Madre correcta, padre equivocado -
Capítulo 31
Capítulo 31:
Isabella estaba muy preocupada por su hija y quería animarla, no sabía por qué, pero pensaba que quizás había una explicación para lo que estaba pasando con Xavier.
“Mi amor, hay hombres que cuando se enamoran verdaderamente cambian, así era tu papá…”. Antes de Isabella seguir hablando, Tamara la interrumpió.
“Tú lo has dicho mamá, cuando se enamoran, pero Xavier no se enamoró de mí, porque si así hubiese sido no estaría saliendo con otras mientras me ignora… ya no hablemos de él, hagamos nuestros pudines y pasemos la página. Yo debo tomar el control de mi vida… además, no voy a salir de Joel para caer en otro que no espera compromiso y que seguramente me tendrá como amante, no mamá, no aceptaré eso. Además, creo que debo permanecer sola, sanar y hacerme fuerte, tampoco es necesario un hombre para ser feliz”.
De pronto, sin querer las lágrimas empezaron a salir de sus ojos y a rodar por sus mejillas. Luego sintió una fuerte arcada, salió corriendo al baño y vomitó hasta la última gota de lo que había comido.
Un rato después, regresó a la cocina y su madre la miró con preocupación.
“¿Quieres que te prepare un té para que te sientas mejor?”. Interrogó su madre y ella negó con la cabeza.
“No, tranquila, ya me siento bien, creo que se trate de una indigestión, continuemos cocinando para los hombres de nuestras vidas, mi padre y mis hermanos”. Dijo tratando de animarse.
Los siguientes días se sintió muy mal, y a pesar de que iba a regresar a R%ma dos semanas después de su llegada a Fl%rencia, no lo hizo. Alargó su estadía por una semana más, porque los vómitos, mareos y el dolor en sus senos era insistente.
No podía dejar de sentirse mal y no era solo físicamente, sino que de su ánimo no estaba mejor, era como si un peso en su corazón le impidiera respirar tranquilamente. Se sentía triste y sola, su alma estaba destrozada por el amor perdido y también por el desamor.
A veces se quedaba horas mirando al techo pensando en por qué Xavier había hecho esa campaña de insistencia para después salir de su vida de manera silenciosa.
Una de las veces en que las náuseas eran demasiado frecuentes, su mamá se le acercó preocupada.
“Tamara, ¿No será mejor que te llevemos al médico? Mira, una indigestión puede durar dos días máximo tres, pero tú ya llevas más de siete. Ese malestar se te ha prolongado por mucho tiempo”.
“No exageres mamá, quizás es toda la presión de las últimas semanas, estaré bien. Mañana regreso a R%ma, necesito cerrar ese capítulo de mi vida con Joel, quedé en verme con él mañana en la tarde apenas regresé para hablar del divorcio”.
“Esa sí es una noticia emocionante”. Dijo su padre emocionado acercándose a ella: “No veo la hora de que estés libre de ese hombre”.
“Es lo mismo que quiero yo, para comenzar una nueva vida y ser la Tamara que nunca debí dejar de ser”.
“Así es hija, ningún hombre vale la pena como para que cambies tu esencia. Quien realmente te quiere, no te pedirá cambiarla”. Le dijo su padre dándole un beso en la frente.
Llegó la hora de la cena y los cinco comieron en familia, mientras no dejaban de contar chistes y recordar los momentos de sus últimas vacaciones en Ch!le.
Cuando Tamara estaba recogiendo sus cosas vio sus bustos, todos con el rostro de Xavier. Primero quiso romperlos, pero le pareció que después de tanto esfuerzo no valía la pena. Luego pensó en dejarlos allí, sin embargo, no le pareció buena idea y al final los empacó”.
Al día siguiente a primera hora de la mañana, luego de despedirse de sus hermanos, sus padres la llevaron al aeropuerto. Su vuelo salió a tiempo y en cuarenta y cinco minutos estuvo en R%ma, donde la esperaba su amiga Freya.
“Tamara de mi vida, ¡Cómo me has hecho falta!”. Le dijo sin dejar de abrazarla: “Te veo ojerosa y demacrada, no me digas que es por Xavier”.
Tamara rodó los ojos con fastidio.
“Gracias por el ánimo, y no, no es por el Sebastini, ya ni siquiera lo recuerdo. Te juro que ya no sé ni siquiera cómo tiene el rostro”. Luego hizo una pausa y agregó: “Freya, no quiero volver a ese apartamento donde vivía con Joel… quería saber si puedo irme contigo por un par de meses mientras lo vendo y le doy su parte a él, o hasta que encuentre a dónde irme a vivir.
“Sabes que puedes hacerlo, mi casa es tu casa”. Le dijo su amiga emocionada.
Llegaron al apartamento de Freya, pero apenas entraron a Tamara se le revolvió el estómago y corrió hasta el baño botando todo lo que había comido.
Al salir del baño Freya se quedó mirándola con sospecha, Tamara la vio y no pudo evitar preguntarle.
“¿Por qué me miras así?”.
“Tamara ¿Cuándo fue tu última menstruación?”. Interrogó y el rostro de la chica palideció.
“¿Por qué me preguntas eso?”. Respondió con otra pregunta.
“¿Cuánto tiempo llevas así?”. Insistió Freya.
“¿Acaso estás pensando que…? ¡Oh por Dios! ¡Eso no puede ser!”. Expresó Tamara llevándose la mano a la boca.
“Tengo unas pruebas de embarazo en mi baño, ven conmigo”.
Tamara la acompañó hasta el baño de habitación y la vio abrir un cajón con decenas de pruebas.
“¿Y para qué tienes tantas pruebas? “. Inquirió sorprendida.
“Por si las necesito, toma estas tres”. Como Tamara la miró dubitativa le explicó: “Es mejor así, si las tres dan positivo es que es positiva, es mejor estar seguras”.
Tamara tomó las tres cajas y se dirigió al baño de Freya, no podía evitar el nerviosismo.
Hizo las pruebas, ya sabía con los ojos cerrados como hacerlo gracias a tantas veces que en el pasado cumplió ese mismo procedimiento. En todas esas ocasiones espera a que saliera positivo, pero ahora, en ese momento y por primera vez rogaba al cielo que saliera negativo.
“Yo no puedo estar embarazada, no cuando estoy en pleno proceso de divorcio, la vida no puede ser tan cruel conmigo”. Dijo en voz alta.
Cinco minutos después, tomó las tres pruebas, aunque las cubrió con las manos porque se negaba a ver los resultados. Estaba tan nerviosa como nunca había estado en la vida.
Salió donde estaba Freya quien la miraba ansiosa.
“¿Qué pasó? ¿Fue positivo o negativo?”. Preguntó.
Tamara negó con la cabeza
“Entonces es negativo”. Celebró Freya y la joven volvió a negar.
“No, no he revisado porque me da pavor de ver el resultado”. Declaró Tamara con un hilo de voz.
“Revisa de una vez mujer, porque me tienes ansiosa. Además, el paso malo darle prisa”.
Tamara levantó la prueba y vio los resultados en las tres pruebas, dos rayitas rosas.
“¡Son positivas! ¡Estoy embarazada!”.
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