy atractiva”
“No, yo jamás la vi como mujer, mis ojos, mis manos, mi cuerpo, mi alma tienen dueña desde que tengo dieciocho años y esa eres tú”
Decidí contarle todo, ella estaba llorando al igual que yo, limpié las lágrimas de su rostro con mis dedos.
“¿Y entonces qué haces aquí?, si es con ella con quien debes estar”
“Porque no quiero, no soy feliz a su lado, todos incluso mis padres me lo han dicho, quiero estar contigo, ayer que te vi lo supe, todo lo demás no importa cuando te miro solo quiero tenerte a mi lado”
“hiciste una promesa Alonzo”
“Pero antes prometí que estaría a tu lado”
Escucho que tocan a la puerta.
“Mocosa, es mejor que ya hayas despertado, dijiste que empezaríamos a trabajar temprano”
Era la voz del tipo de ayer, Mónica me miró, se aclaró la garganta y contestó.
“Salgo en un momento, puedes ir desayunando”
“Está bien”
“Tengo cosas que hacer”
“Mónica por favor, dime que me darás una oportunidad”
“Alonzo tú estás comprometido con Isabel, entiendo la causa, pero al final de cuentas tu relación con ella es formal, yo no pienso meterme ahí”
“Voy a buscar la manera que me deje, solo dime que me darás otra oportunidad, te amo y nunca he dejado de hacerlo”
“Esto es complicado”
“¿Es por el tipo de afuera?”
“¿Qué? ¿Antonio? No, él es mi guardaespaldas”
“No luce como uno y no te trata como uno, tu guardaespaldas siempre ha sido Joseph”
“Él no luce ni me trata como uno porque así se lo pedí, sucedió algo y no quería un tipo vestido de traje a mi lado las veinticuatro horas del día así que la solución fue que luciera como mi amigo y con el tiempo nos fuimos haciendo cercanos”
“Es tu novio”
“No idiota, es mi amigo, no sé por qué te estoy dando explicaciones
“No me gusta esas confianzas que tiene contigo”
“Y a mí no me gusta que te metas en mis asuntos él es mi amigo y tú y yo no somos nada.
Me empujó, se dio la vuelta y comenzó a cerrar su camisa, la abracé por la espalda, sé que está molesta.
“Lo siento, estoy celoso de cualquier hombre que pueda estar a tu lado, y claro que somos todo, yo te amo y tú a mí”
“¿Estás muy seguro de mis sentimientos?”
“Claro que sí”
Deslicé mi mano a su pecho de nuevo.
“Tus ojos, tu cuerpo, toda tú me dice que sientes lo mismo que yo, incluso tus labios, aunque de ellos salga lo contrario”
“Alonzo…”
“Dime mi amor”, dije susurrando en su oído y mordiendo su lóbulo.
“Deja de hacer esto, mientras estés comprometido no podemos estar juntos”
Solté un suspiro.
“No sé si me pueda resistir, pero ese será mi incentivo para solucionar eso lo más rápido posible, ahora salgamos de esta habitación porque de lo contrario te haré mía ahora mismo”
Le di un beso en la mejilla, la solté y la tomé de la mano para que saliéramos de la habitación.
“Espera ¿A dónde vamos?”
“A trabajar, pensé que tenías trabajo”
“Sí, ¿Pero tú no tienes otras cosas que hacer?”
“No, solo estar a tu lado”
“Alonzo”
“Por favor”
“Déjame lavarme el rostro, por tu culpa estuve llorando, si Antonio me ve así se va a preocupar”
Me molesta que se preocupe por lo que piense su supuesto guardaespaldas, pero sé que ella me ama.
Aunque no me lo diga, de lo contrario me hubiera echado sin más.
La conozco mejor que nadie, la escuché gritar mi nombre algo furiosa, entré al baño y ella se estaba viendo el cuello en el baño.
“Me dejaste una marca”
“No me pude resistir”, dije con una inocente sonrisa.
“Eres un idiota”
Tomó algo de base y se tapó mi marca.
Salió del baño, la volví a tomar de la mano, aunque intento soltarme no la deje, bajamos al primer piso.
“¿Puedes soltarme?”
“No, no quiero”
Llegamos al comedor y el guardaespaldas estaba sentado en la mesa, nos miró con una ceja levantada.
“Buenos días”, dijo viendo a Mónica.
“Él es Antonio, y él es Alonzo”
Nos presentó, él se paró y me saludo como si ayer no lo hubiese amenazado, pero seguía viendo a Mónica.
“Luego te explico”, le dijo ella.
“No hay nada que explicar, cariño”
Levanté la mano que tenía entrelazada con la de Mónica y le di un beso en esta, viéndola a los ojos, ella me miró con el ceño fruncido, y se soltó de mí agarre.
“Sí, como sea, deja de hacer eso”, dijo algo molesta.
Se ve linda enojada, se fue a sentar.
“¿Ya desayunaste?”, me preguntó.
“No”
“Si quieres, puedes desayunar con nosotros”
Pidió que me sirvieran desayuno y me senté a su lado, el tal Antonio intentó ignorar la situación, ambos comenzaron a hablar de las actividades de hoy, irían al laboratorio.
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