Capítulo 1859:

A Olivia le pareció absurda su pregunta. A pesar de sus esfuerzos, no podía liberarse. Dylan, te divorciaste de mí porque querías que estuviera con Rafael, ¿verdad? Ya no estamos casados. ¿Te debo una explicación por mi conversación con él?».

La expresión de Dylan se endureció. «¡No me refería a eso!».

Olivia bajó la mirada, una mueca curvando sus labios. «Entonces, ¿qué querías decir exactamente? Dylan, deja de fingir que te preocupas tanto por mí. Si de verdad te importara, no me habrías tratado como lo hiciste. Te mudaste con Gina sin pensar en mis emociones. ¿Por qué jugar al Romeo ahora?»

La persona que más le importaba le infligió las heridas más profundas. Olivia sentía el corazón roto. Raphael había conocido a alguien y podría comprometerse. Ella podría haber compartido esta información con Dylan.

Tal vez él le sugeriría una reconciliación, pero pensar en ello la avergonzaba enormemente. ¡Qué agradables solían ser las cosas entre ellos! Ahora sólo era incómodo.

No obstante, Olivia lo descartó, afirmando en un tono apagado: «Lo que pase entre nosotros no tiene nada que ver con Raphael».

Resistió el impulso de derramar lágrimas por él, pues hacía tiempo que había superado la tendencia a llorar por amor. Sin embargo, la mera presencia de Dylan siempre evocaba ese deseo en su interior. A pesar de ello, se abstuvo de sucumbir a él.

Lo rechazó y se marchó. Sin embargo, al cabo de unos pasos, vio a Gina. Joven y despampanante, Gina llevaba un exquisito vestido de noche blanco. La mirada de Olivia se desvió entonces hacia Dylan. Estaba guapísimo con un conjunto blanco y negro que combinaba a la perfección con Gina.

Olivia desvió la mirada y esbozó una leve sonrisa. Sin embargo, la tranquilidad le duró poco. Al entrar en el ascensor, se vio incapaz de contener sus emociones por más tiempo. Poco a poco, se puso en cuclillas, abrumada por una intensa oleada de náuseas.

Al llegar a la planta baja, se encontró con su secretaria. Sobresaltada, la secretaria preguntó: «Señorita Evans, ¿se encuentra bien? ¿La llevo al hospital?».

Olivia se apoyó en la pared del ascensor y negó suavemente con la cabeza. «Estaré bien. Sólo necesito un poco de aire fresco».

Apresuradamente, la secretaria acudió en su ayuda. Una suave brisa les rozó la piel, llevándoles un leve escalofrío. Olivia se rodeó con los brazos.

Miró hacia arriba y se fijó en un imponente edificio cercano. En lo alto estaba su antigua casa, ahora desprovista de toda luz. Olivia lo observó en silencio.

Finalmente, se volvió hacia su secretaria y le preguntó: «¿Sabes qué es más duradero, el amor a primera vista o el amor que evoluciona con el tiempo?».

En realidad, ella tenía la respuesta en su corazón. Su afecto y apego por Rafael provenían de un flechazo adolescente, mientras que sus emociones por Dylan eran las de una mujer profundamente enamorada.

Sus recuerdos más felices eran con Rafael, pero su amor más profundo estaba reservado para Dylan. Pero él ya no la deseaba.

Aquella noche regresó a casa sintiéndose incómoda, dando vueltas en la cama durante toda la noche. Más tarde, su secretaria llamó a Elva, que pasó la velada consolando a Olivia y expresando su desdén por Dylan. Tal vez sólo las personas más cercanas a ella podían discernir a quién anhelaba realmente Olivia.

Tras aquella noche, Olivia retomó su rutina habitual. Era como si nada hubiera pasado.

Una semana después, fue noticia que Raphael Jones, de Pryor Technology, anunciaba su compromiso. Su prometida, una hermosa mujer, era la misma persona de la que había hablado con Olivia.

La imagen de ellos juntos parecía impecable. Olivia observó la fotografía en silencio, experimentando una sensación de serenidad en su interior.

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