Madre correcta, padre equivocado -
Capítulo 21
Capítulo 21:
Xavier se sintió un poco incómodo al ver la reacción de Tamara al abrir la puerta. No esperaba que fuese ella quien le abriera y trató de disimular lo mejor que pudo, la emoción que le produjo verla.
Dio un paso hacia adelante y saludó a Lorenzo con una sonrisa.
“Muchas gracias por invitarme, Señor Castelli. Es todo un honor cenar con su familia”.
Lorenzo le dio una palmada en el hombro, como dándole la bienvenida a su casa.
“No hay de qué, Xavier. Es un placer tenerte aquí con nosotros. Ven, vamos a la mesa, ya nos van a servir la cena”.
La casa era grande y lujosa, con muebles elegantes combinados con una decoración impecable.
Cuando llegaron al comedor, Xavier se encontró con una mesa preparada para seis personas y vio unos gemelos jóvenes, los cuales le fueron presentados de inmediato por Lorenzo, eran hermanos de Tamara.
Por su parte, la joven no podía creer que, de todas las personas en el mundo, su padre le diera por invitar precisamente a ese hombre a quien no podía sacarse de la cabeza. Había intentado hacer varios bustos y sin darse cuenta, en todos había terminado moldean el rostro del hombre.
Sentía que su presencia llenaba todo el lugar, tuvo la sensación de que el espacio se había reducido considerablemente. Pensó que en ese momento su madre podía ser su aliada, pero la traidora salió con una sonrisa de oreja a oreja a recibirlo.
“Señora Castelli, viéndola de nuevo no me queda ninguna duda de a quien heredó su belleza Tamara”. Pronunció mientras el rostro de las dos mujeres se sonrojaba.
“Muchas gracias, es usted un caballero”.
“Pueden llamarme por mi nombre de pila”.
“Y a mi Isabel”. Respondió la madre de Tamara sin dejar de sonreír.
“Y a mí Lorenzo, tomemos asiento”.
“Conmigo, solo mantén la distancia, soy la Señora Castelli para ti”. Dijo Tamara de manera seria.
“Creo que la única Señora Castelli en este comedor es tu madre”. Le debatió.
“Yo también soy casada”. Declaró, aunque segundos después se arrepintió de sus palabras.
“En ese caso deberías usar el apellido de tu esposo”. Propuso Xavier con aparente indiferencia.
Ella se quedó pensativa por un par de segundos y respondió con una mirada perdida: “En realidad estoy separada, aunque nunca he usado mi apellido de casada”.
Ambos hablaban como si los demás no estuvieran allí presentes. Quienes en silencio no se perdían ni un detalle de la conversación entre los dos, parece que tenían un acuerdo tácito de no hablar.
“Seguramente porque no te casaste enamorada de tu esposo”.
“¿Qué sabes tú de enamorarse?”. Preguntó ella con un tono de irritación.
“En realidad no sé si he estado enamorado, pero si he estado rodeado de gente que lo está. Sin embargo, a veces el amor se puede confundir con un simple capricho, incluso con deseo”.
“Claro, me imagino que habla la voz de la experiencia”. Pronunció molesta.
“Una vez creí estar enamorado y me rompieron el corazón, al momento pensé que me iba a morir, que no habría un mañana… no veía salida”.
“¿Y qué pasó?”. Preguntó ella con interés.
“Sigo aquí, no morí, las cosas no eran tan graves como creí y tampoco fue amor”.
Ella se quedó pensativa, de pronto unas lágrimas se asomaron en su rostro y se las limpió con prontitud para que ella no las viera.
“Tenía razón, no eras feliz ¿Por eso te viniste a casa de tus padres? ¿Por qué tenías el corazón destrozado?”. Preguntó Xavier.
“Realmente me siento defraudada de mí, porque si les hubiera hecho caso a los consejos de mis padres no estaría en esta situación… me vine, porque necesitaba encontrarme conmigo misma, recuperar mi esencia y…”. Ella calló de repente: “Creo que estoy hablando más de la cuenta y no deberíamos monopolizar la conversación”.
Enseguida Lorenzo tomó la palabra.
“Xavier ¿Desde cuándo trabajas en los Hoteles Calrtron?”. Interrogó Lorenzo con curiosidad.
“Prácticamente, desde que tengo uso de razón”. Dijo sin querer revelar la verdad.
“¿Es verdad que empezaste limpiando los pasillos del hotel?”. Preguntó Tamara.
Xavier se quedó pensativo al recordar la vez que quería trabajar cuando tenía como ocho años y su padre le dio empleo limpiando el pasillo.
“Básicamente fue de esa manera, mi padre trabajaba en el hotel y cuando tenía unos ocho años le pedí que me regalara una pista que venía con más de cien autos”. Recordó con una sonrisa.
“¿Qué pasó?”.
“Mi padre me dijo que las cosas que deseábamos debíamos ganárnosla, porque solo de esa manera se podían apreciar una vez obtenidas; me dijo que no podía comprarme la pista, pero que podía darme empleo en mis horas libres para que ahorrara mi propio dinero y la comprara”.
“¿Y lo lograste?”. Preguntó Lorenzo con interés.
“Trabajé en las tardes, los fines de semana y hasta decidí ayudar en el jardín. Pasé más de cuatro meses sin parar, y con todo eso no pude juntar el dinero, me faltaba poco, pero al final mi padre me dio lo que faltaba y pude comprarme la pista. Solo que no dejé de trabajar, seguí haciéndolo hasta pagarle el último centavo que me había dado y aún tengo la pista… pero esa experiencia me enseñó a que lo mejor es ganarte tus cosas, porque lo obtenido por nuestro propio esfuerzo tiene una satisfacción especial”.
“Es una excelente lección, porque a veces los padres nos centramos en que los hijos tengan mucho más de lo que nosotros obtuvimos, y dejamos que se pierda la esencia de lo que realmente importa”. Expresó Lorenzo.
Conversaron sobres sus vidas, sobre el cambio que representó para ellos dejar a su país; aunque viajaban tres veces al año, no dejaban de extrañar a su familia. Hablaron sobre sus vidas, mientras comían la exquisita comida preparada y el vino fluía libremente en la mesa.
A medida que avanzaba la noche, Xavier se dio cuenta de que se sentía atraído cada vez más por Tamara, su belleza era innegable, pero también era inteligente, divertida y atenta. A pesar de la tensión inicial, la cena fue una experiencia agradable y relajada.
Luego se sentaron a escuchar música en la sala de estar.
Xavier le pidió a Tamara bailar, al principio ella lo dudó, pero las ganas de estar más cerca de él la dominaron y terminó aceptando.
Mientras bailaban, Xavier sintió el calor del cuerpo de Tamara contra el suyo. La música era suave y romántica, la luz tenue de las lámparas creaba una atmósfera íntima y sensual.
Xavier se perdía en los ojos azules de Tamara, sintiendo que estaba cayendo en un abismo de deseo.
Tamara, por su parte, también estaba disfrutando de la cercanía con Xavier. Había algo en él que la atraía, que la hacía sentir viva. Se dejó llevar por la música, permitiendo que sus cuerpos se movieran en perfecta sincronía.
El timbre de la puerta se dejó escuchar entre la música, pese a ello ninguno de los miembros de la familia fue a abrirla, lo hizo una de las muchachas de servicio.
Al mismo tiempo, Xavier seguía bailando con Tamara, quien no dejaba de sonreír feliz.
De repente, Xavier detuvo el baile y tomó el rostro de Tamara entre sus manos. Se quedó viéndola con la enorme necesidad de besarla, ella estaba a la expectativa de lo que ocurriera, quería que la besara y perderse en la pasión de sus besos.
Y así hubiese sido, si una voz furiosa no los hubiera detenido.
“¡¡¿Qué haces con mi esposa?!!”. Rugió Joel al entrar en la sala de estar: “¡Quítale las manos encima!”.
Le exclamó mientras posaba la mirada en ellos.
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