Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 466
Capítulo 466:
Dentro de la caseta, Allison contuvo la respiración, manteniendo la calma exterior. Le había dado un codazo, pero Kellan no se estaba comportando. Aunque mantenía la mirada al frente, podía sentir el calor de su aliento contra su cuello, seguido del roce frío y tentativo de sus labios.
La boca de Kellan presionó suavemente su hombro.
El cuerpo de Allison se puso rígido, todos los nervios en alerta máxima. Un aliento caliente le rozó la oreja, tan cerca que pareció incendiarle la piel.
Sólo una delgada puerta los separaba de los empleados del exterior, que reían, se burlaban y no se daban cuenta de nada. El espacio entre ellos se hizo más denso, prohibido y peligrosamente íntimo. Cada segundo los acercaba más a cruzar una línea que no habían acordado.
Fuera, un grupo de chicas parloteaba y sus voces atravesaban las paredes. Una soltó una risita. «El trabajo es el trabajo, la diversión es la diversión. Y ya sabe, Srta. Clarke, ¡siempre les he apoyado a usted y al Sr. Lloyd!».
Allison no respondió, apenas la oyó. Sintió un hormigueo, como una corriente eléctrica que le recorría los hombros y el cuello. Luego le mordisqueó el lóbulo de la oreja, su punto más sensible.
De no ser por la mano que le sujetaba la cintura, podría haber perdido el equilibrio por la intensidad. Pero, afortunadamente, el tormento no duró. Una carcajada recorrió el pasillo, indicando que los demás estaban listos para irse.
«Adiós, señorita Clarke», gritó una voz desde fuera, desvaneciéndose por el pasillo.
«Adiós», alcanzó a decir Allison, justo cuando la puerta se cerró con un clic. En el baño volvió a reinar el silencio.
«Tú», susurró, con un temblor en la voz. «¡Estás loco!»
Lo empujó con fuerza contra la mampara, y el impacto resonó en todo el compartimento. Le apartó la mano de un manotazo.
«Si nos pillan, o si salen fotos, no sólo está en juego la reputación de la empresa. Los dos estaríamos metidos hasta el cuello en un escándalo», siseó, realmente enfadada.
Sabía, sin necesidad de mirarse en un espejo, que le habían quedado chupetones en la piel. Se enderezó y su expresión se endureció hasta convertirse en una resolución férrea.
«No hace falta que te lo recuerde: acordamos que sólo era una aventura casual. Ninguno de los dos debía pasarse de la raya».
Las palabras no eran sólo una advertencia para él; eran un recordatorio para ella misma. Era hora de cortar por lo sano.
Sin embargo, Kellan la miró a los ojos, casi burlonamente. «Considérame loco por un momento. Por eso crucé la línea».
Había algo feroz en sus ojos, un hambre que no podía enmascarar. Kellan la deseaba, no sólo para estar cerca de ella, sino para poseerla.
Cuando el calor surgió entre ellos, su moderación se desvaneció, haciéndole desear más de lo que se atrevía a soportar. El impulso de apretarla, de reclamar cada centímetro de su piel, era casi abrumador. Pero sabía que tenía que resistirse.
Poco a poco, el calor rojo de sus ojos se suavizó, soltó el agarre y se apartó de la caseta. Su expresión se endureció mientras hacía todo lo posible por refrenar sus deseos depredadores.
«Los padres de Carole salvaron una vez la vida de mi abuela. Mi familia tiene una deuda con ellos, una grande».
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