Capítulo 70:

Dos días después, Tamara y Xavier quedaron en verse. Él había estado ocupado en su oficina y solo habían tenido oportunidad de hablar por largas horas, riéndose mientras se contaban sobre su día a día.

“Dime ¿Cómo van tus esculturas? ¿Has hecho algunas?”.

“Solo me sales tú, en todas las que hago”. Dijo con una carcajada.

“Ves, eso es porque quisieras tenerme contigo y entonces tu subconsciente busca la manera de lograrlo, te cuesta entender que no necesitas un pedazo de yeso parecido a mí, cuando tienes el verdadero, el original de carne y hueso”.

“Bueno, hoy cambiaré eso ¿Nos veremos?”:

“Por supuesto, así tenga que abandonar el trabajo y mandar todo al carajo. Además, ya tuviste suficiente respiro de mí, dos días es lo máximo que puedo darte sin verte, paso por ti a la una de la tarde”.

“¿Y si me voy en mi auto para que no tengas que desviarte?”. Preguntó ella y él dudó.

“No me gusta la idea que andes sola, no sé si Joel se ha quedado tranquilo o tenga ganas de seguir molestándote, si por lo menos hubieses dejado a los guardaespaldas”.

“No vengas con eso, sabes muy bien que nunca me gusto ese montón de gente detrás de mí. Además, sé cuidarme, mis hermanos y mi padre me enseñaron defensa personal, lo que pasa es que el otro día no me dejaste defenderme y lo hiciste tú”. Protestó.

“Porque estás embarazada y debes ser más cuidadosa”.

“Me cuidaré ¿Entonces llego a tu oficina o al restaurante? O quizás sea que no quieres mi presencia en tu sitio de trabajo”. Expresó para medir su reacción.

“Veo que tienes ganas de discutir, está bien. Ve al restaurante, vemos la casa y luego te traigo para que conozcas mi empresa, hasta un taller puedo habilitarte para que trabajes tus esculturas aquí”. Una carcajada se escuchó y él supo que ella estaba bromeando con él: “Por favor Tamara, conduce con cuidado y sin sobresalto”.

“¡Está bien! Salgo a las doce y media para llegar a la una”.

Se despidieron y ella empezó a arreglarse, quería verse hermosa. Su vientre ya se observaba abultado y lo acarició con una sonrisa mientras pensaba.

“Vamos a dejar a papá sin aliento”. Expresó arreglándose con mucho esmero.

Se maquilló con colores suaves y una vez terminado se vistió, luego se miró al espejo examinando su vestido azul rey que resaltaba sus curvas. Era un vestido sencillo, pero elegante, este hacía juego con su tono de piel y su cabello castaño oscuro. Giró su cabeza hacia su vientre, todavía acariciándolo y sonriendo.

Se preguntó qué pensaría Xavier cuando lo viera, sabía que probablemente se emocionaría mucho, y eso la hizo sentir cálida por dentro.

Bajó las escaleras y el timbre de la puerta se escuchó. Abrió la puerta y allí estaba Freya, quien la miraba con admiración.

“¡Ya estás lista! ¡Qué hermosa te ves!”. Exclamó Freya emocionada.

“¿Me veo bien? ¿Le gustaré? Ay no, estoy nerviosa pero emocionada”.

“Lo sé, cariño. Pero recuerda, él te ama y está muy feliz de que estés con él, así te vistas con un saco de papas, a él le vas a encantar”.

Tamara la interrumpió.

“¿Mi ropa parece un saco?”. Preguntó mortificada.

“¡Claro que no! Pareces una princesa, vas a tener que llevarte un pañuelo para que le limpies la baba al pobre”.

“Gracias, amiga”.

“No tienes por qué darme las gracias, es la verdad. Sabes que te quiero y estoy tan feliz que hayas encontrado a alguien que te ama y te respeta, estoy segura de que te hará feliz”.

Tamara salió del apartamento junto con su amiga, porque ella se iba al suyo.

“Debes contarme todo con lujos de detalles, esperaré ansiosa tu llegada”.

“Prometido”. Le dijo sonriente.

Bajó en el ascensor hacia el estacionamiento y subió a su auto.

Condujo con cuidado por las calles de la ciudad, estaba emocionada, pero al mismo tiempo no pudo evitar sentir un pequeño nerviosismo. Cuando iba a doblar para tomar una transversal, un auto se le atravesó y terminó colisionando, lo bueno es que no fue un golpe muy fuerte.

Descendió del auto nerviosa, al mismo tiempo que del otro auto bajaba una mujer rubia, despampanante y voluptuosa, parecía una modelo de revista. Pero sus ojos verdes parecían saltarle de lo furiosa que estaba, se acercó a ella como si quisiera golpearla y empezó a insultarla.

