Capítulo 397:

Si no se equivocaba, Kellan tenía un pequeño lunar exactamente en el mismo lugar, uno que ella había besado con ternura. Lo recordaba con claridad; era uno de los puntos más sensibles de su cuerpo.

Sus sospechas aumentaron, Allison dio un paso adelante, sus ojos se entrecerraron con interés.

«Por muy cursi que fuera esa frase, quizá nos conozcamos. O tal vez… podríamos llegar a ser buenos amigos».

Sin dudarlo, alargó la mano y le levantó la máscara.

Allison se acercó al hombre despacio, con pasos deliberados, el aire fresco de la noche picándole la piel, manteniéndola alerta y alerta.

«He oído que Turbo nunca compite a nivel internacional, pero aquí todo el mundo conoce su nombre», murmuró en voz baja, con la voz casi perdida por la brisa.

Levantó la mano y rozó con los dedos la superficie fría y lisa de su máscara.

«Quizá te haya visto antes en algún sitio».

Sus dedos recorrieron los bordes de la máscara plateada que ocultaba la mayor parte de su rostro. Sólo sus ojos, oscuros y familiares, permanecían al descubierto, observándola de cerca, casi desafiándola a desenmascarar la verdad.

La voz grave del hombre rompió el silencio. «El nombre en clave Turbo nunca ha mostrado su rostro al público».

Sus palabras tenían peso, un recordatorio de que aventurarse en verdades ocultas podía acarrear consecuencias inesperadas: calma, caos o incluso peligro.

Pero Allison no se amilanó. Su mano rodeó su muñeca con un apretón firme pero suave.

«¿Y entonces?» Allison respondió, una sonrisa socarrona tirando de sus labios mientras su mirada se posaba en aquel inconfundible lunar rojo. Esa pequeña marca le dio la confianza que necesitaba para reconocerlo.

Con un movimiento audaz, se puso de puntillas, acortando la distancia que los separaba, y sus dedos recorrieron ligeramente la máscara plateada.

«Las reglas están para romperlas. Ahí es donde empieza la diversión».

Con un movimiento rápido, apartó la máscara con la mano libre. «¿No es cierto, Sr. Lloyd?»

La máscara cayó de su rostro, revelando los rasgos afilados y cincelados de Kellan, su expresión fría y apuesto imposible de ignorar.

«Parece que he vuelto a ganar», dijo Allison con juguetona seguridad, levantando la máscara plateada en señal de triunfo.

En ese momento, una brisa levantó su larga melena teñida, acentuando sus llamativos rasgos. A la luz de la luna, estaba deslumbrante.

A sus espaldas, los gritos y el alboroto del público continuaban en el recinto, pero en aquel momento de silencio, el tiempo parecía haberse detenido.

«Señorita Clarke, nos volvemos a encontrar», dijo Kellan, y sus ojos se cruzaron con los de ella, brillantes de diversión.

Sin la máscara blanca, Allison se quitó el cambiador de voz, decidiendo que no era necesario seguir con la farsa. Kellan hizo lo mismo y también se quitó el suyo.

«Ah, Sr. Lloyd, usted sí que sabe guardar un secreto», se burló.

«Lo mismo digo, señorita Clarke», respondió Kellan.

El aire entre ellos estaba cargado de palabras no dichas. En el aire flotaba un leve aroma a perfume, una fragancia que a Kellan le resultaba reconfortantemente familiar.

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