Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 344
Capítulo 344:
«Señor Lloyd, soy una persona respetable, ¿sabe?». La voz de Allison llevaba un deje juguetón mientras sus dedos pellizcaban sin piedad su cintura, aunque la sonrisa de su rostro delataba la satisfacción que sentía por ello. No era de las que dejaban pasar los agravios, y menos después de aquel beso. Si no se hubiera apartado cuando lo hizo, probablemente ahora tendría el labio hinchado.
Ahora, Kellan parecía más bien un animal salvaje, capaz de devorar a alguien entero, en marcado contraste con el sereno Kellan que ella solía conocer.
Al apretarla con más fuerza, Kellan arrugó ligeramente las cejas. No emitió ningún sonido, pero su tez palideció ligeramente: el agarre de Allison no era suave. Sin embargo, de alguna manera, Kellan todavía se las arregló para reír en voz baja.
«Adelante, véngate como mejor te parezca».
Sus mangas captaban la luz maravillosamente mientras empezaban a bailar el vals en perfecta armonía, como si el incidente anterior nunca hubiera ocurrido. Sus movimientos eran fluidos y naturales. Kellan, que nunca había bailado antes, sólo podía hacer lo posible por no tropezar y pisar los dedos de los pies de Allison. Pero Allison tenía práctica, era elegante e incluso un poco profesional.
«No busco venganza», respondió. «Simplemente no quiero parecer tonta en el baile. Así que, Sr. Lloyd, recuerde respirar e intente mantener el ritmo».
A medida que la sala se iluminaba, unas luces centelleantes empezaron a iluminar los bordes de la pista de baile, arrojando un suave resplandor sobre la multitud congregada. La música seguía sonando, animada y fluida, como un arroyo en cascada por un valle de montaña.
Allison se dio cuenta de que cada vez más gente llenaba la pista, y el ritmo del baile se aceleraba. Habían pasado años desde la última vez que bailó. Recordó su boda con Colton, en la que se suponía que compartirían un baile, pero Colton había desechado la idea con desdén. Odiaba bailar. Desde entonces, Allison lo había evitado por completo. Ahora se sentía como si su alma se hubiera liberado del pasado. Se movía con facilidad, sintiéndose más ella misma de lo que se había sentido en años: libre, liberada y sin ataduras.
«Señorita Clarke, creía que no sabía bailar. Resulta que soy yo quien está fuera de mi alcance».
Las palabras de Kellan eran ligeras, aunque su cuerpo seguía rígido y sus movimientos inseguros. Aun así, se las arregló para seguirle el ritmo, imitando sus elegantes pasos.
«Apóyate en mi hombro», le indicó Allison, aprovechando la fuerza de su mano para levantarse sin esfuerzo. Su vestido negro se elevó en el aire, trazando un arco agudo, mientras aterrizaba suavemente sobre sus pies.
Siguieron bailando el vals, entrelazando sus movimientos: retrocedían, se acercaban, sus hombros se entrelazaban en un breve abrazo. Cuando Allison volvió a tocar tierra, los brazos de Kellan la rodeaban firmemente por la cintura, estabilizándola.
Por un momento, sus pensamientos vagaron hacia el pasado. Si hubiera sido Colton, no la habría atrapado, ni siquiera habría mirado en su dirección. Pero todo eso había quedado atrás, igual que el baile que estaban compartiendo.
Fue suficiente para dejarse llevar, para liberar el momento una vez que el crescendo de la música alcanzó su punto álgido.
Bajo las deslumbrantes luces, los rasgos afilados de Kellan resaltaban aún más. Su mirada se clavó en la de ella, firme e intensa.
«Preciosa», dijo, y su voz transmitía algo más que un simple cumplido. Detrás de sus palabras había un peso implícito: no se refería sólo al baile.
Kellan sintió que el corazón le latía más deprisa, que el momento se le grababa en la memoria y estaba seguro de que permanecería con él.
«Fue un baile casual», bromeó Allison, con los ojos brillantes de diversión. «No esperaba que alguien tan ágil como el Sr. Lloyd estuviera un poco rígido justo ahora».
Notó el temblor apenas perceptible en las manos que habían descansado sobre su cintura, y le quedó claro: Kellan había estado nervioso.
Mirándole con una suave risita, preguntó: «Entonces, señor Lloyd, ¿disfrutó del baile?».
Al fin y al cabo, Allison se había llevado una tarjeta de 300 millones de dólares, más que suficiente para financiar su juego Hacker’s World. ¿Un baile a cambio? No era una carga.
Kellan asintió, con voz suave y sincera. «Fue perfecto».
Aún podía sentir el calor de su cintura en las palmas de las manos, una sensación reconfortante y desconocida a la vez.
Cuando Allison volvió a reírse entre dientes, Kellan la miró a la cara. La mujer, habitualmente distante, sonreía de verdad, por una vez.
Era como si ambos se hubieran quitado la máscara y, por razones que no podía explicar, el corazón le dio un vuelco.
Se estaba convirtiendo en un patrón, ese malestar que sentía a su alrededor. Hasta la más simple sonrisa parecía desequilibrar su mundo.
«La investigación de Ferdinand sobre ti… aunque no fue maliciosa, sé que fue invasiva. Me disculpo en su nombre -añadió Kellan, bajando ligeramente las pestañas para ocultar cualquier atisbo de emoción.
Su repentino cambio de tema pareció calmar la inquieta energía que le recorría. El leve aroma del perfume de Allison permaneció, calmando la tensión que se había ido acumulando en su interior.
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