Capítulo 7:

Joel terminó de arreglarse la corbata del traje sin dejar de mirarse en espejo que estaba en la habitación que tenía en su oficina.

Escuchó unos pasos y al girarse vio a la secretaria parada con una expresión de preocupación.

“¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara?”. Interrogó sin apartar la mirada de su rostro.

“Es que hay un problema, señor. Le juro que es algo que escapó de mis manos”. Dijo la mujer haciendo una pausa, sintiéndose un poco temerosa: “Mandé al chofer a dejar la entrada de su esposa en la recepción de la cena, pero tuvo un contratiempo y no la pudo a entregar… así que lo más probable es que ella esté allí y no haya podido entrar o se haya regresado a su casa”.

El hombre chasqueó la lengua en un gesto de absoluta indiferencia.

“No te preocupes, Tamara no se va a mover de allí hasta que no me vea, ella no hará nada distinto a lo que le digo… parece un robot, solo actúa como se le programa. Es tan estúpida que no parece que fuera hija de una de las familias que llegó a ser la más poderosas de Sudamérica, independientemente que ahora se haya decaído”. Pronunció con desprecio y sin cohibirse porque su secretaria era de absoluta confianza.

“¿Por qué dices que fue? Los Castelli siguen siendo una de las familias más poderosas de Ch¡le, e incluso tienen empresas importantes aquí en Eur%pa, ¿Por qué dice que han decaído?”. Interrogó la mujer con curiosidad.

“Porque es así. El mismo día que me casé con Tamara, su padre me llamó y me contó la verdad”. Dijo el hombre saliendo de la habitación.

“¿Qué le dijo?”.

“Que ellos estaban pasando por una gran crisis económica, que no sabían si podían mantener sus empresas, que iban a intentar sostenerlas por el mayor tiempo posible y que agradecería si yo pudiera ayudarlos a inyectarle dinero. Le dije que no podía… el imbécil ese, pretendía que yo financiara sus empobrecidas empresas”. Dijo con disgusto.

“¿Y por qué siguió casado con ella? Debió pedir la nulidad del matrimonio”. Expresó la secretaria.

“No podía hacer eso. Uno, porque dejaría demostrado mis verdaderas intenciones, que me casé por dinero. Y dos, por el contrato matrimonial que firme con ella; en el cual se establecía que, si me divorciaba antes de cumplir los cinco años de casados, perdería mi capital”.

“Pero ya usted tiene cinco años de casados ¿Por qué no se ha divorciado?”.

“Porque, aunque los Castelli no tienen el dinero que pensaba, son gente de contactos e influencia, aún son respetados en el mundo de los negocios y yo necesitaba eso para crecer… y lo he logrado. Además, Tamara es la esposa perfecta, está hecha a mi conveniencia, siempre está de acuerdo conmigo, nunca se opone a mis órdenes, es por completo sumisa. Y después de todo, necesito una esposa para mantener a raya a mis conquistas. Porque así saben que no me pueden pedir casarme porque ya estoy casado con ella”. Concluyó el hombre con desprecio.

“¿No le da miedo que ella se fije en alguien más o logren conquistarla?”. Interrogó la mujer sintiendo lástima por la esposa de su jefe.

“Nadie la miraría dos veces… es tan poca cosa, tan insignificante… tan manejable. Es como una muñeca, va para donde le diga que vaya, así que no dudes que debe estar sentada en la acera esperándome. Así que no hay ningún problema”.

Dijo Joel con una sonrisa maliciosa, mientras se ajustaba su chaqueta.

“Ahora, si me disculpas, tengo una invitación que atender, hoy espero ampliar mis horizontes, necesito conocer a Xavier Sebastini Ferreri, el líder mundial de la industria hotelera. Necesito conseguir a ese hombre como inversionista y que mejor manera de conseguirlo que en la fiesta que se hace en su honor”.

Salió de la oficina con destino al hotel sintiéndose optimista de lograr un avance en su carrera. Sin embargo, su primera alarma surgió cuando llegó y no vio a Tamara, eso lo hizo molestarse.

“¿Dónde mi$rda está esa maldita mujer?”. Dijo en voz alta mirando a todos lados.

Xavier no podía creer que ella se atreviera a despreciarlo delante de toda esa gente que tenía sus miradas posadas en ellos. Todas las mujeres en esa fiesta se morirían porque él las invitara a bailar y no tardarían ni un segundo en aceptar de hacerlo, pero ella era diferente; era rebelde, arisca, tímida, quizás por tener todo eso lo traía de cabeza.

