Mamá psicóloga
Capítulo 114

Capítulo 114:

POV Beatriz

Me siento algo nerviosa, mi garganta se siente seca y estoy segura de que me he sonrojado debido a estar así, sobre él, en medio de la tienda que está vacía, pero sigue siendo un lugar público.

“Deja de pensar en cosas tontas Beatriz”, murmura él guiñando un ojo.

“Solo estamos los dos aquí, no necesitas sentir pena”

Pasa uno de sus brazos sobre mi cuerpo y toma la cuchara de la mesa.

“Ahora probemos que tan buena eres haciendo postres”.

Lucas toma un bocado del dulce.

Luego lo lleva a sus labios mientras lo miro expectante.

Él se toma su tiempo en responderme, pero cuando lo aprueba siento que la vida se ilumina para mí una vez más.

Nunca nadie me dijo que mis dulces fueran buenos, realmente jamás preparé algo para alguien más que los pobres y sin duda ahora me siento feliz por esta pequeña aprobación.

“Oh, compre algo para tu hermana”, digo poniéndome en pie mientras él sigue comiendo el postre.

“¿Crees que le guste?”

Camino hasta las bolsas detrás del mostrador y saco al siervo de tamaño mediano, más liviano de lo que parece de su envoltura.

Lucas se acerca a mí con una sonrisa incrédula en sus labios.

El pequeño cervatillo de tamaño natural llama por completo su atención por unos instantes.

“Esto va a encantarle a Lulu”, me afirma.

“Pero no tenías que hacerlo”.

“No quería ir con las manos vacías”, respondo.

Lucas sonríe abrazándome por la cintura y besa mis labios antes de negar con luz en su mirada.

“Tú realmente eres una mujer perfecta, Beatriz”

POV Lucas

Conduzco lentamente hasta la casa de mi hermana y noto la emoción en los ojos de mi acompañante cuando salimos de la ciudad. Esta es la parte que más me gusta de ella.

Llevarla a cualquier lugar y observarla es como si estuvieras mostrándole algo nuevo. Me pregunto qué tipo de vida tuvo hasta ahora e intento no sonreír mientras acariciando su mano.

“¿Estás nerviosa?”

Ella niega.

“No tienes que estarlo, Lulu es muy buena, aunque le cueste adaptarse”.

“No sé si debo preguntar, pero…”, me mira.

“¿Ella sabe de mí?, de nuestro, ya sabes…”

“Si lo sabe”

Respondo mientras disfruto del dulce aroma que aún desprende.

“Y no tienes que preocuparte con nada, lo prometo”.

Ella sonríe.

Detengo el auto al pie de la montaña después de entrar en el terreno de la montaña y la sonrisa en el rostro de Beatriz desaparece.

Tomo su mano y el resto de las bolsas que lleva.

Le doy un rápido beso en los labios antes de comenzar a emprender el camino colina arriba en dirección a la única casa alrededor.

Después de unos minutos la mujer a mi lado se detiene, sonrío mientras la ayudo a esperar hasta sentirse mucho mejor y terminamos la caminata de veinte minutos en unos treinta.

Beatriz toma mi mano con fuerza.

Me detengo al borde de la colina ya con la vista de la casa de Lucía, perfectamente a pocos pasos de los dos.

“¿Por qué tu hermana vive en una montaña?”, comenta.

“¿Realmente no quiere que la visiten?, ¿Verdad?”

“Sí, ella está un poco renuente a hablar con el resto del mundo, pero ahora está mucho mejor que antes”, le digo.

“Pero bueno, ya llegamos así que disfrutemos de esta visita”

La chica a mi lado alza sus ojos al paisaje.

Su mirada se llena una vez más de esa emoción que jamás he visto antes en una mujer y ella toma el móvil de su bolsa antes de correr hacia el pequeño puente junto al pequeño manantial que mi hermana mandó a construir hace unos años.

Camino hasta la casa para evitarle a Beatriz la incómoda situación de que Lucía le apunte con su rifle y cuando por fin termina de tomarse sus fotos ella corre hasta donde mi hermana y yo simplemente nos miramos.

“¿Hola?”

Su dulce voz alivia la tensión en el ambiente.

“Te compré un obsequio, ya que vinimos sin avisar y…”

“No tenías que hacerlo”, dice mi hermana.

“Lucas siempre viene sin avisar”.

“¿Te gustaría verlo?”

Beatriz, toma el envuelto regalo debajo de mi brazo.

“Es para tu jardín, Lucas dijo que tenías uno precioso y la verdad es que es mucho más bonito de lo que pensé”.

Observo como la expresión de mi hermana cambia lentamente, esa mirada huraña que siempre les muestra a los desconocidos desaparece y cuando Beatriz termina de desempacar la figura del cervatillo.

Mi hermana olvida su rifle para correr hasta el adorno.

“¡Qué cosa tan bonita!”, me dice.

“¡Es perfecta para el patio trasero!”

Ella toma a Beatriz de la mano.

“Ven, te lo mostraré”.

Me quedo incrédulo ante lo fácil que ha sido para Beatriz, lo que a la mayoría de nosotros nos ha costado meses.

Miro al perro flacucho que me gruñe caminar tras su dueña y entro en mi casa de mi hermana, siendo completamente ignorado por ambas mujeres.

Me siento en su sofá mirando alrededor.

La tele tiene algún documental de fotografía que no entiendo o mejor dicho no me interesa, así que después de checar mis mensajes noto una revista bastante peculiar justo debajo de una de las mantas.

[Noches por el mundo]

Abro el libro extrañado por el título y todo cobra sentido cuando leo el nombre del autor de las fotografías al pie de una imagen de la plaza roja en Moscú.

Escucho los pasos de Beatriz y Lucia acercarse desde el patio. Dejo la revista una vez más bajo la manta e intento no sentirme emocionado solo porque mi pequeña hermanita sigue enganchada del mismo hombre.

“Se acordaron de mí”, murmuro poniéndome en pie.

“¿Tienes algo que brindarnos Lulu?”

Tomo a Beatriz de mano.

“¿Qué tal si no robas a mi chica?”

“¿Tu chica?”

Mi hermana bufa caminando hasta su nevera.

La veo servir unos cuantos vasos de zumo sobre la encimera que divide la sala de la cocina.

Camina hasta nosotros con la bandeja en sus manos y señala el sofá alzando una ceja en mi dirección.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar