La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1989
Capítulo 1989:
Aunque ya era tarde, Rafael estaba sentado solo en el vestíbulo de su empresa.
Los alrededores eran oscuros, silenciosos y vacíos.
Pero justo entonces llegó Elissa.
Estaba muy embarazada.
La noche de principios de otoño era un poco fría, así que llevaba un chal sobre el vestido.
Suavemente y en silencio, volvió al mundo de Rafael.
En el vestíbulo poco iluminado, Rafael miró a la mujer que tenía delante.
Era su mujer, embarazada de seis meses.
Elissa sujetaba un paraguas, lo cerraba y las gotas de agua caían en cascada al suelo.
Sólo entonces se dio cuenta de que fuera estaba lloviendo.
Cuando levantó la vista, la débil lágrima del rabillo del ojo se hizo apenas visible.
En un tono ronco, preguntó: «¿Por qué estás aquí? Fuera está lloviendo. ¿Te ha traído el chófer?»
Elissa dobló el paraguas deliberadamente, encontrándose con su mirada fija en él.
La mirada de Rafael, oscura pero débilmente tranquila, se detuvo.
Al cabo de un momento, Elissa se acercó a él y tomó asiento a su lado.
Su voz se mantuvo serena mientras hablaba.
«Esta mañana he liquidado el último sueldo del chófer. Las criadas, cocineras y jardineros se han ido».
«Tardaré tres, cinco años o incluso más en arreglar las cosas para ti y el bebé».
Como fundador de Pryor Technology, había provocado su caída él solo.
Esperaba reconstruir su futuro juntos.
Sin embargo, no estaba seguro de si la mujer que tenía a su lado, que había soportado tanto dolor, estaría dispuesta a quedarse y esperar a que él creara un futuro que realmente les perteneciera a ambos.
La persona que estaba a su lado guardó un prolongado silencio.
Rafael percibió su reticencia.
Tras un momento de contemplación, habló en voz baja.
«Voy a arreglar para que te vayas al extranjero.»
Raphael sabía que Elissa quería a su hijo y no quería volver con los Palmer.
Así que le preguntó si quería quedarse con él.
De pie, le ofreció la mano.
«Te llevaré de vuelta», añadió.
Pero permaneció sentada, mirando a su marido.
Con voz firme pero temblorosa, preguntó: «Rafael, yo también quiero saber, ¿tienes ahora suficiente espacio para mí en tu corazón? ¿El futuro que prometes será sólo para nosotros?».
Fuera, la lluvia caía sin cesar.
Su corazón se sentía pesado, humedecido por el aguacero.
En silencio, Rafael volvió a sentarse, dejando que su mujer se apoyara en su hombro.
Se sentaron en silencio.
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