Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 343
Capítulo 343:
Allison tenía toda la intención de hacer tambalear la tranquila fachada de Kellan.
«Tenemos que acelerar el ritmo», insistió, su voz cortando el ritmo de la música.
Bajo las luces tenues y parpadeantes del otro extremo de la pista de baile, sus movimientos se sentían torpes, como si el propio aire que los rodeaba los empujara. La mano de ella, que antes descansaba inocentemente sobre el hombro de él, se deslizó lentamente hacia la parte baja de su espalda.
«Sr. Lloyd, se está quedando atrás», bromeó ella, con un tono atrevido.
En ese momento, estaba claro: Allison estaba al mando. Kellan se inclinó hacia delante justo cuando ella levantó la vista. Sus rostros se acercaron tanto que los labios de ella casi rozaron la barbilla de él. Había una ligera fragancia en el aire entre ellos, algo parecido a flores silvestres mezcladas con gardenias.
Kellan lo olió y se preguntó si no sería el aroma del alcohol mezclado con la tensión embriagadora de la habitación.
El lugar en el que Allison le había tocado despertó algo en Kellan, un lugar en el que la más leve presión despertaba la sensibilidad. Agarró con más fuerza la mano de Allison y su pecho subió y bajó con más fuerza mientras intentaba reprimir el impulso de respirar agitadamente.
Cuando la música alcanzó su crescendo, las bailarinas que las rodeaban empezaron a cambiar de pareja, un cambio fugaz de ritmo.
«¡Allison, ahí estás!» La voz de Gordon cortó el paso, su entrada tan fácil como el ritmo de la música.
Se deslizó hacia ellos, sus movimientos gráciles, la mitad de su cara oculta por una máscara de plumas negras. Su alegría era palpable, evidente en el brillo de sus ojos claros y brillantes. Irradiaba una energía audaz y exuberante.
Pero Kellan se negó a soltar la mano de Allison.
La repentina aparición de Gordon hizo que tanto Kellan como Allison se pusieran rígidos, que sus cuerpos se pusieran rígidos durante un fugaz instante. Aquella sacudida hizo que un estremecimiento recorriera las venas de Kellan, empujándolo más cerca del límite de la contención.
«Gordon, conoce tu lugar», dijo Kellan fríamente, con voz baja y ronca. «Y tú eres demasiado lento», añadió, mirando a su alrededor. «El cambio de pareja está casi hecho».
En ese momento, la pista de baile volvía a estar animada, y todos cambiaban de pareja sin problemas mientras la música seguía sonando. Antes de que Gordon pudiera responder, la multitud lo arrastró lejos de ellos dos. Sus palabras quedaron en el aire, incompletas.
Con Gordon fuera de su vista, Kellan se aferró a Allison, moviéndose en sincronía con el ritmo. La llevó de vuelta al perímetro sombrío de la pista de baile. La iluminación era más impredecible aquí, la penumbra salpicada de destellos erráticos.
Entonces Kellan se inclinó y la besó.
Su mano, caliente y firme, se apretó contra ella, haciéndola sentir como si no hubiera espacio para escapar.
«Kellan», exhaló Allison, con la sorpresa mezclada con una pizca de frustración por la facilidad con la que dejaba escapar su autocontrol. «¿Has perdido la cabeza?
Había algo temerario en él esta noche, y una inconfundible sensación de peligro en el aire, algo que se aferraba a él como una segunda piel.
El beso fue feroz, una declaración silenciosa de que no tenía intención de contenerse. Sentía como si estuviera reclamando su espacio, sin dejar ningún centímetro sin tocar.
Allison echó la cabeza hacia atrás, liberándose por un momento, y luego se apretó suavemente contra su pecho. Si alguien los viera ahora, sin duda los cotilleos correrían como la pólvora. Ella no deseaba ser objeto de rumores escandalosos. Así que se separaron.
Sin embargo, los restos del beso permanecían en sus labios, como una huella que se negaba a desaparecer.
«Allison», Kellan murmuró su nombre.
Su voz era gruesa y áspera, como si las últimas notas de una canción estuvieran suspendidas en el aire, justo antes de desvanecerse. Era como si la propia música se hubiera llevado sus palabras en una brisa.
«Lo admito, he perdido», confesó, sus ojos oscuros ardiendo con una nueva intensidad.
Kellan parpadeó, con la mirada encendida. Lo que una vez pensó que era autocontrol se había desmoronado en nada más que una broma en presencia de Allison. Lentamente, le soltó la mano y dio un pequeño paso atrás.
«Si quieres bailar con el señor Herbert», dijo, con la voz tensa por la tensión, “aún estás a tiempo”. Le estaba dando a elegir.
Era el último hilo de control que le quedaba, colgando precariamente ante el punto de no retorno. Se preparó, sabiendo que mientras ella no lo rechazara rotundamente, ni siquiera con una mirada o un gesto, no la dejaría marchar.
Y entonces llegó su respuesta, cortante y decisiva. «Soy su cita de esta noche, Sr. Lloyd, y eso no va a cambiar. Sobre todo porque ya he recibido mi pago».
Con una sonrisa socarrona, Allison extendió la mano y le dio un pellizco rápido. «Recuerda que no siempre puedes tentar a la suerte».
Esta vez, sus dedos se clavaron con más fuerza, sin dejar ninguna duda de que su mensaje era claro. Ni siquiera tuvo que mirar para saber que le saldría un moratón.
Pero Kellan sólo se rió, cogiéndole la mano y llevándosela al duro plano de su abdomen.
«Si quieres», dijo, con una voz cada vez más grave y juguetona, “puedes pellizcarme aquí”. Era poderoso. Sus músculos se sentían como acero enrollado bajo su tacto, suaves y firmes.
Los ojos de Allison se clavaron en los suyos. Pudo ver el desenfreno que brotaba de sus ojos profundos y oscuros.
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