Capítulo 722:

La mujer, observando su comportamiento, comentó con cautela: «Pareces una persona respetable. Eres el novio de la señorita Brown? La señorita Brown no debería haberte dejado escapar».

Sin responder, Marcus se marchó con la carta en la mano.

Una semana después, recibió un paquete que contenía una pequeña caja de terciopelo que le resultó familiar.

Al abrirla, descubrió una pulsera de diamantes, una pieza que le había regalado antes a Melissa.

Aunque había afirmado que era una muestra de un socio, en realidad era una creación única de un diseñador de renombre a la que había encargado personalmente. Valorada en doce millones de dólares, Melissa la había vendido por apenas ochocientos mil.

Marcus se quedó mirándolo un rato largo y luego marcó un número, preguntando: «¿Dónde está?».

Exactamente un minuto después, Marcus recibió un mensaje.

El mensaje contenía una dirección situada en un pequeño pueblo cercano a Duefron, junto con información que detallaba las experiencias y conexiones sociales de Melissa.

Al final del mensaje había una foto de Melissa con un joven delgado.

El joven parecía tener unos 23 o 24 años, la tez algo pálida y la mirada melancólica.

Ah, ¡el novio enfermo!

Había vendido la pulsera que él le regaló por 800.000 dólares, posiblemente para pagar el tratamiento de su novio. ¿Significaba esto que, a sus ojos, Marcus no significaba nada para ella?

¿Los cuidados y la compañía que le brindaba eran sólo un acto?

Marcus, nacido en la nobleza, nunca tomó en serio a las mujeres. Ahora, la primera vez que sentía algo de verdad por una mujer, resultaba que ella sólo le estaba tomando el pelo. ¿Cómo podía alguien tan orgulloso como él soportar semejante traición?

Se sentó en su habitación en un silencio pensativo.

Tiró el teléfono a un lado y la pulsera al cubo de la basura.

Pensó que nunca volvería a encontrarla.

Pero si el destino los volvía a juntar, sin duda haría que ella se arrepintiera por la forma en que lo había tratado.

Justo entonces, un ligero golpe en la puerta rompió el silencio. «¿Marcus?»

Marcus levantó la vista, sólo para descubrir que era su padre, Waylen, quien estaba en la puerta. «Hola, papá».

Waylen sonrió débilmente a su hijo.

Sentándose frente a su hijo, observó la expresión descontenta de éste y mencionó despreocupadamente: «Te mudaste hace un tiempo.

¿Por qué vienes a casa tan a menudo esta semana?».

Marcus fingió no inmutarse y replicó: «Papá, ¿no querías que te visitara a menudo?».

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