Capítulo 42:

Tamara se apartó de Freya y se apoyó en la pared, todavía estaba en shock. La escena que acababa de presenciar seguía repitiéndose en su mente. No podía entender cómo había pasado desapercibido para ella todo este tiempo la orientación se%ual de su marido, habían estado casados por cinco años y ella ni siquiera lo sospechó.

¡Había sido una idiota! Pensó.

Freya vio la angustia en el rostro de su amiga y no pudo evitar preocuparse, por eso la tomó por la mano, dispuesta a sacarla de allí. Pero Tamara se resistió.

“No, yo no me iré de esta manera”. Susurró con firmeza.

“¿Para qué vas a quedarte? Solo quería que supieras la verdad, no vale la pena seguir aquí”. Le dijo Freya, ahora preocupada porque todo eso pudiera afectar a su bebé.

Sin embargo, Tamara no estaba dispuesta a irse así, tomó su celular y abrió la puerta de la habitación nuevamente. Ya no estaban teniendo relaciones, cada uno de ellos estaba en un lado de la cama, mientras el desconocido hablaba con él.

“¿Cuándo saldrá el divorcio?”. Inquirió.

“No va a ver divorcio”. Gruñó Joel con firmeza, apartándose y sentándose a un lado de la cama. Mientras tanto el otro hombre se le colocaba detrás de él abrazándolo, al mismo tiempo que Joel trataba de apartarle la mano.

“Pero dijiste que la dejarías, y en su lugar terminaste yéndote a vivir con ella”. Protestó el hombre: “Pensé que sería yo quien te cuidaría durante tu convalecencia, después de todo me llamaste después que atentaste contra tu vida… no entiendo por qué lo hiciste, si no quieres sacar a la luz nuestra relación, no hay problema…”.

Joel se giró y lo tomó por el cuello por un par de segundos, para luego soltarlo.

“¿En verdad crees que me quise s$icidar por eso? ¿Acaso piensas que le diré a la gente que tengo algo contigo?”. Siseó conteniendo la furia.

“¿Entonces por qué lo hiciste?”. Preguntó el hombre sin entender.

“Porque era la única manera que esa idiota me creyera, y si te llamé a ti fue porque estabas más cerca de mi departamento. Estaba seguro de que no me dejarías morir”. Expuso con firmeza.

“Entonces fue por ella que intentaste s$icidate ¿Acaso la amas?”. Interrogó con tristeza.

“¿Amar? No la amo, si estoy con ella es porque su padre tiene dinero y él puede ser la clave para inyectar una buena suma de dinero a mi empresa… voy a convencerla de volver conmigo, luego de obtener el dinero necesario, la dejo”.

“¡Eso no era el plan! Sabes que yo tengo suficiente dinero, puedo darte el control de mis empresas, no tienes por qué andar detrás de ella”. Ofreció el hombre desesperado: “Tú solo debes hacer lo que tengas que hacer cuando el bebé nazca y traerlo a vivir con nosotros”.

“Los dos planes pueden ir a la par, porque para quedarme con mi hijo debo permanecer a su lado y ganarme su confianza ¿Acaso no es eso lo que querías? ¿Qué tuviéramos un hijo? Así que no te quejes ¿Qué más quieres?”.

“Yo no sé Joel, siento que tú no estás siendo sincero con esta relación, solo vienes y pasas momentos conmigo. Yo necesito tiempo, dedicación”. Profirió en voz baja.

“Estoy buscando complacerte. Sino fuera así ¿Por qué habría aceptado que Tamara se inseminara? Es porque quiero una relación estable contigo, ella no me interesa, pero es necesaria”.

En ese punto, Tamara ya no pudo aguantar más y abrió la puerta de par en par con un fuerte golpe, dejando no solo a Freya sorprendida, sino también a los ocupantes de la habitación que enseguida posaron su mirada en ella.

“¡Maldito hipócrita! Se te acabó el teatro”. Siseó la mujer apretando los dientes con furia.

El rostro de Joel palideció y el del otro hombre también.

Su exmarido se levantó de la cama y caminó hacia ella.

“Por favor Tamara, no saques conclusiones precipitadas, no es lo que estás pensando”. Articuló el hombre nervioso.

Freya se quedó inmóvil sin saber si interponerse o no.

“No hay nada que explicar Joel ¡Está todo claro desde el principio!”.

Gritó Tamara al mismo tiempo que señalaba a ambos con el dedo.

“Te vi perfectamente como se lo metías por la retaguardia, así que no vengas con mentira. Lo que me enferma es lo moralista que eres, que te crees la perfección personificada y dándote golpes de pecho. Me criticabas por mi forma de vestir, por mi forma de ser, por todo. Pero ahora sé que me has usado a mí y creo que también a este pobre cristiano, porque que no te creo que realmente lo ames”.

“Déjame explicarte, por favor no te alteres que eso puede hacerle daño al bebé”. Dijo acercándose y ella extendió los brazos para detenerlo.

