Capítulo 1990:

Trató de enmendar el pasado y prometió construir un futuro con ella.

El tono de Elissa era amargo.

«No se trata de amarte, Rafael. Es más por el hecho de que puede que nunca encuentre una conexión así con nadie más. No me inclino a alterar la vida que tenemos, así que no es exactamente amor».

Sus palabras estaban cargadas de emoción.

La respuesta de Rafael fue suave, más silenciosa que la propia noche.

«Lo comprendo. Lo entiendo», la tranquilizó.

Le dio un suave beso en el pelo y la estrechó entre sus brazos.

Se abrazaron en silencio mientras la noche se hacía más profunda, y él envolvió tiernamente los hombros de ella con su chaqueta.

Elissa le preguntó suavemente si tenía frío.

Le aseguró que no tenía frío antes de preguntarle si tenía sueño.

Elissa confirmó que sí.

Raphael la llevó a casa en el coche.

Al llegar a la villa, se encontraron con que los guardias de seguridad estaban ausentes, lo que hizo que Rafael saltara y abriera la puerta él mismo.

Elissa no pudo evitar sentir una punzada de tristeza al observarle.

Observando su expresión, Rafael comprendió sus pensamientos mientras volvía al coche.

Inclinándose más cerca, le aseguró suavemente: «Hemos soportado retos mucho más duros en el pasado… Esto no es nada».

Con ternura, le estrechó la mano, la palma irradiando calor contra sus fríos dedos.

No hablaban de amor, pero su conexión era mucho más profunda que el mero amor.

A pesar de que Rafael estaba siendo autodestructivo, había una mujer que realmente lo comprendía y estaba dispuesta a quedarse a su lado, aunque insistiera en que no lo hacía porque lo amaba.

En ese momento, Raphael la encontró totalmente adorable.

Y en ese mismo momento, también sintió una repentina sensación de anhelo.

Rafael bajó la mirada, sus ojos rebosaban afecto mientras la miraba.

Elissa le miró, con la voz ligeramente temblorosa.

«Deberías usar el dinero que apartaste para mí y el bebé para empezar de nuevo. Tengo mi propio dinero. Además, se avecinan tiempos difíciles. Ya no viviremos tan cómodamente».

Quería decirle a Rafael que éste era el mayor riesgo que había corrido en su vida.

Esperaba que no la defraudara.

Pero entonces se dio cuenta de que, al tratarse de una apuesta, no había garantías de ganar.

Bajo la farola, Rafael la miró en silencio.

Por último, le cogió suavemente la punta de los dedos y le dijo con voz ronca: «Ten cuidado al andar. Iré a hacer la sopa de fideos».

Ella asintió y entró en la casa.

Rafael observó cómo la figura de su esposa desaparecía en la noche.

El aire era frío, y su chaqueta aún colgaba de sus hombros.

Aunque estaba embarazada de más de seis meses, seguía pareciendo esbelta por detrás.

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