Capítulo 596:

Un tinte emocional coloreó la nariz de Alexis.

Hacía años que no sentía tanta vulnerabilidad. No se trataba de que alguien le fallara.

Más bien, era la constatación de que no todo era como ella se lo había imaginado.

Rompiendo el prolongado silencio, Leonel imploró suavemente: «Alexis, ven a casa. Podemos sentarnos y hablar».

Con los ojos bajos, Alexis confesó: «Leonel, me siento un poco alterada».

Comprendiendo sus emociones, Leonel adoptó un tono conciliador. «Déjame aclararlo, ¿de acuerdo? Regresa a casa o comparte tu ubicación, e iré por ti».

Agobiada por su estado emocional, Alexis se abstuvo de conducir.

A pesar de su intención de tomar un taxi, Leonel insistió en ir a buscarla.

Finalmente, cedió y le dio la dirección.

Leonel llega enseguida y recorre el trayecto en unos 20 minutos.

Al ver a Alexis en la Plaza de la Fortuna, la observó en cuclillas, cautivada por unos niños que perseguían a una paloma, perdida en sus pensamientos.

Al acercarse, Leonel imitó su postura y le pasó los dedos por el pelo con ternura. «Es tarde y no te has ido a casa.

Los otros chicos ya se han ido».

Lanzándole una mirada de reojo, Alexis resopló, advirtiéndole: «No intentes esto».

Ayudándola a levantarse, Leonel preguntó: «¿Tienes hambre? ¿Cenamos fuera o nos vamos a casa?».

Optando por una conversación al aire libre entre la multitud para contenerse mejor, Alexis consideró la multitud como un amortiguador.

Alexis parpadeó en respuesta.

Tras una pausa, expresó suavemente: «Leonel, considera esto: mi madre podría haber abandonado la esperanza cuando me trajo a este mundo. Yo estaba destinada a una vida difícil, pero ella decidió tenerme. Mi padre tardó tres años en rescatarme del borde de la muerte. Antes de decidirte, recuerda que compartimos la responsabilidad de ser padres si vamos a tener hijos. Podríamos consultar con un médico antes de concebir; en lugar de recurrir a una vasectomía unilateral».

La mirada de Leonel se detuvo en ella.

La expresión inflexible de sus ojos transmitía que no había cedido.

Reconociendo la divergencia en su educación, Alexis se dio cuenta de que ciertas emociones seguían sin compartirse entre ellos.

A pesar de su decepción, se obligó a adoptar una actitud positiva. «Concluyamos aquí nuestra discusión de hoy».

Leonel se abstuvo sabiamente de seguir hablando.

Tras pagar la cuenta, Leonel la acompañó a casa. Dada su falta de apetito, le preparó una sopa ligera.

«Estoy bien». tranquilizó Alexis con una sonrisa.

Observándola sorber la sopa, Leonel, abrazándola tiernamente por detrás, le susurró en voz baja: «Alexis, podemos plantearnos la adopción.

Aún podemos dar amor a un niño».

Evitando la confrontación, ella logró una sonrisa forzada, sugiriendo: «Podemos discutir esto más tarde».

Mirándola a los ojos, preguntó: «¿Te arrepientes?».

Dejando el cuenco con cuidado, ella bajó la mirada y susurró: «Leon

l, ¿realmente quieres la verdad sin filtros? Tú iniciaste la vasectomía, la ocultaste, reprimiste mis opiniones y me negaste la oportunidad de reflexionar. ¿Crees que debo obedecer hoy para validar tus esfuerzos?

«Si es así…»

Su voz llevaba un tinte de tensión, y se abstuvo de continuar.

En silencio, Leonel siguió mirándola.

Visitaron un restaurante francés de renombre. Sin embargo, una vez presentados los platos, ninguno de los dos tenía mucho apetito. En cambio, mantuvieron conversaciones esporádicas durante toda la comida.

Finalmente, la conversación ahondó en el quid de la cuestión.

En voz baja, Leonel admitió: «Alexis, cometí un error al ocultarte esto. Sin embargo, nuestro potencial hijo se enfrenta a la posibilidad de una dolencia genética. Traerlo al mundo bajo tanta presión podría ser más perjudicial que no tenerlo».

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