“¡Ni te atrevas a tocarme! Me das asco, seguramente las veces que ibas a tener se%o conmigo venias de estar con él… con razón no me hacías sentir nada, porque el problema no era yo, el problema eres tú. Te gustan los plátanos y no las papayas ¡Desgraciado infeliz!”. Le dijo lanzándole una fuerte bofetada que le hizo girar la cara, lo que hizo explotar el enojo de Joel.

Por eso, a los segundos levantó la mano para regresarle la bofetada.

Tamara cerró los ojos para esperar el impacto, pero al ver que no llegó, los abrió y se dio cuenta de que su amante le sostuvo la mano con fuerza para evitar que la golpeara.

“A ella no la vas a golpear delante de mí”. Articuló el hombre: “Por favor, Tamara, lo mejor es que te vayas”.

Freya que había permanecido en silencio, sintiéndose impactada por todo, por fin reaccionó. Se acercó a su amiga y la tomó por la mano.

“Debemos irnos”. Musitó interrumpiendo sus pensamientos: “No podemos quedarnos aquí”.

Tamara asintió con la cabeza, aunque no sabía si sería capaz de moverse.

Freya la tomó del brazo y la ayudó a salir de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellas. Bajaron por el ascensor en silencio y salieron del edificio, caminando hacia el auto que la mujer había llevado.

Ya adentro del auto, Tamara se dejó caer en el asiento del copiloto tratando de procesar lo que acababa de suceder. Freya se sentó a su lado y la tomó de la mano.

“Lo siento mucho, Tamara”. Repetía ahogando los sollozos: “Sé que esto no es fácil para ti”.

Tamara la miró fijamente y preguntó: “¿Cómo pudiste enterarte de esto?”.

Freya suspiró antes de responder.

“Hace unos días, la vecina me dijo que había visto a Joel entrando a ese edificio con un hombre. Al principio no le di mucha importancia, pero hace rato me llamó diciéndome que viniera, que ella estaba en el complejo habitacional y lo había visto llegar con el vecino de la quinientos dos, el vecino que era g$y. Decidí venir a pesar de no creerle, cuando estaba afuera me mostró el vídeo y no me quedó ninguna duda. Ella habló con el vigilante para que nos abriera y también nos consiguió las llaves del apartamento de Corian, así se llama él”.

Tamara la escuchó atentamente, tratando de asimilar todo lo que estaba escuchando. Nunca en su vida se había sentido tan engañada y traicionada.

“¿Cómo pude ser tan ciega?”. Se preguntó en voz alta.

Freya la abrazó y le dijo: “No te culpes, Tamara. Esto no es tu culpa. Joel te engañó y eso es lo único que importa”.

Tamara se separó de ella y miró por la ventana del auto, viendo las calles de la ciudad pasar a toda velocidad. Sabía que su vida acababa de dar un giro de 180º grados y no tenía idea de cómo iba enfrentar lo que se avecinaba.

Los siguientes días fueron un torbellino de emociones para Tamara, decidió dejar el apartamento donde vivía y ponerlo en venta. Alquiló un piso más abajo de Freya para no molestarla, pero si tenerla cerca por si la necesitaba.

Lo difícil no era lidiar con la tradición de Joel, sino con el hecho de que su amante haya sido un hombre. Eso la tenía sumida en una fuerte depresión, había sido una tarea difícil mantenerse a flote, saberse tantos años engañada, con él minimizándola como mujer cuando realmente le gustaban los hombres.

Se burló de sí misma al recordar las veces que intentó seducirlo para devolverle la pasión a su matrimonio.

“Seguramente te burlabas de mi, Joel”.

Se cubrió el rostro con las manos como si de esa manera pudiera borrar todos esos momentos, solo había hecho el ridículo. Sin embargo, estaba claro que lo peor estaba por venir, tenía que enfrentar a su familia, amigos, a la gente en general. Explicarles a todos lo que había pasado y lidiar con los comentarios y críticas que seguro vendrían.

En medio de todo esto, Tamara se encontraba en un estado de confusión constante. No sabía si debía odiar a Joel por lo que le había hecho, o sentir lástima por él por estar atrapado en un mundo en el que no se sentía cómodo.

En el fondo, sabía que su matrimonio había sido una farsa desde el principio. A pesar de que había intentado hacerlo funcionar.

En ese momento escuchó el timbre de la puerta, caminó como si todo el peso del mundo reposara sobre sus hombros.

Creyendo que era Freya abrió la puerta sin ver por la mirilla, pero en su lugar se consiguió con Xavier, quien la miraba con la expresión de perro arrepentido. Tal vez hace algunos días, y previo a todo eso, lo habría recibido con una actitud diferente, pero ahora ya no confiaba en nadie.

“Tamara, necesito hablar contigo, por favor”. Murmuró en tono suplicante.

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