Mamá psicóloga
Capítulo 31

Capítulo 31:

POV Lizbeth

Después de que mi esposo le dijera al Doctor Lois que Lucas no vendría a la consulta por un tiempo.

La mirada de odio en sus ojos simplemente se volvió asesina.

Traté de evitarlo todo lo que pude, así que ir a checar a dos pacientes de internamiento provisional me ayudaron un poco a evitarlo, aunque también fue bastante triste.

La mayoría de las personas en internamiento provisional están ahí por atentar contra su vida o por algún tipo de situación violenta que los hizo tener una crisis nerviosa.

Las dos personas que fui a ver el día de hoy eran un señor de setenta años.

Una chica de apenas dieciocho.  Traté de no pensar que ese pobre hombre que lloraba una y otra vez el nombre de su mujer me afectara, pero pensé que quizás, en unos años, mi madre estaría así.

La tristeza se mueve bajo mi piel mientras espero el correo con los datos de mi antiguo profesor de psicología.

No quiero pensar en que en el futuro mi padre no resistirá, que las cosas se pondrán cada vez más difíciles para él o que mi madre perderá al amor de su vida.

Decido pedirle a mi esposo adelantarse conos niños al parque de atracciones cuando las cosas se demoran.

Me callo el hecho de que mi tutor, el Doctor Lois también me exigió dar un último chequeo a los pacientes antes de irme, pero una vez tengo todo en orden simplemente conduzco hacia el parque de atracciones.

Dejo la carpeta con los datos de mi profesor a un lado cuando llego al estacionamiento del parque.

Bajo del auto lista para encontrarme con mi marido.

Sus hijos sintiéndome un poco feliz.

Me miento diciendo que es por los niños.

Aunque en lo más profundo de mí sé que también me emociona verlo a él.

He deseado eso por algún motivo desde hoy en la mañana, pero no pienso indagar mucho más allá.

Cuando los niños me ven corren en mi dirección.

Cargo a Lucia antes de besar a Lucas e intento no mirar al hombre con las manos en sus bolsillos parado a unos metros de nosotros.

Por algún motivo me molesta ver a esas cuatro mujeres que cuchichean sin despegar la mirada de él.

Camino con los niños hasta donde está y sonrío ampliamente antes de tomarlo del brazo.

“Lamento llegar tarde, cariño”, digo lo suficientemente alto como para que esas mujeres me escuchen.

“¿Esperaste mucho?”

“No, acabamos de llegar, pero…”, ladea la cabeza.

“¿Qué estás haciendo?”

¡Sí, buena pregunta!

¿¡Qué estoy haciendo!?

Me aparto de él como si se quemara.

Lo veo tomar a Lucas en brazos mientras yo mantengo a Lucía en los míos y no decimos una sola palabra más.

Entramos al parque de diversiones y veo la noche caer mientras los niños corren de un lugar a otro subiendo a las atracciones.

Una vez están en el carrusel por cuarta vez, Jeremías y yo tenemos un momento de descanso.

“¿Todo fue bien después de que me fui?”, pregunta mi marido sin dejar de ver el carrusel.

“¿Alguien cuchicheo o te hizo alguna cosa?”

“No”, comento prefiriendo evitar futuras complicaciones.

“En realidad todo estuvo más tranquilo”, suspiro.

“De hecho, conseguí los datos de ese doctor que te comenté”, le informo.

“Mañana es mi día libre así que llevaré a los niños a algún sitio y quedé de verlo en un café cerca de la universidad”

Miro a mi esposo.

“¿No te molesta verdad?”

“No tienes que preguntarme siempre que quieras salir con los niños Lizbeth”, dice él aun sin mirarme.

“Estoy seguro de que puedo confiar en que los mantendrás a salvo”.

“Bueno, sí, pero después de todo son tus hijos y yo…”

“Tú eres su madre”, me mira.

“Al menos hasta que el contrato termine, así que puedes salir con ellos sin darme explicaciones, eso sí házmelo saber si planean llegar tarde a casa”.

El tono en su voz me hace sentir una vez más ese hormiguear en mi pecho que no quiero explorar.

Me abrazo a mí misma cuando la brisa comienza a refrescar y mi marido me mira durante un segundo en el que el mundo parece detenerse.

“¿Tienes frío?”

“Un poco…”, admito.

“Olvidé mi chaqueta en el hospital y…”

Mis palabras se detienen cuando mi esposo saca su chaqueta para colocarla sobre mis hombros.

Su olor me envuelve mientras escucho al carrusel detenerse más allá de nosotros.

Jeremías afloja su corbata antes de guardarla en el bolsillo de su pantalón.

Me toma de la mano sin decir una sola palabra para llevarme con él a la fila por donde los niños han comenzado a salir del carrusel.

El cálido agarre de sus dedos solo hace que esta sensación crezca un poco más.

Me mantengo en silencio mientras intento descubrir…

¿Por qué estoy sintiéndome de esta forma el día de hoy?

Hago una cuenta mental sobre si estoy cerca del síndrome premenstrual, pero no estoy siquiera cerca del día.

“¡Papá, quiero subir allí!”

Lucas señala la rueda de la fortuna que corona este parque de atracciones.

“¿Podemos subir todos?”

Escuchar esas palabras, me hace soltarme de un solo tirón, mi marido me mira extraño mientras mi corazón comienzo a latir y no de emoción.

Mi marido sonríe cuando se da cuenta de que estoy asustada.

Le pide a Lucas tomar la mano de su hermana por un segundo, después él tomar la mía una vez más.

“Dicen que la mejor forma de superar un miedo es enfrentándote a él, ¿Verdad?”

“¡No, no, no!”, jadeo.

“Eso es completamente contraproducente, si quieres puedes ir con el niño y yo…”, miro alrededor.

“Comeré alguno de estos postres mientras lo hacen”.

“¿De verdad?”

Jeremías niega.

“Lo siento, pero no lo voy a permitir, ahora ven por tus propios pies o te llevaré en brazos”.

“No serías capaz”.

Sonrío nerviosa.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar