Capítulo 77:

Lorna dejó bruscamente de juguetear con el juguete de cerámica, su mirada se fijó en la seta de cerámica que Allison acababa de modelar. Allison captó su mirada mientras elaboraba hábilmente otra pequeña seta, vigilándola con el rabillo del ojo.

Los ojos de Lorna brillaban con una pizca de entusiasmo, aunque su cuerpo permanecía quieto y reservado.

Allison colocó otra serie de herramientas delante de Lorna. Las manos de Lorna a menudo se tambaleaban y tenía tendencia a golpear o derribar las cosas. Pero Allison se enfrentaba a ello con mucha paciencia. Con suave precisión, de vez en cuando rociaba agua sobre la arcilla para que fuera más fácil moldearla. Perdida en su propio mundo creativo, Lorna apenas parecía darse cuenta de la presencia de Allison.

Poco a poco, Lorna transformaba un trozo de arcilla en una forma ordenada. Para Allison estaba claro que Lorna poseía un talento natural y un dominio intuitivo del oficio que a menudo no requería instrucciones.

«Tranquiliza un poco tu mano izquierda», le sugirió Allison después de darle unos suaves empujoncitos.

Tomándose el consejo a pecho, Lorna permaneció en silencio y pronto elaboró una seta de forma única.

Allison sonrió y le entregó a Lorna la herramienta para tallar, que Lorna aceptó en silencio. Al observar esto, Kellan murmuró casi en voz baja: «Lorna…». Recordó a un antiguo profesor que le había dado a Lorna una herramienta para tallar, un momento que la había hecho replegarse sobre sí misma, abrumada por la ansiedad. Incluso se había hecho daño en un dedo con una lima por aquel entonces. Pero ahora, cuando Lorna aceptó la herramienta de manos de Allison, irradiaba calma y concentración, un marcado contraste con su tensión anterior.

Aunque seguía siendo reservada con los desconocidos, la tirantez de su comportamiento había disminuido. Imitó diligentemente las acciones de Allison.

Cuando vio a Allison mover hábilmente el dedo para tallar un intrincado patrón, Lorna intentó imitarla con una técnica más tosca, agudizando su concentración a pesar de su confusión.

«Mira esto, he terminado el mío», dijo Allison, levantando su creación para que Lorna la admirara.

Con cuidadosa deliberación, Lorna lo aceptó y le devolvió una rápida sonrisa mientras mostraba su trabajo.

La sonrisa sorprendió tanto a Allison como a Kellan. «¡Lorna, eres increíble!» exclamó Allison, un poco asombrada por la chica que tenía delante.

Cuando Lorna no sonreía, parecía distante, y había un leve eco de Kellan en sus rasgos. Pero cuando sonreía, lo hacía de forma brillante y cálida, como la luz del sol mezclada con la fragancia de las rosas, un resplandor reconfortante. Aquel angelito merecía algo más que llevar semejantes cargas. Kellan se quedó momentáneamente atónito antes de recuperar la compostura.

«Lorna, acabas de sonreír, ¿verdad?», preguntó, con la voz cargada de emoción.

Aunque Lorna volvió a su naturaleza reservada, Kellan sintió el calor de las lágrimas punzando en las comisuras de sus ojos.

A lo largo de los años, había pedido ayuda a innumerables médicos -tanto en su país como en el extranjero- para tratar el autismo de Lorna, pero todo había sido en vano. Incluso varios profesores de cerámica se habían esforzado por conectar con ella, enfrentándose a su intensa resistencia.

Siempre había estado encerrada en su propio mundo, reacia a relacionarse con extraños, y mucho menos a compartir sus creaciones o a sentirse orgullosa.

Era la primera vez que Lorna derribaba sus muros ante un extraño. Aunque sólo fuera un momento fugaz, una sonrisa y un contacto visual compartido, lo significaba todo. Kellan apenas recordaba la última vez que había visto a su sobrina sonreír así.

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