Mamá psicóloga
Capítulo 35

Capítulo 35:

POV Jeremías

“Iré a ver a mi amigo y pensé en pasar por algunos colegios con Lucas antes de…”

Alzo mis ojos ante esas palabras.

La interrumpo rápidamente antes de que pueda terminar de contarme sus planes.

“¿Por qué irías a un colegio con mi hijo, que necesidad tienes?”

“Pienso que quizás sería mejor llevar al niño al colegio, quizás si interactúa con más niños su condición mejore”.

“No quiero, mis hijos pueden ser educados en casa, así que no hay necesidad de exponerlos a una escuela desconocida o algo que pueda agravar su situación”.

“¿Agravarla?”, cuestiona mi mujer.

“Pienso que sería mucho mejor para él, en especial ahora que pondremos pausa a su tratamiento para que reciba un nuevo diagnóstico”.

Pienso en sus palabras, pero también recuerdo lo que dijo mi tío y las cosas que podrían salir mal de este plan.

Los maestros de Lucas y Lucía saben que no pueden tocar temas de su pasado o preguntarle alguna cosa anterior al accidente, pero no puedo hacer eso con una escuela completa.

Mi tío dijo que lo mejor para los niños era estar en un ambiente controlado que les permita mejorar gradualmente con terapias, pero todo está tan complicado ahora mismo que ni siquiera creo que pueda confiar seriamente en mi tío.

“No quiero que mis hijos vayan a una escuela”

Limpio mi boca en la servilleta.

“Ellos tienen sus tutoras y están perfectamente bien, así que no necesitas ir a mirar ningún colegio, ten buen día”.

Salgo del comedor un momento después de decir esas palabras, subo las escaleras para despedirme de mis hijos y después de darles un rápido voy directo a mi coche.

Llego al hospital una media hora después, pero lo primero que encuentro cuando llego es a mi madre sentada en mi oficina esperando por mí.

“¿Que haces aquí madre?”, comento.

“Dijiste que no te gustaba venir a este lugar”.

Ella me mira con molestia a pesar de que la emoción abundante en sus ojos es la tristeza. Ella camina hacia mi escritorio y desliza sus dedos por el borde tallado de este escritorio de madera.

“Jeremías, tienes que dejar de ser tan imprudente”, me dice.

“Hablemos sobre los niños, ellos, mis nietos son lo que más importa. ¿Cómo puedes pensar que esa mujer es buena para ellos?”

Mi madre mira más allá de la ventana.

“¿crees que tu hermano habría aceptado siquiera que ella fuera tu esposa?”

“Darwin comprendería”, respondo sentándome en mi sitio tras el escritorio.

“Y dije que no tienes ningún derecho a decir que hago con mi vida”.

“¡Esta no es solo tu vida!”, me repite.

“Mis nietos también están en ella y ya han sufrido demasiado, así que tengo todo el derecho”

“Te equivocas madre, solo apareces cuando te apetece, lo único que haces es llenar a mis hijos de regalos para compensar que no vas a verlos por meses y puede que no lo creas, pero Lizbeth es realmente una buena chica”.

“Una buena chica que dejó plantado a su marido en el altar”, responde.

“Una buena mujer que te hizo pagar su deuda, ¿Cómo puedes creer algo así?”

“Porque ella ha conseguido que Lucas y Lucía sonrían, dije que no creas más los chismes que te dijeron”.

“¡No son chismes, tu tío la investigó!”

“¿Qué derecho tenía? Es mi vida y no me está gustando para nada que él siga inmiscuyéndose”, miro a mi madre

“Tampoco quiero que sigas haciéndolo tu madre, puedo tomar mis propias decisiones”.

“No puedo creer que seas así Jeremías”

Se pone en pie.

“Estoy segura de que tu hermano estaría decepcionado de ti, de lo que estás haciendo con su…”.

Ella respira hondo cuando la miro.

“Con todo lo que construyó, con todo lo que nos dejó cuando murió tan de repente”.

“Estoy haciendo justamente lo que Darwin habría querido madre, conocía bien a mi hermano y sé que lo que realmente le importaba era poder ayudar a los demás”, le recuerdo.

“Además, él también se casó con la mujer que amaba”.

“Elena no era una chica con deudas o que dejara a algún ex marido en la calle, ella era incluso de buena familia”.

“Lizbeth, es de una buena familia madre, permítete conocerla y deja de escuchar a mi tío, piensa por ti misma y recuerda lo que decía papá sobre cómo todos somos iguales”.

“Tu padre era un soñador, siempre pensó más en los demás que en el mismo. Justamente porque deje que pusiera esas ideas en ustedes dos Darwin siempre fueron tan emocionales”, explicó.

“Basta mamá”, pido.

“Deja de reprocharme o cuestionar mi forma de hacer las cosas, mi casa está abierta para ti cuando quieras ir a conocer a Lizbeth sin prejuicios, así que toma tu propia decisión”.

POV Lizbeth

Tomo a ambos niños de la mano para caminar por la acera hasta el café infantil donde quedé de verme con mi antiguo profesor de universidad y sonrío cuando lo veo saludarme con una mano desde una de las mesas.

Camino con los niños hasta él y descubro que ha traído a una pequeña niña consigo que definitivamente debe rondar la edad de Lucía.

Le doy un rápido beso en la mejilla como saludo antes de presentarle a los niños.

“¡Qué gusto verlo Profesor Hernández!”, sonrío.

“Estos son mis hijastros”, explico.

“Lucía y Lucas”.

Toco ligeramente el hombro de Lucas.

“Él es el chico del que te hablé”.

Mi antiguo profesor sonríe.

Luego se acuclilla delante del Niño y le ofrece la mano.

El niño lo mira receloso por un momento, pero mi profesor se encoge de hombros antes de hablarle con aburrimiento.

“Supongo que no sabes dar un apretón de manos fuerte”, le insinúa un gesto igual.

“Soy Manuel”

“Sí sé tomar la mano”; comenta el pequeño hinchando el pecho.

“Pero papá dice que no debo hablar con desconocidos”.

“No soy un desconocido”, dice ofreciendo su mano otra vez.

“Soy amigo de tu mamá”

Él mira en mi dirección.

Le doy un asentimiento de cabeza y sonrío.

Cuando el niño toma la mano de mi antiguo profesor, este se pone en pie un momento después para tomar la mano de la niña a su lado.

“Esta es Eva, mi hija”, explica.

“Puedes cuidarla mientras hablo con tu mamá”, pide.

“¿La llevarías a los juegos de allá?”

Señala el castillo de bolas más allá de la pared de cristal que divide el área de café de la sala de juegos infantiles.

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