Mamá psicóloga
Capítulo 117

Capítulo 117:

POV Beatriz

Incluso pensando en Ben realmente creía que teníamos alguien, siempre me pareció raro que nos viéramos fuera de la ciudad o tarde en la noche después de las conferencias, pero realmente nunca pensé que me engañaría de esa manera.

Camino hacia la repostería diciéndome que debería alejar esos pensamientos, me prometí olvidarme de Ben y de todas las formas en que me ha destrozado la existencia.

Apenas entro en la cocina preparo las cosas para el día, me doy cuenta de que se me hace más fácil que el día anterior e incluso que termino mucho más rápido.

Después de limpiar ligeramente todo a mi alrededor me permito comer uno de los postres fríos sentada tranquilamente en la mesa.

Los trabajadores llegan a la hora de siempre, me permito sentarme en una de las mesas sacando las cuentas del día de hoy entre otras cosas,

Limpio un poco porque realmente no tengo mucho que hacer ahora y decido preparar un pastel para llevar a casa cuando el fuerte deseo de caer una tarta de queso se apodera de mí.

Recibo un mensaje de Lucas alrededor de las diez de la mañana, me siento un poco mejor después de leer sus palabras.

Camino fuera de la cocina cuando el pastel está listo y decido hacer otra ronda de pastelitos mientras el resto de los chicos almuerzan en algún lugar fuera de la repostería.

Me como mi propio almuerzo mientras espero a que estén, preparo una pequeña crema para decorarlos antes de colocarlos en el expositor.

Salgo de la repostería cuando el chico de la caja regresa de su hora de almuerzo.

Me acerco al supermercado con rapidez, compro algunas cosas para preparar la cena del día de hoy y estoy a punto de salir de regreso a la tienda cuando mi móvil suena.

El número en la pantalla es el de la madre de Lucas, dudo si debo contestar o no, pero termino haciéndolo porque después de todo debo seguir mintiendo sobre nuestra relación.

“Hola señora…”

“Lizbeth”, me dice.

“Querida te dije que me digas Lizbeth”.

“Hola, Lizbeth”, respondo.

“¿Sucedió algo?”

“En realidad solo quería saber cómo está Lucas”, me responde.

“No me contesta el teléfono y sé que no debería meterte en esto, pero yo estoy…”

“No debe de preocuparse, Lucas está bien”, respondo.

“Él solo está…”

Trato de encontrar una palabra.

“Frustrado, pero le prometo que lo estoy ayudando”.

“Oh gracias”, responde ella.

“Todo esto me tiene realmente mal, Lucas y Lucía son mis pequeños, sabes, los quiero tanto como a mi verdadero hijo, pero estos chicos son tan tercos”.

Sonrío ante esas palabras.

Mi corazón duele cuando me doy cuenta de que realmente desearía tener una madre como ella.

Me despido de mi falsa suegra antes de mirar hacia la carretera más allá del parking del supermercado.

Peino mi cabello antes de dudar si realmente debería o no intentar ir con mis propios padres.

Decido intentarlo porque no me cabe en la cabeza que ellos simplemente me sacaran de este modo de su vida.

Conduzco hasta la casa de mis padres, sé que mi padre estará en su taller de mecánica a unos metros de la casa.

Mi madre probablemente esté haciendo la cena, ya que son las cuatro de la tarde.

Mi corazón se siente extraño cuando entro al pintoresco barrio donde crecí, odio ver la iglesia al final de la calle porque siento que quizás si ellos no fueran tan devotos no me habrían hecho todo esto, pero me digo que debo ser fuerte, que ya lo soy.

Así que estaciono el auto antes de bajar de este con determinación.

Tomo algunas de las cosas que compré en el supermercado antes de caminar de regreso por el camino de asfalto que divide el jardín de mi madre y toco en la puerta con mis piernas temblorosas.

Escucho los pasos de alguien acercarse desde el otro lado de la puerta. Sonrío nerviosa cuando esta se abre y mis ojos se encuentran con los de mi madre.

“¡Qué haces aquí!”, gruñe ella empujándome con brusquedad dentro de la casa.

La veo mirar con nervios alrededor y cuando cierra la puerta con fuerzas dejo las bolsas para intentar abrazarla, pero soy apartada con la expresión más disgustada que alguna vez he visto en ella.

“No me toques, Beatriz, no sé qué haces aquí, pero será mejor que te largues”.

“Mamá, escúchame, vine a veros, a papá y a ti, los extraño yo…”

“Tú escogiste, esto eres una pecadora”, niega.

“Una mentirosa por decir que esos niños son fruto de una relación con el futuro yerno del pastor”.

“No es una mentira madre, él me engañó, me prometió que se casaría conmigo, me dijo que me amaba yo…”

“No me importa, vete de aquí Beatriz y trata de que nadie te vea porque deberías al menos considerarnos un poco”.

“¿Considerarlos?”, resoplo, incrédula e indignada.

“¿Considerarlos?, mamá, mírame”, me señalo.

“Me abandonaste, me lanzaste a la calle hace tres meses y medio, sin trabajo, sin nada sola, asustada, embarazada sintiéndome culpable de todo”.

“Tú eres la culpable, no te enseñé a dormir con cualquiera”.

“Ben no es cualquiera, él era bueno, él te agradaba yo solo…”

“Para con eso Beatriz”, me grita.

“Para de decir que él es el padre de ese niño fruto del pecado, vete de mi casa y déjanos vivir nuestra pena en paz, por favor”

Mi corazón duele, mi cabeza se siente tan pesada que me tambaleo y corro hasta el sofá de mi madre para dejarme caer en él.

Uso mis manos temblorosas para marcar el número de Lucas, las lágrimas que corren por mis mejillas queman dolorosamente porque no puedo creer que mi madre sea capaz de esto.

“¿Beatriz?”

“Lucas, esto… estoy en casa de mis padres, pero me siento… me siento mal”, lloro.

“Ven por mí, por favor”.

“Mándame la dirección”, me dice.

“Iré por ti en un instante”.

Mi madre me mira.

Tomo varias respiraciones antes de hablarle con prisas y con firmeza porque me siento mal y no pienso dejar que me eche a la calle en esta condición.

Si ella es tan devota debe ayudarme, pero sé que no va a hacerlo, así que prefiero chantajearla.

“Van a venir por mí, así que me quedaré aquí hasta que eso suceda porque”, resoplo.

“Me siento así por tu culpa y tus nietos no lo merecen”.

“¿Nietos?”

“Si, madre voy a tener dos bebés”

Lo había dicho.

¡Le había dicho!

¿Cómo se lo tomará?

¿Se molestará?

.

.

.

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