Capítulo 1955:

Se encontró con sus ojos en el espejo, respiró hondo y empezó a quitarse el reloj antes de lavarse las manos.

«Conocí a Sandra antes de que tú entraras en mi vida», empezó, con el agua corriendo de fondo.

«Firmé un acuerdo con ella para un fin concreto, pero nuestra relación nunca ha sido física. Es mucho más simple de lo que piensas. El viaje a Japón fue estrictamente de negocios. Cuando mi asistente habitual no pudo asistir, ella tuvo que intervenir».

El tono de Rafael se suavizó, tal vez por un sentimiento de culpa.

«Si te molesta, trasladaré a Sandra a una sucursal en el extranjero y te prometo que no volverá». Esperaba que esto apaciguara a Elissa.

Elissa hizo una pausa, procesando sus palabras.

Para otros, su propuesta podría parecer más que justa, y a ella le preocupaba que exigir más pudiera hacerla parecer poco razonable.

Sin embargo, había creído que Rafael albergaba sentimientos genuinos por ella.

Si de verdad le importaba, esta solución le parecía insuficiente.

Pero abrumada y repentinamente agotada por la carga emocional, Elissa se quedó sin palabras.

No podía deshacerse de la sensación de ser insignificante, incapaz siquiera de competir con la sustituta de Olivia, y mucho menos de hacer que Rafael se enamorara de ella.

La realidad la golpeó con dureza y se sintió como una mera broma en su propia historia de amor.

En cuanto a la boda, Elissa había decidido no cancelarla.

No importa. Los sueños que había acariciado se habían desvanecido; ya no albergaba ninguna expectativa.

Mientras tanto, Rafael había cerrado el grifo y se había puesto el reloj, esperando su respuesta.

Tras serenarse un momento, Elissa habló por fin: «Puedes irte sola. Necesito algo de tiempo. Te llamaré más tarde».

No había sido explícita, pero Rafael intuía lo que pensaba.

Elissa siempre fue pragmática.

Así que tomó una decisión precipitada por alguien que no debería importarle.

Con ese pensamiento, Rafael se marchó.

Al salir del baño, la voz de Elissa sonó fuerte pero firme.

«Rafael, recuerda tu promesa. Permanece fuera de la oficina central para siempre».

Rafael hizo una pausa ante sus palabras, pero luego continuó sin responder.

Una vez a solas, la expresión de Elissa se transformó en una sonrisa amarga.

Sabía muy bien que los hombres a menudo no cumplían sus promesas y las olvidaban con el paso del tiempo.

Pero, ¿por qué seguía creyéndole? Tal vez estaba cansada de luchar.

O quizá se aferraba a esa premisa para engañarse a sí misma.

Ya había dejado de lado cualquier expectativa real de Raphael, lo que la hacía más tolerante.

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