Capítulo 148:

En un principio, Onix supuso que la persona que se acercaba no era más que otro fan demasiado ansioso por colarse en la cola. Nunca imaginó que se encontraría con una vieja conocida, y menos con Hedwig -ahora conocida como Allison-, a la que creía que no volvería a ver.

Los ojos de Allison brillaron con una media sonrisa.

«Qué raro encontrarme contigo aquí», dijo.

«¡Sí, jaja! Qué pequeño es el mundo, ¿eh? ¿Por qué no vamos al salón? Aquí fuera hay demasiado ajetreo».

La chulería habitual de Onyx se desvaneció ligeramente, aunque la disimuló rápidamente. De pie, ladró algunas instrucciones al personal cercano.

«Tengo que ocuparme de algo urgente. Hacedlo por mí», dijo, haciendo una rápida reverencia a la multitud. «Mis disculpas a todos. Tengo que salir, pero siéntanse libres de disfrutar de los refrescos por mi cuenta. Volveré enseguida».

Condujo a Allison hacia el salón, con el corazón latiéndole fuerte mientras rezaba en silencio para que no montara una escena.

Mientras tanto, sus ojos escudriñaban la habitación, observando los familiares bocetos pegados en las paredes. Ver su trabajo expuesto de aquella manera, un trabajo que se habían llevado sin ni siquiera darle las gracias, era ridículamente absurdo. En cada póster había rastros de los bocetos en los que se había volcado años atrás.

Onix, desesperado por interpretar el papel de un viejo amigo, sonrió de oreja a oreja. «¡Hedwig, vaya! Eres tú de verdad. No sabes lo preocupada que he estado. Cuando no pude localizarte, pensé que había pasado algo».

Allison giró la cabeza y lo miró. Su actuación fue casi impecable; otra persona podría habérselo creído.

Fue directa al grano. «Tu cómic… no es original».

El aire entre ellos se enrareció. Habían trabajado codo con codo en una empresa de cómics, cuando Allison usaba su alias, Hedwig Benson. Onyx había sido su editor. Los dos habían pasado tiempo juntos en Leswington, y aunque se habían llevado bastante bien, Allison no estaba dispuesta a montar una escena pública.

Primero quería oírle retorcerse.

Onyx suspiró. «Mira, no te voy a mentir. La inspiración vino de los borradores que dejaste en Leswington. Pero cuando desapareciste, pensé que algo había ido mal. No quería que tu duro trabajo se desperdiciara. Me basé en tus bocetos, añadí mi toque y… bueno, aquí estamos».

Sonrió a Allison y añadió: «Nunca imaginé que explotaría así. Sabía que tenías talento, pero vaya, Hedwig, te has superado».

Era casi convincente: la sinceridad en sus ojos, la soltura en su tono. Casi.

Allison enarcó una ceja, con voz fría. «Entonces, ¿por qué le pusiste tu nombre?».

Eso borró la sonrisa de la cara de Onyx, aunque sólo fuera por un momento.

«Siempre has odiado ser el centro de atención, ¿verdad? No querías que tu identidad estuviera ligada a tu trabajo. Es sólo un nombre, Hedwig. No pasa nada, ¿verdad?»

Antes de que ella pudiera responder, él continuó. «Es decir, claro, la base era tuya, pero yo pasé incontables horas reelaborándola. Ahora también es mi creación. Por eso firmé como Onyx Jimenez».

Había pasado diez años en el anonimato en Leswington, produciendo obras en las que nadie había reparado. Ahora, por fin, la fama era suya y no iba a dejar que nadie se la arrebatara, no cuando tenía al alcance de la mano un contrato con el Grupo Stevens.

La mirada de Allison se agudizó. «¡Pero en el fondo sabes que es plagio! Es curioso, te recuerdo predicando que los sueños nunca deben venderse por dinero. Solías odiar el plagio más que nada».

Sus palabras cayeron como un puñetazo. La cara de Onyx se torció mientras la amargura se colaba en su voz.

«¿Sueños?», ladró, la palabra goteando frustración.

Soltó una carcajada amarga. «Una vez que te han despedido, una vez que estás al borde de la indigencia, te das cuenta de que los sueños no son más que una broma cruel».

Los años de lucha, las noches interminables preguntándose si alguna vez tendría un respiro… todo volvía a su mente.

Ahora que tenía la fama y la fortuna a su alcance, no podía creer que alguna vez hubiera pensado que los sueños eran suficientes para vivir.

Al ver que Allison no iba a echarse atrás, se burló y abandonó la fachada. «¡Ahórrame el papel de víctima! Sólo eran viejos bocetos. Vamos, éramos amigos. ¿No puedes dejarlo estar? Hazme un favor y deja que esto se calme».

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