Mamá psicóloga
Capítulo 120

Capítulo 120:

POV Beatriz

“Ahora déjame revisar algunas cosas en la cocina”.

“Sí”.

Respondo antes de quedarme sola en el medio de la entrada.

Camino curiosa hasta la sala de estar y me quedo congelada ante el inmenso cuadro familiar coronando la sala de estar.

Puedo reconocer el rostro del padre de Lucas y la mujer junto al otro hombre sin duda se parece a su hermana.

“Son mi familia”, responde Lucas de la nada dándome un susto.

“Mis padres, mi abuela, mi abuelo y mi tío, ya sabes mi padre”.

“Lo sé”

Hago una pausa.

“Te pareces mucho a ellos”

Miro a la mujer más joven en el retrato.

“Ella también se parece a tu hermana así que pensé que sería tu madre”.

“Lo era”, dice con voz extraña.

“Pero realmente no tengo buenos recuerdos de ella”.

“¿Por qué?”, niego.

“Bueno, si quieres contarme, no es mi asunto después de todo”.

“Realmente no sé qué tipo de relación tenían mis padres, pero ella vivía discutiendo”, niega.

“Además de que le gritaba demasiado a mi hermana y nunca me sentí querido”

POV Lucas

Me siento frustrado.

Realmente no quería venir aquí, pero consideraba mejor opción aquí que regresar a casa de mis padres.

Quiero mantener a Beatriz lejos de todo, al menos por un día, ella pasó por mucho hoy e incluso yo lo hice.

Me muevo por la cocina revisando que fue lo que los encargados de cuidar la casa dejaron para nosotros en la nevera.

Me doy cuenta de que hay suficiente para unos días y decido tomar algunas verduras para preparar un caldo de vegetales.

Chequeo en el congelador de la nevera sonriendo cuando veo el helado que pedí ahí también.

Me coloco el delantal rosa que definitivamente le queda mucho mejor a mi madre y arremango mi camisa antes de empezar a cocinar.

Miro hacia las escaleras más allá del comedor, pero Beatriz parece aún no bajar.

Me concentro en lo que estoy haciendo diciéndome que necesito hacerla sentir mejor.

Cielos, no sé cómo sus padres pueden ser tan crueles, a su madre ni siquiera le importó que ella estuviera embarazada.

Pude ver lo angustiada que estaba de que alguien apareciera y viera a su hija ahí, más que otra cosa.

Corto la cebolla tratando de recordar como era mi propia familia antes de que mi tío y Lizbeth se convirtieran en mis padres, pero no hay mucho en mi memoria más allá de mi padre hablando de su trabajo o mi hermana llorando  porque mi madre estaba demasiado ocupada para cuidarla.

Termino de cortar las cebollas diciéndome que si no tengo mucho que recordar es mejor no hacerlo porque la única imagen que tengo de mi familia actualmente es la de cómo murieron gracias al maldito desgraciado que mis padres quieren ayudar actualmente.

Chasqueo la lengua al recordar que ese sigue siendo un problema clavado fuertemente en mis pensamientos.

Vierto las verduras picadas en el agua hirviendo que puse hace unos minutos junto a algunas costillas de cerdo y me muevo hacia las viandas que también necesito picar.

Debería realmente sentirme mal por ese desgraciado que casi nos mata a Lulu y a mí o simplemente mi actitud está bien.

Corto la última de las papas diciéndome que no necesito pensar demasiado en eso y cundo estoy a punto de hecha las viandas en el caldo, escucho los pasos de Beatriz venir desde la escalera.

Vierto todo antes de caminar hasta ella para ayudarla a bajar a las escaleras, ella me mira raro cuando me acerco.

“Mi madre suele cocinar cuando venimos aquí”, respondo ayudándola a bajar los últimos escalones.

“No había mucho más”.

“Creo que el rosa te sienta bien”, se burla.

“¿Qué haces en la cocina?”

“Algo para cenar”, respondo.

“No es mucho, pero realmente no quería demorarme, así que preparé un caldo de costillas de res”.

“Oh, suena delicioso”, responde mientras camina conmigo a la cocina.

“¿Qué tal si hago algún postre rápido?”

“No es necesario, no quiero que estés mucho tiempo de pie”.

“Oh, no puedo solo sentarme y verte hacerlo todo”, responde ella moviendo su mano con desinterés.

“Si quieres puedo sentarme justo aquí”

Señala las bancas de la encimera.

“¿Puedo ver que tenemos en la nevera?”

“Claro”.

Respondo, ella se aparta de mí para mirar directamente en la nevera y la veo sacar algo del helado, unas frutas e incluso algunos huevos antes de caminar hasta el otro lado de la encimera.

“¿Sabes si tienen alguna batidora por aquí?”

“Realmente no lo sé”

Comento acercándome a los cajones.

“Supongo que sí, pero no sé sí… “

Beatriz se inclina a unos centímetros de mí, bajo los espacios de la encimera y no puedo dejar de notar que ese vestido de mi hermana es demasiado corto.

La mujer frente a mí está dejándome ver en este momento mucho más de sus muslos de lo que es correctamente seguro para los dos.

Carraspeo alejando los ojos de su trasero y la mujer ajena a mis pensamientos, deja salir un grito de felicidad cuando consigue lo que busca.

Cruzo mis piernas tratando de no avergonzarme a mí mismo por como acabo de reaccionar a una vista tan simple como la de su trasero en ese corto y se%y vestido magenta.

“¡Aquí estaba!”, dice.

“Al parecer tu madre suele guardar las cosas como la mía”, responde antes de mirarme con preocupación.

“¿Estás bien?”

“Sí, Sí, yo…”, trago.

“Creo que me mareé un poco cuando abrí la despensa”.

“Oh, comprendo”, dice completamente ingenua.

“Bien, me pondré manos a la obra, así que en unos minutos tendremos el postre”.

“Estupendo”.

Respondo volviendo a enfocarme en la cena, lavo algo de arroz y lo vierto en la olla para arroz antes de cortar algunas porciones de queso.

Escucho la batidora durante unos diez minutos antes de que la mujer sentada en la encimera siga haciendo lo que sea que esté haciendo con los ingredientes que sacó de la nevera.

“¡Listo!”, dice después de media hora más.

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