Mi asistente, mi misteriosa esposa -
Capítulo 445
Capítulo 445:
Al notar que Julio aún no había encendido su cigarrillo, Eileen se acercó a él, picada por la curiosidad. «¿A qué tipo de propiedad te refieres? Tienes en mente alguna ubicación preferida? ¿Cuál es el propósito de esta propiedad? ¿Un hogar conyugal? ¿Deberíamos pedirle su opinión a la señora Harrison?».
La mente de Eileen empezó a atar cabos. Si se trataba de un domicilio conyugal, no debería estar ni a su nombre ni al de Benjamin.
Y entonces encajó. «¿Esto es para Dalores?»
«Sí».
Julio añadió: «Debería estar convenientemente situado cerca de un hospital, en un entorno agradable para su embarazo. Prepárale también un par de cuidadores».
Eileen hizo una pausa y se dio cuenta de que Dalores había decidido quedarse con el niño.
«¿Has consultado con la señora Harrison?».
Julio tamborileó con los dedos sobre la mesa. «Le cuesta aceptarlo, pero la familia Harrison está de acuerdo, siempre que se reconozca públicamente que el niño es de Mabel».
Dados los problemas de salud de Mabel, este acuerdo era una medida para asegurar un heredero a la familia Freguson.
De este modo, Julio saldría ganando: tendría un hijo y satisfaría las necesidades de la familia, salvo por el sacrificio que Dalores tendría que hacer.
«Julio, no tienes corazón», dijo Eileen, con una voz inesperadamente emocionada. «Esto destrozará la vida de Dalores».
¿Podría seguir adelante después de traer un hijo al mundo en tales circunstancias? ¿Podría empezar de nuevo, a pesar de la sombra que proyectaba su situación actual? ¿Qué pensaría su futuro marido si descubriera que tenía un hijo?
Todas estas posibilidades inquietaban a Eileen.
«Me dijo que conocerla era como abrir un nuevo capítulo, pero que acostarse conmigo ya le había destrozado la vida. Tenga o no el niño, su vida ha cambiado irremediablemente por mi culpa. Más le valdría ayudarme en esta situación», dijo Julio en tono sombrío.
Eileen preguntó: «¿La quieres?».
La luz del sol entraba generosamente en el despacho, arrojando un cálido resplandor sobre Julio.
Julio miró seriamente a Eileen, con tanta intensidad que ella temió que dejara su pregunta sin respuesta. Pero entonces, para sorpresa de ella, su expresión se suavizó en una leve sonrisa y se limitó a decir: «Sí, quiero».
Y eso fue todo.
Eileen sabía que no debía insistir más en el asunto; más preguntas sólo añadirían sal a una herida abierta.
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