Capítulo 565:

Kenneth ya había firmado los papeles y cortado su relación con Leonel. Ahora, Leonel era el hijo de Waylen.

Leonel se bebió el vaso de un trago.

Los recuerdos del pasado le escocían como un licor fuerte.

De vez en cuando, todavía sentía la patada.

Pero ahora, Leonel tenía a Alexis. Ya no necesitaba pasar el resto de su vida curando aquellas heridas.

En ese momento, se preguntó qué estaría haciendo Alexis.

Sacó su teléfono y quiso llamarla. Quería preguntarle dónde estaba y si seguía en su apartamento. Sin embargo, antes de que pudiera marcar su número, oyó que llamaban a su puerta.

Pensando que era el servicio de habitaciones, abre la puerta.

Pero en cuanto lo hizo, casi se le cae la mandíbula al suelo. Frente a él estaba Serenity.

Sus ojos se posaron en las piernas de Serenity, y no se sorprendió demasiado por lo que vio. Hace muchos años, Serenity se cayó de la montaña y se lisió las piernas. El médico dijo que mientras siguiera un tratamiento de fisioterapia, tenía posibilidades de recuperarse. Sin embargo, ella rechazó el tratamiento.

Acabó postrada en una silla de ruedas y llorando todo el día.

Finalmente, Darwin se casó con ella.

Quizá sus piernas nunca estuvieron dañadas. Sólo quería una excusa para que Darwin se quedara con ella.

Leonel se paró junto a la puerta y no la dejó entrar.

Serenity llevaba un vestido blanco puro. Tenía el cabello teñido de negro, que caía en cascada suavemente detrás de sus hombros. Era tan hermosa como cuando era joven.

Con ojos lastimeros, miró a Leonel y le dijo: «¿No vas a invitarme a pasar?».

«¿Qué haces aquí?» preguntó Leonel, sonando molesto.

Estaba a punto de cerrar la puerta cuando, de repente, Serenity le agarró del brazo. Se mordió los labios y le dijo suavemente: «Leonel, no me eches.

¿No sabes cuánto te quiero después de todos estos años? ¿O crees que estoy sucia por lo que me ha hecho tu padre?».

Leonel le lanzó una mirada fría. «Deberías llevárselas a Darwin».

Los labios de Serenity empezaron a temblar.

Cuando abrió la boca, se le quebró la voz. «Pero… ¡Tú eres el que me gusta!».

Leonel se mantuvo firme e imperturbable. «Serenity, no siento nada por ti», dijo tajantemente, asegurándose de que no hubiera ambigüedad en su tono.

«Leonel, antes te gustaba, ¿verdad? No me creo que nunca te haya gustado».

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