Mamá psicóloga -
Capítulo 19
Capítulo 19:
POV Jeremías
Acaricio el cabello de los pequeños niños mientras comienzo a tararear alguna canción que solía cantarme mi madre cuando era niña.
Me digo que incluso si su padre es molesto o si puede que en algún momento las cosas terminen, estos niños merecen tener una madre o al menos alguien que haga ese papel para ayudarlo.
El cansancio se mueve lentamente por mi cuerpo.
El calor de los pequeños niños me rodea, el aroma dulce de la niñez me abraza llenándome de calidez.
Puede que haya pasado malos momentos y puede que haya perdido la fe años atrás, pero cuando en mis sueños regreso a ese amargo momento de mi vida donde perdí el objetivo de mi vida.
Me digo que de esto es de lo que hablaba mi madre durante mis propias terapias, quizás esta es la razón de que encontrara un nuevo propósito.
Estos niños me necesitan, yo los necesito también y sé que no tendré mayor gratificación para mí misma que verlos sonreír mientras los ayudo a salir de cualquier trauma que hubiesen vivido…
“No puedes dormir aquí”
Escucho una voz masculina entre mis sueños.
Parpadeo ligeramente mientras siento mi cuerpo ser elevado de la cama y llevo mis manos hacia el cuello de la persona que me está tomando en sus brazos.
Cierro mis ojos sintiendo que las pesadillas que he estado reviviendo se alejan con cada paso de este ángel que me lleva a algún lugar, lejos del dolor o los malos recuerdos.
POV Lizbeth
Suspiro aun entre sueños.
Me muevo hacia mi derecha y siento el cálido cuerpo de uno de los niños aun a mi lado.
Sonrío ligeramente antes de acariciar tiernamente su cabeza.
Me impresiona que la cama de los chicos sea tan cómoda, pero me alegro de que al menos pudiera dormir en paz después de esas pesadillas que hacía años no tenía.
Cielos, la familia de mi nuevo esposo no es precisamente agradable, pero supongo que tengo que resignarme y ocuparme de lo único que me importa que son los niños.
Muevo mi mano para abrazar al tierno niño que desde ahora es mi hijo y frunzo el ceño cuando el que se supone es un tierno cuerpo infantil, parece ser imposible de rodear por mis manos.
Abro mis ojos de golpe cuando mis dedos amasan el brazo de la persona a mi lado y descubro que está demasiado marcado para ser el brazo de un niño.
Pateo fuera de la cama al hombre aún dormido a mi lado.
Escucho al hombre ahora junto a mi cama maldecir.
Mis ojos se mueven por su impresionante cuerpo, e intento no mirar la piel de un tonificado cuerpo que rebela su camisa abierta.
Me cubro con la manta agradecida de seguir vestida.
“¡¿Qué haces en mi cama?!”, gruño.
“¿¡Porque estás aquí!?”
“¿Tu cama?”
El hombre medio dormido pasa una mano por sus ojos para despertarse.
“Esta es mi casa y supongo que me quede dormido”.
“¿Dormido?”
Miro alrededor.
“¿Cómo llegué aquí, estaba en la habitación con los niños cuando me dormí?”
“Te traje aquí para que no amanecieras con un dolor de columna, te deje sobre la cama e iba a marcharme, pero me suplicaste varias veces que no te dejara mientras dormías”, gruñe poniéndose en pie.
“Estaba cansado así que supongo que me quedé dormido”
“¿Qué no te dejé ir? ¡Eso es imposible!”, jadeo incrédula.
Busco entre mis sueños de lo que está hablando y no hay nada ahí más allá que esas horribles pesadillas de las que un ángel encantador me rescato.
Un ángel que no quería que se marchara justo como dice este hombre molesto que…
“¡Debiste irte!”, gruño enfadada.
“Te dije que en ninguna circunstancia me tocaras”
Me pongo en pie.
“¿Acaso tenías otras intenciones?”
Llevo las manos a mi pech.
Odio el rostro incrédulo que pone el sujeto frete a mí.
Lo observo en silencio mientras estira su camisa abierta antes de hablarme con el disgusto más absoluto ante mis palabras.
“¿Hacerte qué?”, bufa.
“Usted es la última mujer que llamaría mi atención, es una loca”.
“¡Entonces porque se metió a mi cama, eh! ¿Por qué durmió aquí?”
“Porque me sostuviste la mano al punto de casi rompérmela”, responde.
“Pensé quedarme hasta que aflojaras tu agarre, pero no lo hiciste y también estaba cansado, así que solo me dormí, no pienses más allá”
Él mira su reloj.
“Además, deberías estará alistándote para ir a al hospital”.
¿El hospital?
¡Cielos, mi primer día de trabajo!
Salgo de la cama de un salto, camino alrededor de mi molesto esposo para sacar la ropa que aún ni siquiera he sacado de la maleta y mientras corro con prisas para meterme a la ducha me digo que debería ocuparme más del trabajo que de hablar despertado con el molesto tipo que me compró para ser su esposa.
Escucho un toque en la puerta del baño.
Salto asustada de que ese irritante sujeto se atreva a entrar a mi cuarto de baño, pero él simplemente habla desde el otro lado de la habitación.
“Te llevaré al hospital así que apresurarte”, comenta.
“Me encargaré de los niños hoy, pero ese será otro de tus deberes”, se queda un minuto en silencio.
“Y la próxima vez que me empujes de la cama vas a ser tú quien pague una penalización por tocarme”
¿La próxima vez?
“¡No habrá próxima vez!”, grito desde la ducha.
“La próxima vez que estés en la misma habitación conmigo donde haya una cama, te demandaré por acoso se%ual, p$rvertido”.
“Eres una…”
No termina la frase.
Solo golpea la puerta una vez más antes de marcharse y tomo la ducha rápidamente antes de colocarme un pantalón a juego con una blusa de color rosa.
Coloco la bata del hospital sobre mi ropa.
Me miro al espejo del baño emocionada por esta nueva oportunidad y me prometo dar todo de mí antes de salir de la habitación.
Bajo las escaleras hasta el comedor de la casa, me vuelvo a sentir molesta cuando el hombre atractivo, pero insoportable que vi en la mañana.
Ahora está sentado a la cabecera de la mesa con ese traje negro que probablemente es casi tan caro como el tamaño de su ego.
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