Capítulo 783:

Pero ella reconoció su indignidad.

Como era de esperar, Marco pronunció con indiferencia: «No necesito estar con alguien que se ha compartido con otro».

Acto seguido, se dirigió hacia la puerta.

«Marcus», la voz de ella llegó desde atrás.

Él se detuvo, sin mirarla. Evidentemente, esperaba sus palabras.

Envuelta en la fina colcha, Melissa murmuró: «No has tocado los fideos. Están fríos. Te los calentaré».

Marcus volvió bruscamente la mirada.

Su mirada se clavó en ella, una mueca de desprecio jugueteando en sus labios. «Señorita Brown, comprenda sus actos. Si no siente nada por mí, deje de hacerse la inocente y dócil oveja. Sí, una vez sentí afecto por usted, pero eso ya pasó. En cuanto a los fideos, consúmelos por tu cuenta».

Agarrando firmemente el pomo de la puerta.

El sonido de un sollozo le llegó desde atrás. A pesar de la confusión emocional, endureció su corazón, abrió la puerta y salió.

Creyó que era la conclusión.

Nunca había mostrado humildad ante nadie en su vida. Esta mujer le había engañado repetidamente. No veía la necesidad de seguir presionándola.

Marcus la deseaba en su totalidad, no sólo una frágil aceptación.

La puerta se abrió y luego se cerró.

Entró una brisa helada que provocó violentas toses en Melissa. Su tez se tornó inusualmente carmesí y la tos persistió.

Se puso a toda prisa una camisa y salió a trompicones de la cama para servirse un vaso de agua caliente.

Sorbió la mitad del vaso y sintió un poco de alivio.

Se quedó mirando los dos cuencos de fideos que había sobre la mesa. Hacía tiempo que se habían enfriado, y las verduras, antes de un verde vibrante, se habían vuelto amarillas.

Se abstuvo de recalentarlos.

En silencio, se sentó y consumió los fideos, terminando dos cuencos.

Mientras comía, le asaltaron los recuerdos del pasado.

En el lujoso apartamento donde vivía Marcus, después de que ella preparara la comida, él siempre decía que no podía comer solo. La invitaba a comer con él y le pedía su compañía. Además, le pedía que le recogiera la comida.

Además, manifestaba su aversión por la carne de vacuno e insistía en que ella se la terminara toda.

Paradójicamente, de vez en cuando le pedía que le preparara la carne y la consentía en su consumo.

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