“¿Dónde aprendiste a manejar tan mal? ¿Acaso sacaste la licencia de una caja de detergente?”. Espetó la mujer con desprecio.

Tamara había estado nerviosa, pero al ver la actitud deliberante de la mujer, su temor fue sustituido por rabia y la enfrentó.

“Lo mismo pudiera decir yo de ti, porque era mi turno de pasar, tú fuiste la que te saltaste la señal de tránsito y colisionaste conmigo, pero aun sabiendo eso tienes el descaro de reclamarme”.

“¡Cállate, mocosa insolente! No tienes idea con quién te estás metiendo. Deberías aprender a respetar y a disculparte por tu incompetencia al volante”. La mujer continuaba con su actitud agresiva.

Tamara respiró hondo, intentando mantener la calma a pesar de la furia que sentía. No iba a permitir que alguien la tratara de esa manera sin consecuencias.

“Tampoco sabes quién soy yo. Además, solo tú eres la culpable, debería tener más cuidado al conducir y respetar las señales de tránsito. No tengo por qué disculparme por algo que no hice”. Respondió Tamara con determinación.

La mujer se quedó sorprendida por la respuesta firme de Tamara y su actitud segura. Antes de que pudiera decir algo más, un grupo de personas que había presenciado el incidente se acercó para mediar y asegurarse de que ambas partes estuvieran bien.

Tamara aprovechó la oportunidad para alejarse de la confrontación y llamar a la policía vial para que se encargaran de la situación. No quería que aquel incidente arruinara su esperado encuentro con Xavier.

Después de un par de minutos, la policía llegó al lugar del accidente. Tamara explicó lo que había sucedido, pero la mujer la debatió, afortunadamente los testigos apoyaron a Tamara y así se pudo demostrar que la mujer era la culpable del choque.

Mientras la policía resolvía la situación, Tamara decidió llamar a Xavier.

“Amor, lo siento mucho, pero se me presentó un incidente y creo que llegaré una hora de retraso”.

“¿Qué ocurrió? ¿Te pasó algo?”. Preguntó nervioso, pero Tamara no quería preocuparlo.

“No amor, todo está bien, te prometo explicarte cuando nos veamos”.

Xavier se mostró comprensivo y acordaron encontrarse una hora más tarde de lo acordado.

Después de más de media hora, luego de elaborar el informe, escuchar los testimonios, y revisar la cámara del semáforo. La policía concluyó que la mujer era la culpable del accidente, igualmente las dejó partir, pero debían comparecer al día siguiente en la oficina.

Como los daños habían sido mínimo se dirigió a su auto, pero antes de dar siguiera dos pasos más, la mujer le sostuvo por un brazo.

“Tú no te creas que saldrás airosa de todo esto… mi marido es miembro de la familia más importante de este país y juro que usaré todo el peso de su influencia para hundirte”.

Tamara apartó la mano de la mujer con desprecio.

“No te tengo miedo ni a ti, ni a tu influyente marido, tú no me conoces. Haz lo que quieras, que yo no me quedare cruzada de brazos”.

Dicho eso salió camino al restaurante, deseosa de encontrarse con Xavier y calmarse.

Por su parte, Xavier vio su reloj, faltaba media hora para la nueva hora pautada. Apagó su computadora, tomó su saco y se lo colocó, cuando iba saliendo de su oficina, vio a uno de sus amigos que venía llegando, tenía una expresión de preocupación y su rostro se veía pálido.

“¿Qué pasó Drake Mylan? Pareces como si te hubieran dado la peor de las noticias”.

“Y lo es amigo ¡Ella regresó!”. Exclamó su amigo nervioso.

Xavier se encogió de hombros.

“Mi don de adivino no es tan grande como tú crees, aún no leo la mente”. Se burló Xavier con tranquilidad, como si su vida no estuviera a punto de tambalearse.

“Laurent, tu ex, regresó a R%ma, me buscó a mi despacho y me pidió que organizará un encuentro contigo… dijo que volvía a recuperar al hombre que amaba y tenía muchas cosas del pasado que contarte, cosas que cambiaría el futuro de ambos para siempre”. Pronunció el hombre preocupado, sin apartar la mirada del rostro de Xavier temiendo que este corriera tras de ella y volviera a salir lastimado.

Aunque Xavier se veía aparentemente sereno, el leve rastro de furia en sus ojos lo delató, se quedó sin habla por unos segundos al escuchar el nombre de Laurent. De pronto, sintió que su mundo se desmoronaba y su mente se llenó de recuerdos de su pasado con ella. No podía creer que después de tanto tiempo, ella volviera a aparecer en su vida.

“Es increíble que haya regresado justo ahora”. Susurró Xavier sin ninguna expresión en el rostro.

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