Capítulo 410:

Su respuesta llegó sin titubear. «Parque de atracciones. Nunca he estado en uno».

Allison ladeó la cabeza, sorprendida. Como heredero de la familia Lloyd, Kellan nunca se había permitido el lujo de disfrutar de placeres sencillos y despreocupados.

«De acuerdo entonces, está decidido».

Sonrió, pero justo cuando las palabras salían de su boca, el cielo retumbó fuera.

¡Bum!

Un relámpago iluminó la habitación, proyectando sombras sobre el rostro de Kellan.

Y fue entonces cuando Allison lo vio: su hombro. El vendaje blanco se oscurecía lentamente, y los bordes ya estaban empapados de rojo.

«Espera». El corazón le dio un vuelco. «Su herida. Está sangrando».

Allison se levantó bruscamente, con la mente puesta en ayudar a Kellan. «Voy a por el botiquín. No te muevas».

Antes de que Kellan pudiera ignorarlo, ella ya había desaparecido entre las sombras.

Su mirada se ensombreció ligeramente, una excitación desconocida lo recorrió.

Momentos después, Allison regresó, moviéndose con rapidez y confianza en la penumbra, como si la oscuridad no supusiera ningún obstáculo.

«Siéntate aquí. Me será más fácil limpiarte y vendarte».

Acercó la vela, iluminando la gasa empapada de sangre alrededor de su herida. Mientras su rostro permanecía tranquilo, sus manos se movían con una delicadeza practicada.

Cuando Allison retiró la gasa, la visión de la carne desgarrada que había debajo le sorprendió, pero no se inmutó. Sin mediar palabra, aplicó la medicación que Floyd había dejado.

«Esto puede escocer un poco».

Fuera, el viento chirriaba, haciendo vibrar las ventanas, mientras que dentro, la suave luz parpadeante proyectaba un cálido resplandor sobre ellos. El vendaje estaba bien apretado, y una vez que no se filtró más sangre, Allison exhaló aliviada. La frente le brillaba con una ligera capa de sudor.

Si la herida volvía a abrirse, había un alto riesgo de infección, lo que sólo complicaría las cosas.

«No está hecho de acero, así que intente cuidarse, señor Lloyd», murmuró Allison mientras limpiaba los suministros.

Unas gasas ensangrentadas desechadas yacían junto a Kellan, mostrando su torso delgado. Los ojos de Allison se desviaron, pero la visión familiar despertó algo diferente en ella. Era extraño. Habían estado cerca antes y compartido momentos íntimos muchas veces, pero ahora, cada roce parecía tener más peso, como si cruzara límites invisibles.

«Te traeré una camisa limpia», dijo, empezando a levantarse, pero la mano de Kellan la agarró suavemente por la muñeca.

Cuando se volvió, cayó casi instintivamente en el abrazo de Kellan. Sus miradas se cruzaron y, por un instante, el tiempo pareció ralentizarse.

Sus ojos profundos y oscuros se clavaron en los de ella mientras sus respiraciones se entremezclaban. La cintura de él era firme, protectora.

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