Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 25
Capítulo 25:
En el foro, las altas recompensas llenaban la página. Allison no perdió ni un segundo mientras recorría los listados en busca de información sobre el brazalete serpiente, una búsqueda que ya había realizado innumerables veces.
En este foro había de todo, pero el brazalete serpiente seguía siendo tan escurridizo como una sombra al anochecer. Como era de esperar, no había nuevas pistas.
Con un suspiro de resignación, Allison cerró el portátil y respiró hondo.
Decir que no estaba decepcionada sería mentir. La pulsera era el único recuerdo que le había dejado su madre, y también la única miga de pan en su búsqueda para descubrir la verdad sobre sus padres. Y luego estaba la Compañía Carisma.
Sus dedos tamborileaban suavemente sobre el escritorio, un gesto habitual cada vez que estaba sumida en sus pensamientos o se sentía inquieta.
Años atrás, el enigmático director general de Charisma había presentado una fragancia al Concurso Internacional de Perfumería bajo el velo del anonimato. La fragancia era peculiar: fría y distante, pero envuelta en un delicado aroma de orquídea. La mezcla de notas heladas y cálidas tocó la fibra sensible de Allison, evocando recuerdos del estilo característico de su madre. No podía creer que fuera una mera coincidencia. No iba a dejar que esta pista se le escapara de las manos.
«El cuarto Concurso Internacional de Perfumería, ¿eh?» murmuró Allison, sintiendo el peso del cansancio.
Competir significaba ponerse en el punto de mira, lo que era arriesgado. Pero si eso significaba acercarse a la verdad sobre sus padres, no tenía otra opción.
Miró por la ventana las luces de la ciudad, que borraban las estrellas y sólo dejaban una brillante luna llena colgando en el cielo. Estaba claro que había estado trabajando hasta bien entrada la noche.
Estiró los brazos y decidió que era hora de darse una ducha y dormir un poco. Pero al ver su reflejo en la ventana del suelo al techo, le asaltó un pensamiento inquietante.
¿Dónde estaba el collar? ¿Lo había perdido?
Frunciendo el ceño, buscó en su memoria. La última vez que lo había visto había sido aquella noche, la noche loca con Kellan. Desde entonces, había desaparecido.
Recordando el caos de aquella noche, en la que incluso su ropa había quedado hecha jirones, no era de extrañar que su collar también hubiera desaparecido. Molesta, apretó la mandíbula y murmuró: «¡Ese imbécil!».
Afortunadamente, sólo era un collar sencillo, nada de valor real. Nadie podría rastrearla a través de él.
En Athton, el sábado,
Emanuel evitó el ajetreo y el bullicio de la vida urbana, prefiriendo la tranquilidad de este pintoresco pueblo donde casi todos los hogares se dedicaban a la alfarería. El aroma terroso de la arcilla llenaba el aire, creando una atmósfera relajante.
Su jardín era una imagen de la serenidad, con rosas trepando por la pérgola y la luz del sol filtrándose entre los árboles, proyectando un suave resplandor tranquilizador.
Lo primero que vio Allison al entrar en el jardín fue a un hombre en silla de ruedas rodeado de vegetación. Kellan estaba tranquilamente sentado bajo el alféizar de la ventana, con dos gatos acurrucados a su lado. Estaba absorto dando forma a un delicado jarrón de arcilla con sus hábiles manos.
A pesar de que Kellan tenía fama de temperamental e intimidatorio, su aspecto llamativo -cejas afiladas, ojos penetrantes y rasgos cincelados- se suavizaba en aquel momento de serenidad.
Un pequeño lunar en la garganta le añadía un inesperado toque de sensualidad.
En ese momento, sin embargo, exudaba un porte tranquilo y concentrado, la arcilla lisa se transformaba bajo sus dedos, dándole una presencia inesperadamente amable.
Allison sacudió ligeramente la cabeza, pues le costaba conciliar las palabras gentil y Kellan.
«Hola, señor Lloyd», saludó Allison con tono frío. Después de todo, ya se habían visto una vez, así que no le sorprendió demasiado encontrarlo aquí, como había mencionado Emanuel.
Kellan se había fijado en ella nada más entrar, pero permaneció en silencio hasta que habló. «Cuánto tiempo sin verte. Feliz divorcio, por cierto».
«La mayoría de la gente no felicitaría a alguien de esa manera».
«Pero para ti es una bendición disfrazada», comentó Kellan, con los ojos todavía fijos en la arcilla mientras luchaba con ella. «Después de todo, Colton nunca fue rival para ti».
A sus ojos, Colton era débil, poco fiable y carecía tanto de juicio como de gusto.
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