Capítulo 353:

El hogar era donde el corazón podía encontrar la paz, pensó.

Allison sonrió suavemente y dijo: -Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos cruzamos. Echo de menos a Emanuel. Por qué no lo visitamos mañana?».

Se estiró perezosamente, sintiendo el cansancio en sus miembros. Momentos así le daban sueño, sobre todo cuando se hundía en el mullido asiento del coche, observando cómo el mundo exterior se desdibujaba en un paisaje fugaz. La tranquilidad del ambiente era casi embriagadora y no pudo evitar bajar la guardia.

Sin darse cuenta, el sueño se apoderó de ella. Su mente sólo era ligeramente consciente del calor que la envolvía. Le resultaba familiar y extrañamente relajante, y la sumía en una profunda relajación. Mover un dedo parecía innecesario en el abrazo de aquel confort.

Pasó el tiempo, y cuando Allison abrió lentamente los ojos, todavía aturdida y desorientada, se dio cuenta de que el abrigo se le había deslizado hasta las rodillas.

«¿Me he quedado dormida?», murmuró, medio para sí misma. Volvió la cabeza hacia Kellan, que ya había aparcado el coche junto a la casa. Habían llegado tan rápido.

Y ella se había quedado dormida, completamente vulnerable, sin un ápice de precaución.

Se dio cuenta de ello. Cayó en la cuenta de que esa tranquilidad sólo se lograba con una profunda confianza.

«Debías de estar más cansada de lo que creías», dijo Kellan con una sonrisa tranquila. «Pero ahora que estamos aquí, dormirás aún mejor en una cama adecuada». Se acercó para desabrocharle el cinturón de seguridad.

En realidad, observar a Allison mientras sucumbía poco a poco al sueño despertó algo en su interior: una extraña paz, como si aquella escena hubiera tenido lugar antes en algún lejano y borroso sueño.

O tal vez fuera sólo una ilusión.

Recuperando plenamente sus sentidos, Allison respondió con una suave risita. «Supongo que estaba agotada. Gracias, Sr. Lloyd, pero puedo arreglármelas».

Se llevó la mano al cinturón de seguridad, pero de repente sintió un dolor agudo en el cuero cabelludo.

«Ay…», jadeó, y su mano agarró instintivamente la muñeca de Kellan.

«Espera… se me ha enganchado el pelo».

Cuanto más intentaba moverse, peor era el dolor. Su pelo se había enredado de algún modo con uno de los botones de la camisa de Kellan, y no podía liberarse.

«Lo siento, ¿podrías ayudarme con esto?» preguntó Allison, realmente avergonzada por el aprieto.

Su cabeza estaba ahora inclinada torpemente, dándole una visión clara de la mitad inferior de Kellan.

Sus piernas estaban ligeramente dobladas, estiradas hacia delante, y las profundas costuras grises de sus pantalones delineaban una curva que parecía demasiado ajustada.

No era la primera vez que se encontraba con una visión así, pero normalmente ocurría en momentos de poca luz, cuando estaban perdidos el uno en el otro. Nunca se había sentido tan expuesta.

Afortunadamente, la incomodidad duró poco.

«Está desenredado», dijo Kellan, soltando su liso pelo negro. «Aunque debería ser yo quien se disculpara, fue mi botón el que causó el desorden».

Le pasó los dedos suavemente por el pelo mientras se lo soltaba. Era tan suave como la luz de la luna y desprendía un delicado aroma. Allison suspiró aliviada y levantó la vista. «Me alegro de que no fuera demasiado…»

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