Mamá psicóloga
Capítulo 56

Capítulo 56:

POV Jeremías

El dulce sabor de sus labios invade mis sentidos cuando ella abre sus labios para mí, los míos muerden los suyos lentamente, jugueteando con la tentadora necesidad de no detenerme.

Mi mujer jadea, mis manos se mueven hacia su cintura y ella rodea mis hombros con sus manos.

El calor aumenta, su lengua juguetea con la mía, de algún modo llegamos al sofá, el ardor que late dentro de mí ha hecho que pierda completamente la capacidad de detenerme.

Subo mis manos por su cintura.

Beso la tersa piel de su garganta mientras me inclino hacia el escote de su camisón y cuando mi mano sube lentamente por el interior de este vestido de dormir que lleva.

Trato de darle una última oportunidad de detener esto, de alejarse y no complicar las cosas.

“Tienes que decidir ahora si quieres aceptar mi propuesta o detenernos aquí”.

Ella me mira.

La duda salta en su mirada mientras su respiración sigue siendo acompasada y cuando ella da un ligero asentimiento de cabeza no puedo creer que realmente esté aceptándolo.

“¿Es eso un sí?”, murmuro emocionado.

“Estás aceptando que nosotros…”

“¡Sí!”, responde.

Luego ella cubre sus ojos con vergüenza.

“No me hagas decirlo otra vez, es vergonzoso”

Sonrío, me muevo sobre el sofá para ponerme en pie con prisas y Lizbeth jadea cuando al alzo en brazos.

Ella humedece sus labios antes de ocultar su cabeza en mi hombro, subo las escaleras hasta la que solía ser mi habitación y dejo a mi mujer sobre la cama.

“Los niños están en…”

“Sé que están en la habitación principal”, responde.

“Mande a preparar la más cómoda de las habitaciones para ti, así que no te preocupes”

Ella asiente.

Noto la vergüenza que recorre su rostro cuando el silencio incómodo se instala entre los dos y me dejo caer sobre la cama a su lado.

La arrastro hacia mi regazo. Peino su cabello antes de alzar su barbilla para que me mire a los ojos y soy completamente sincero con ella.

“Quiero hacerte sentir bien, Lizbeth”, beso su boca.

“Quiero que lo disfrutes y si sigues mirándome como si estuviera forzándote, no creo que lo pueda conseguir”.

“Yo estoy…”, cierro mis ojos avergonzada.

“Estamos complicando las cosas entre los dos y realmente quiero hacerlo, pero me preocupa que tú… que tú…”

“No pienses en nada”, le digo.

“No pensemos en nada más, ¿Ok?”

Mi mujer asiente, se inclina ligeramente para besarme en la boca y cierro los ojos un momento antes de hacerla girar sobre la cama, ella jadea ligeramente cuando mi cuerpo se pega al suyo, desato los botones de mi camisa mientras ella me mira expectante y coloco una de sus manos sobre mi pecho.

“¿Qué tal si te animas un poco?”, murmuro inclinándome sobre ella para susurrar en su oído.

“Sueles gritarme e imponerte todo el tiempo, ¿Qué tal si lo haces ahora?”

“¡No digas esas cosas en un momento así!”, murmura, completamente avergonzada.

Sonrío, moviendo la mano hasta ahora he mantenido en su cintura y la deslizo una vez más sobre su pierna.

Acariciando la dulce piel de su muslo antes de que mis dedos se acaricien su ropa interior.

“Voy a hacerte el amor, Lizbeth”, prometo.

“Durante toda la noche”.

POV Lizbeth

Muevo mis ojos sintiéndome diferente.

El cálido cuerpo que me abraza desde la espalda está íntimamente pegado a mí y siento que mi corazón comienza a latir desbocado cuando recuerdo que anoche después de todo dormí con mi esposo.

¡Realmente dormí con él!

Sonrío ligeramente mientras la persona a mi lado se mueve.

Mi cuerpo es rodeado por uno de sus brazos y después de unos minutos mi marido me hace rodar sobre mí misma para acomodarme en su pecho.

Cierro mis ojos con fuerza avergonzada de mirar hacia su cuerpo.

“¿Cuánto tiempo vas a fingir estar dormida?”

Esa pregunta me hace abrirlos de golpe, intento alejarme de él, pero no me lo permite, así que me aferro a la sabana para cubrirme.

Aunque si lo pienso realmente no tiene sentido porque anoche, él pudo ver todo lo que había por ver.

“No sé cómo actuar ahora mismo”, decido ser sincera.

“No sé cómo mirarte o que hacer, estoy avergonzada y nerviosa estoy…”

“Solo sigue siendo tú”, me dice.

“Solo pasamos la noche juntos, fue bueno, creo así que…”

“Si fue bueno”, digo sin poder evitarlo.

“Yo… yo hacía mucho tiempo que no…”

¡Cielos estoy avergonzada!

“No puedo creer que realmente puedas parecer tan tierna”, murmura alejando la sabana para subirse sobre mi cuerpo.

“Quiero hacer esto mucho más, sin duda puede que tú y yo discutamos todo el tiempo, pero al parecer esto es algo en lo que nos llevamos muy bien”.

Quisiera decir que es mentira, pero no puedo negar ninguna de sus palabras.

Mi boca se siente seca y contengo la respiración cuando el atractivo hombre, frente a mí, se mueve bajo las sábanas.

Dejándome notar su excitado miembro, él suspira, mis ojos se cierran cuando su boca mordisquea uno de mis pechos y me parece increíble que solo eso me haga sentir ese ardor una vez más.

La mano de mi esposo se mueve sinuosa entre mis piernas.

Sus dedos acarician ese lugar que había olvidado para lo que realmente funciona y ni siquiera han pasado dos segundos, pero me siento completamente lista para recibirlo una vez más.

La dura protuberancia de su masculinidad se acerca a la entrada de mi intimidad.

La mano que sostiene mi pierna alzada se aleja para que él pueda apoyar algo de su peso en ella y siento la rígida pero aterciopelada piel de su deseo entrar en mi cuerpo.

Mi esposo hace a un lado la manta, la tenue luz que se filtra por las cortinas me deja ver perfectamente el tonificado cuerpo de mi esposo y llevo mis manos a sus hombros buscando un poco más de cercanía.

Él gruñe mientras su cuerpo se retira casi por completo de mí, la sensación es tan intensa que me muerdo mi mejilla interna para no gritar y cuando el sabor de la sangre aparece sé que necesito algo más para contener mis g$midos.

Tomo el rostro de mi esposo, lo acerco a mí tomándolo del cabello y él g!me cuando sus labios son prácticamente devorados por los míos, mis manos se aferran a mi espalda, acaricia mis pechos mientras su duro miembro entra y sale de mí.

Siento que estoy una vez más en el borde de ese placentero acantilado al que quiero saltar, la mano de Jeremías se mueve entre los dos.

Su dedo juguetea con el sobreexcitado punto entre mis pliegues y soy presa del placer una vez más.

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