Mamá psicóloga
Capítulo 4

Capítulo 4:

POV: Lizbeth

“Pero no, las z%rras pobretonas como tú solo quieren hacer una escena de todo”, ella niega.

“Pero te metiste con la familia equivocada querida”.

Vuelve a su silla, mi ex suegro asiente, le da una mirada al sujeto desconocido que vino con ellos y este extiende algún documento frente a mí.

Abro la carpeta que me ha entregado para verificar su contenido y mis libros caen al suelo cuando me pongo en pie ante el documento frente a mí.

“¿¡Qué es esto!”’, grito exaltada.

“¿¡Porque están ustedes haciendo esto!?”

“Eso, cariño, es una demanda por pago de deudas”, responde mi suegra.

“Te hemos estado pagando la mitad de tu beca de psicología, también gastamos más de cincuenta mil dólares en la boda que arruinaste y ni siquiera sabremos cuánto costará limpiar el nombre de nuestra familia y claro está todo el dinero del tratamiento de tu padre”, sonríe

“Esa cifra en tu mano es lo que tienes que pagarnos por todos estos años en los que incluso hemos estado pagándote el departamento”.

“¡Eso es una mentira!”, grito.

“David dijo que…”

“¡David, vive de nuestro dinero!”, ella me grita.

“Ahora, esa es solo la parte legal de esto”

Mi suegra sonríe aún más macabramente.

“No voy a hacer que te echen de aquí porque necesito que tengas como pagarnos, pero no vas a tener fácil conseguir ningún hospital para trabajar”, ella advierte.

“Ahora te dejo con el rector para que hables sobre como vas a pagar tu estúpida beca, sin un hospital donde hacer tus prácticas”.

La mujer sale de la oficina con ese aire de suficiencia que siempre he odiado.

Su esposo y el abogado la siguen mientras me quedo incrédula, con las lágrimas en mis ojos a escuchar lo que sea que este hombre frente a mí va a decir.

Abro la puerta de mi departamento con el corazón destrozado, mis piernas seden apenas entro en la sala de estar e intento entender todo lo que está pasándome de repente.

Dejo de contener mi llanto mientras me digo una y otra vez que tengo la culpa por creer que podría salir bien librada de una relación con alguien tan insufrible como David.

¡Lo amaba!

Lo amaba tanto que incluso si sabía que su estatus social no tenía nada que ver con el mío, me permití pasar buenos momentos con él.

Ahora estoy hundida en la m!erda solo porque ese maldito durmió con su prima.

¿¡Cómo puedo ser yo la culpable de todo!?

¿¡Por qué tengo yo que pagar todo esto!?

Me arrastro hasta mi sofá y lloro desconsolada.

Estaba tratando de entender que el rector de mi facultad de medicinas fue bastante claro con lo de pagar mi beca a tiempo o expulsarme para el último semestre de la carrera.

Me cuestiono como infiernos podré conseguir medio millón de dólares para pagar esa estúpida deuda que ni siquiera contraje.

Nunca le pedí una gran boda a mis ex suegros, jamás le pedí a David pagar mi beca o mi departamento, él dijo que lo haría para que no tuviera que trabajar después de la universidad.

Golpeo mi cabeza contra el respaldo del sofá.

Cubro mi rostro con mis manos y me pregunto si puede haber alguna cosa peor que esto

Como si el universo quisiera darme una respuesta, mi móvil suena en mi bolsa, camino hasta ella con prisas y contesto deseando que sea una buena noticia, pero simplemente no lo es.

“Buenos días, estamos hablando desde el departamento de recursos humanos del hospital general San Luis de la Cruz”

Me explica la chica del otro lado de la clínica.

“Por motivos personales estamos retirando su plaza como pasante en nuestra institución, enviaremos la notificación oficial a su correo”.

La llamada termina.

Después de eso, dejo caer el móvil al suelo.

Estaba desolada por lo que acaban de decirme.

Maldigo una y mil veces más todo lo que está sucediéndome por culpa de David.

Me dispongo a ir personalmente al hospital para tratar de rogarle a mi supervisor que me deje terminarlas porque necesito esas notas para poder terminar mi carrera de una vez.

Sin embargo, antes de que consiga alistarme por completa la puerta de mi departamento es golpeada con intensidad.

Resoplo al pensar que es el maldito de David.

Al parecer no me va a dejar en paz.

Asiento para mí misma diciéndome que si quiere guerra, guerra tendrá.

Camino hasta la mesa frente al sofá y tomo el florero que ese idiota me regalo.

Abro la puerta con furia lanzándole la maldita cosa a su estúpido rostro.

“¡Te dije que te fueras al infierno imbécil!”

El florero cae al suelo después de golpear su objetivo.

Mis ojos se abren como platos cuando el rostro frente a mí no es el de David y cubro mi boca con mis manos aceptando que la vida sí que puede ir peor.

El hombre frente a mí, toca su frente, sus dedos distorsionan ligeramente el hilillo de sangre que ha comenzado a fluir de ahí y mis piernas ceden completamente frente a la puerta.

“Estupendo..”, dice el hombre que vi en el parque el día de mi boda.

“No solo es usted una loca sino también violenta”

“Yo no soy…”

“No gaste palabras”, dice el desconocido.

“Soy un hombre ocupado y no quiero perder más tiempo, así que hablemos claro”.

El hombre desconocido pasa junto a mí para entrar deliberadamente a mi casa.

Miro hacia el pasillo de mi departamento un momento antes de que alguien más entre a mi departamento.

Me pongo en pie para correr directamente hacia los dos extraños sentados en mi sala de estar.

“Mire señor, lo siento, pero este no es un buen momento para…”, resoplo.

“Si va a demandarme puede hacerlo, no tengo dinero para pagarle y mi vida se está yendo por un caño, así que por favor solo lárguese, si lo hace pacíficamente no lo acusaré de allanar propiedad privada…”

“Deje de decir tonterías”, me responde él.

“Sé que tiene deudas y estoy dispuesto a pagarlas si se casa conmigo”

Abro mis ojos en shock.

El hombre junto al desconocido que sigue sangrando extiende una tarjeta frente a mí y pego un grito de espanto cuando leo el nombre en dicha tarjeta.

“Sé que está usted en el último periodo de su carrera médica, así que usted debe conocer a mi familia”

Toma un pañuelo de su traje para limpiar su frente sangrante.

“Por eso le pido que solo acepte mi trato”

“¿Qué?”, jadeo.

“¿Casarme con usted?”

Abro mis ojos una vez más antes de abrazarme a mí misma con pánico

¿Acaso está loco?

¡Ni siquiera me conoce!

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