“¿Es en serio? ¿Vas a dejar a tu salvador con la mano extendida? ¿Tan mal he hecho mi trabajo de conquistarte?”. Inquirió el hombre con un tono de diversión en su rostro.

“Yo… yo no soy ningún territorio para que me conquiste y si lo fuera… no sería un territorio libre”. Expresó un poco nerviosa.

“Los territorios que conquistan los imperios no les pertenece, corresponden a otros y se le gana mediante operación de guerra. Dime Tamara ¿Con quién debo pelearme para conquistarte?”. Inquirió provocando que las mejillas de la mujer se tiñeran de carmesí.

Y eso envió una corriente de e%citación que se acumuló en su ingle.

¡Carajo! ¿Qué diablos me pasa con esta mujer? Es que me fascina, esa mezcla de rebeldía e ingenuidad, parece de esas mujeres en peligro de extinción. Se dijo interiormente, porque con la cantidad de mujeres que habían pasado por su vida y por su cama, no recordaba una sola que se hubiera ruborizado con sus palabras y atenciones.

“¿Me vas a dejar con el brazo estirado?”. Inquirió.

Ella lo vio con duda, luego posó la mirada en Freya y esta asintió con la cabeza. Al final colocó su mano sobre la de Xavier sintiendo una corriente eléctrica recorrerla.

Xavier la tomó suavemente del brazo y la guio hacia la pista de baile. Mientras caminaban, la gente le abría paso sin dejar de admirarlos. Se veían hermosos, elegantes, ella parecía una muñeca frágil y él un hombre que con solo su presencia se imponía.

Tamara intentó resistirse, pero sus piernas parecían tener vida propia y se movían al compás de la música. Xavier la tomó por la cintura y la acercó a él haciendo que su cuerpo se pegara al suyo. La piel de Tamara se erizó al sentir el calor que emanaba de él.

“Bailas muy bien”. Dijo él acercando su boca a su oído y provocando un sinfín de sensaciones.

Ella cerró los ojos buscando la manera de huir de esas sensaciones, de su cercanía. Pero logró el efecto contrario, porque estás se multiplicaron en miles, apretó las piernas porque sintió que ese lugar entre sus piernas se humedecía.

¿Qué me está pasando? Yo no puedo aceptar atenciones de otro hombre que no sea mi marido, esto no está bien. Se dijo sintiéndose desesperada.

Siguieron bailando y Tamara no pudo evitar sonrojarse al sentir su aliento en su piel. Trató de mantener la compostura, pero su mente estaba nublada por la atracción que sentía hacia él.

Xavier daba vueltas con ella, sintiéndose cada vez más e%citado, nunca había deseado una mujer con tanta locura, le provoca sacarla de la pista de baile y empotrarla en una pared para hacerla suya mientras escuchaba la melodiosa música producida por sus g$midos. Ella lo estaba volviendo loco y sentía que no podía resistirse.

“Tamara, eres hermosa, perfecta. Tus ojos, tus labios, tu mentón, tu nariz, tu tamaño… eres…”. Antes de que él pudiera concluir, ella lo interrumpió.

“Soy una enana, demasiado pálida, poco agraciada”. Dijo con pesar y él la miró como si le hubieran salido dos cabezas.

“¿Qué estás diciendo? ¿Por qué te estás diciendo todas esas cosas? Eres del tamaño perfecto, solo mirarte me inspira a protegerte de todo y de todos. Me encanta tu piel, es tan blanca como la luna llena. Tus ojos son como la turquesa, si los miro fijamente me pierdo en ellos”. Pronunció con voz ronca.

“¿Te estás burlando de mí? No soy nada de eso que dices”. Pronunció luchando por contener las lágrimas y sin él imaginárselo salió corriendo.

Él no dudó ni un segundo y salió tras de ella para perseguirla.

Mientras Tamara corría, chocó contra un cuerpo.

“Disculpe, señor”.  Pronunció apenada, cuando levantó la vista se encontró con la mirada fiera de su esposo, quien la veía de manera acusadora.

“¿Qué diablo estás haciendo aquí y vestida de esa manera?”. Preguntó Joel tomándola del brazo con violencia, mientras ella se quedaba en silencio sin saber qué hacer.

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